Algo por demás llamativo está ocurriendo en el complejo cerealero argentino. El gobierno de Javier Milei anunció la intención –que debe ser validada por el Congreso– de aumentar derechos de exportación para todos los productos con una alícuota del 15%.
Desde ese anuncio, como al momento de declarar un embarque queda fijado el valor FOB junto con la alícuota del derecho de exportación, se viene realizando una avalancha de registraciones de exportaciones de maíz, cebada, malta, harina y hasta afrechillo de trigo. Pero no es el caso, extrañamente, del grano de trigo.
La filial argentina de Viterra y Grobocopatel Hermanos registraron ventas de trigo 2023/24 poco antes de la devaluación instrumentada por el gobierno de Milei, quien procedió a cerrar el registro el 11 de diciembre. Sin embargo, desde la apertura del mismo (14) las declaraciones realizadas son bajas teniendo en cuenta incluso el volumen de mercadería ya comprado.
El último dato oficial disponible muestra que, con declaraciones de exportaciones de trigo 2023/24 por 530.340 toneladas, los exportadores cuentan con compras de ese producto que suman 3,79 millones de toneladas, de las cuales 1,32 millones tienen precio abierto (ventas “a fijar”).
Con el gobierno de Milei la gestión de los precios FOB de trigo pan, fijados por la Secretaría de Agricultura, comenzó a realizarse en función de la situación real de mercado y no como “herramienta” recaudatoria, dado que, al subir por demás dicho valor, es factible entonces aumentar de manera indirecta la recaudación por derechos de exportación.
Está claro que todos los esfuerzos administrativos y logísticos del sector exportador están puestos en el maíz –en primer lugar– y en la cebada, mientras que el trigo quedó completamente relegado.
De hecho, a la fecha se registraron embarques de cebada forrajera para el mes de enero de 2024 por 627.000 toneladas, mientras que, en el caso del trigo, ¡aún no se declaró una sola tonelada por embarcar para el primer mes de año!
La razón detrás de ese comportamiento aparentemente extraño podría sustentarse en un factor geopolítico: el trigo argentino cuenta con una gran ventaja competitiva al estar resguardado por el Arancel Externo Común (AEC) del Mercosur. Y Brasil es, casualmente, uno de los mayores importadores del trigo del mundo.
La cuestión es que Milei no tiene la mejor de las relaciones con su par brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien acaba de sufrir un desaire con el retiro de la Argentina del bloque de los BRICS, que Brasil integra junto a China, Rusia, India y Sudáfrica.
En tal contexto, no puede descartarse que el trigo sea puesto por el gobierno brasileño, con un volumen considerable, en la lista de excepciones del AEC, lo que permitiría a los molinos brasileños gestionar importaciones del cereal de Rusia, EE.UU. y Canadá sin el pago de aranceles. En tal caso, el FOB argentino descendería varios escalones, lo que implica que aquellos que ya registraron ventas externas para “fijar” el pago del derecho de exportación podrían eventualmente tener que asumir un perjuicio económico.
La canciller del gobierno argentino, Diana Mondino, optó por mantener a Daniel Scioli como embajador en Brasil, quien proviene de la administración de Alberto Fernández, con el propósito de intentar evitar sorpresas desagradables en lo que hace a la relación comercial que mantienen ambos países. Pero Scioli, con su espléndida sonrisa, no puede hacer “magia” si las relaciones finalmente se complican por demás.
Es tipico del desequilibrado ebrio de poder anunciar algo que molesta a alguien para que despues ese alguien vaya a besarle el anillo de rodillas y concederselo.
Desgraciadamente el sector va a caer en ese juego de supervivencia.
Es lo que agrada al dictador