En Mendoza, a partir de 2019 se conformó por iniciativa de COVIAR y de INTA La Consulta, la ONG Mujeres de la Viña, que nuclea a mujeres productoras que, por una u otra razón, quedaron al mando de sus viñedos. Son más de dos decenas las integrantes de este grupo, que van dando pasos hacia una integración que trasciende las coyunturas y se proyecta como una salida real y factible para que todas ellas logren mantenerse como productoras. Incluso, han conformado una empresa formal y ya elaboran vinos con marca propia: Apasionadas.
Bichos de Campo estuvo en San Carlos, en Mendoza, en plano valle de Uco, donde cada una de ellas tiene su propia historia, y entrevistó a cuatro de estas mujeres de la viña para que reconstruyeran esta historia en común. La comparten con generosidad.
María Elena Salomón recibió de golpe y porrazo 2,5 de viñedos y no sabía como manejarlos. Tuvo que esperar a jubilarse como docente, en 2018, para prestarle la debida atención y comenzar a capacitarse. Cuando concurrió a los organismos tecnológicos, la invitaron a sumarse a un nuevo proyecto asociativo del cual fue socia fundadora.
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-Ya eras una “mujer con viña”. ¿Pero cuándo te convertiste en una “Mujer de la viña”?
-Resulta que yo, en 2009 había recibido una viña de dos hectáreas y media, en un reparto de bienes, justo para el tiempo de cosecha y no sabía nada del tema, no sabía qué hacer. Empecé a capacitarme y poco a poco me fui convirtiendo en viñatera. En marzo de 2018 me jubilé y pasé a tener más tiempo, cuando en octubre de ese mismo año, por iniciativa del Centro de Desarrollo Vitícola, que depende de COVIAR (Cooperación Vitivinícola Argentina), y del INTA La Consulta, fui invitada junto a otras mujeres viñateras a formar una agrupación. La misma empezó como asociación civil “Mujeres de la viña”. Y más tarde, conformamos una sociedad anónima para agregar valor a nuestras uvas, elaborando nuestros propios vinos, y poder comercializarlos. Al vino les pusimos por nombre “Mujeres de la viña – Apasionadas”.
-El perfil de ustedes no es el de mujeres adineradas con grandes viñedos. ¿Cómo fue la primera reunión?
-Yo me acababa de jubilar y quería ocupar mi tiempo. Al principio nos congregamos 8 mujeres de distintas edades, con distinta formación y condición social, unas con 30 años de experiencia, al frente de una viña, y otras, como yo, que recién nos estábamos capacitando. Una tiene una hectárea y, la que más tiene, apenas cuenta con 12 hectáreas. Después se fueron sumando más mujeres, y hoy somos 20, más dos técnicas que nos asesoran: Federica Agüero, de COVIAR, y Cintia Valverde, de INTA. Yo estoy contenta de que hoy se ha dado esta visibilidad de la mujer y después de 5 años como Mujer de la viña, lo veo como los mejor que pudo pasarme.
Viviana Lencina tiene, con su esposo, un emprendimiento familiar de elaboración artesanal de vino, en La Consulta. Es decir que la bodeguita puede producir hasta 12.000 litros o 16.000 botellas al año. Ellos son oriundos de la provincia de Buenos Aires, y viven en la provincia de Mendoza, más precisamente en el Valle de Uco, por elección. Un día, las Mujeres de la Viña acudieron a su pequeña bodega para pedirle elaborar su propio vino a modo de aprendizaje. Así pasaron de productoras a elaboradoras de vino.
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-¿Cómo fue aquella primera elaboración?
-Como se elaboró en casa, me ofrecieron integrarme al proyecto de Mujeres de la Viña, y me sumé. Esa primera vez elaboramos unos 200 litros con uvas Syrah, del INTA. La única que sabía hacer vino era yo, entonces hicimos todo el proceso, moler la uva, prensar, pisonear, descubar y finalmente se embotelló en diciembre de 2019. Lo etiquetamos con el nombre “Nuestro vino”, porque aún no habíamos pensado la marca. Nos repartimos 12 botellas para cada una, que disfrutamos en familia y con amigos, y salió muy rico. Después, en 2020 decidimos elaborar un vino con las uvas Malbec y Merlot, de las productoras, y en las instalaciones del INTA. Salieron 600 botellas y lo etiquetamos en 2021, con el diseño de una de las chicas. Con ese vino creamos la marca registrada “Mujeres de la Viña –Apasionadas-“. Fue con esas dos cepas porque dos chicas no habían podido venderlas. Entonces, con la ONG se los compramos y les pagamos bien, en 2 veces, porque a veces te pagan en 6 o 9 cuotas.
-Entonces en 2021 ya se comenzaron a profesionalizar.
-Ese año decidimos llevar, cada una, 10 tachos de 20 kilos de uvas Malbec. Por ahora seguimos elaborándolo en el INTA con una edición limitada, mejorando las técnicas de vinificación. La municipalidad de San Carlos nos ha cedido un terreno, donde pensamos levantar nuestra propia bodega.
Graciana Poloni continúa junto a sus hermanos con la finca que comenzaron sus abuelos, quienes llegaron a San Carlos desde Treviso, Italia, y crearon un viñedo en el paraje Altamira, dentro del distrito de La Consulta, al sur del Valle de Uco. También se sumó de entrada a este proceso cooperativo.
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-¿Siempre estuviste vinculada al trabajo de la viña?
-No, lo estoy retomando ahora, pero desde chicos veníamos a ayudar, teníamos unos tachitos de cosecha para juntar la melesca, que es la última uva que va quedando en el parral durante la cosecha, y nos daban una fichita. Ese amor que nos inculcaron desde niños, nos dejó la pasión por la viña para siempre. Pero los mayores nos mandaron a estudiar, en busca de mejor futuro, y ahora que nuestros padres se hicieron grandes, decidimos recuperar esta vieja viña, que tiene más de 50 años. Como es la época del rebrote, justamente estoy dejando dos brotes para bajar esos sarmientos y hacer los mugrones para sacar nuevas plantas de ese mismo pie de 50 años.
-Y en este regresar te encontraste con un grupo de mujeres que estaban en situaciones parecidas a la tuya.
-Como no había podido adquirir un saber agronómico para el manejo profesional durante todo el año de la viña, me sumé a las Mujeres de la Viña, con las que nos damos una mano cada día. Porque el saber hacer un vino empieza en la cepa, en el riego manual, que es por surco, en la sanidad. Y es un desafío hacer productiva cada parcela.
-¿No compiten entre ustedes?
-No, intercambiamos experiencias en cuanto al sistema de poda, nos visitamos cuando sufrimos alguna contingencia, como una helada, etc., nos ayudamos a conseguir insumos más baratos, nos prestamos herramientas, compartimos saberes, de cómo coser la tela, quién puede cambiar palos y demás. Nos juntamos cuando hacemos capacitaciones.
-El paso final fue integrar parte de la uva de cada una en un solo vino, el de ustedes.
-El vino es el que nos unifica a todos. Como el 90% de la producción de Mujeres de la Viña es de Malbec, elegimos hacer un solo varietal con esta cepa. Y dos blends, uno tinto y otro blanco.
-¿Qué te aportó la compañía de otras mujeres?
-Esperanza, ánimo, ganas, ilusiones, porque nos da la esperanza de alcanzar rentabilidad. Al estar legalmente constituidas, hemos podido acceder a varios programas.
Finalmente entrevistamos a Alicia Caraballo es la presidenta de la ONG Mujeres de la Viña. Su historia tiene una impronta muy personal, porque fue ella la que le pidió a su padre, hace mucho tiempo, hacerse cargo de algunas hileras de la finca familiar, para producir con criterios propios.
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-¿Alicia, desde cuándo vos sos una “mujer con viña”?
-Desde chica, mi padre fue productor de uvas y de manzanas. Hace mucho que me enamoraban las viñas, porque la vitivinicultura estaba en auge en el Valle de Uco. Y hace unos 10 años le dije a mi padre que quería poner unas hileras. Mi padre lo esquivaba, pero hace 8 años lo convencí y me fui a vivir a la finca para mostrarle que había que darle otra impronta, cambiar el entorno, pensar en hacer vino y enoturismo, por ejemplo. Pasó un tiempo y me encontré con estas mujeres, y todas teníamos el mismo objetivo hacia adelante, de aprender a manejar la viña hasta lograr hacer nuestro vino, que ya hemos concretado.
-Siempre hubo “mujeres de la viña”, pero muchas veces se las invisibilizaba.
-Tal cual, en nuestro Valle de Uco la figura del contratista estuvo muy arraigada, porque había grandes terratenientes que los contrataban junto a sus parejas. Y era el matrimonio que trabajaba la viña, pero a la hora de tomar decisiones, lo hacía el patrón con el contratista, pero la mujer no participaba. Acá hay un grupo mujeres, que podan, atan, desbrotan, capacitadas y con amor a las viñas, que con nuestra asociación queremos poner en valor.
-En principio demuestran que perfectamente una mujer puede trabajar la viña.
-Sí, hemos conseguido romper con aquel mandato social de que sólo el varón podía seguir con el trabajo agropecuario en la familia. Hoy somos mujeres productoras agropecuarias, y hemos querido dar un paso más, de ser elaboradoras de vino. Comprobamos que se puede compatibilizar con hijos, pareja, con otro trabajo en paralelo, manejando personal, sentarnos a negociar con otra bodega. Pero además logramos transmitir a las nuevas generaciones nuestro amor a la viña.
-Si bien han conformado una sociedad anónima para poder comercializar sus vinos, tienen un límite de producción.
-Entre las 20 socias tenemos un total de 250 hectáreas en producción, pero bien podremos expandirnos y sumar otros viñedos, creando otros varietales. Porque lo lindo de esto es que la creatividad está en nuestro paladar y en nuestras manos, y en cada botella estamos nosotras con nuestra historia.