Uruguay y Brasil están atravesando una auténtica “fiesta” gracias al “cepo cárnico” instrumentado por el gobierno de Alberto Fernández.
Argentina, el segundo proveedor de China de carne vacuna congelada, decidió el año pasado restringir las exportaciones de ese producto a la nación asiática por una cuestión política y este año, lejos de aflojar el “cepo”, lo reforzó.
El Ministerio de Agricultura de Brasil, luego de detectar dos casos atípicos de Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB), el año pasado suspendió las exportaciones de carne vacuna hacia la nación asiática, tal como se determina en los protocolos sanitarios firmados entre ambos países. Por ese motivo Brasil, el principal vendedor de carne vacuna en la nación asiática, estuvo unos tres meses sin poder enviar un solo gramo de carne vacuna a China.
Así fue como a fines del año pasado los valores de referencia exportación de la carne vacuna enviada a China superaron a los presentes a fines de 2019, cuando por entonces el gobierno central chino, por medio de diferentes artilugios comerciales y financieros, decidió intervenir ese mercado para provocar un derrumbe de los precios.
Pero ahora con Argentina “fuera de la cancha” y un contexto geopolítico mucho más complejo, los chinos siguen comprando sin aplicar ninguna intervención de mercado. De hecho, a fines del año pasado los valores alcanzaron un nuevo récord para luego descender por cuestiones estacionales (Año Nuevo Chino). Pero en los últimos días el mercado se está recalentando nuevamente ante la necesidad de recomponer stocks de carne vacuna por parte de la nación asiática.
Si bien el episodio brasileño fue una cuestión fortuita, lo que sucede en la Argentina es una “autoflagelación” que, de alguna manera, “protege” los precios de exportación del Mercosur al regular la oferta de carne enviada al país que es el primer consumidor mundial del producto. De alguna manera, como planteamos en su momento en Bichos de Campo, Argentina armó una suerte de “OPEP de la Carne”.
Gracias a los servicios prestados por el gobierno argentino, quien muy gentilmente acepta perjudicar al sector pecuario local y resignar divisas para favorecer a sus socios del Mercosur, la industria uruguaya está trabajando al límite de su capacidad de faena para exportar carne bovina en niveles jamás vistos. Y los productores puede vender novillo gordo a un precio de 5,0 u$s/kg en gancho. El sector cárnico brasileño también resulta muy favorecido por el “cepo” argentino.
Paraguay no participa del negocio porque, al reconocer a Taiwán como nación independiente, el gobierno chino –que considera a la isla como parte de su territorio– no deja que ingrese el producto paraguayo.
Está claro que, sin la “autoflagelación argentina”, la situación de los precios internacionales de la carne enviada a China no estaría “en llamas”, porque el país cuenta con una gran capacidad exportadora para atender el creciente apetito de proteínas de la nación asiática.
La decisión de implementar el cepo cárnico, si bien en términos instrumentales fue tomada por el presidente argentino Alberto Fernández, correspondió al diputado Máximo Kirchner, según se supo luego de un mensaje de WhatsApp enviado por error a un grupo de productores por el secretario de Agricultura, Jorge Solmi.