Ya está prácticamente confirmada la continuidad de la fase “Niña” durante el período estival en el hemisferio sur, lo que implica que, tal como ocurrió en las últimas dos campañas, tanto el maíz temprano como la soja de primera tienen altas probabilidades de experimentar restricciones hídricas.
Climate Prediction Center e International Research Institute for Climate and Society (CPC/IRI) se encarga de modelizar geográficamente el probable impacto de la restricción hídrica y las noticias al respecto no son favorables.
La modelización muestra que para el último trimestre de este año se prevén precipitaciones inferiores a las normales en el extremo sur de Brasil, Uruguay, buena parte de la zona pampeana argentina y NEA.
La cuestión es que tanto el norte de la zona pampeana como el NEA están atravesando ya una restricción hídrica –en algunos casos preocupante– que podría tornarse crítica en caso de cumplirse el pronóstico de CPC/IRI.
Se trata de la zonas agrícolas argentinas que aportan buena parte de la producción de maíz temprano, lo que podría generar un déficit de oferta del cereal a partir de marzo/abril de 2023.
En tal escenario, los productores esperarían que se recomponga la situación de humedad hacia fines del presente año para poder realizar siembras tardías o de segunda de soja y maíz, las cuales –en caso de poder desarrollarse– serían recolectadas recién hacia mediados del año que viene.
En términos de liquidez de la cadena agroindustrial, la situación climática representa un desafío importante porque en las regiones afectadas los cultivos de trigo van a camino a generar rendimientos menores a los potenciales.
Parte de la menor oferta probable generada por las regiones afectadas podría eventualmente ser compensada por las zonas que cuentan con buenas reservas de humedad y que no serían alcanzadas por el pronóstico de precipitaciones menores a las normales, como es el caso del centro, sudeste, sur, sudoeste y parte del oeste de Buenos Aires, además del sector este de Entre Ríos.