Durante su exposición en el Congreso CREA 2025, llevado a cabo en Tecnópolis, la economista Elisa Belfiori les dio a los productores un golpe de realidad y advirtió que el cambio climático ya se volvió una “cuestión personal” para el agro.
Si hubo algo que no cosechó fueron caras de estupor o incredulidad, porque de hecho este es un tema que ha ganado muchas casillas en la agenda del sector. A tal punto, que la erosión de los suelos y la alternancia entre inundaciones y las largas sequías, cada vez más frecuentes, le ha dado impulso a la búsqueda de alternativas y planteos sustentables.
En eso justamente se detuvo la especialista en economía del cambio climático que llamó a los productores a poner particular énfasis en las mediciones para hacer valer esos esfuerzos cada vez más extendidos en los campos argentinos.
“¿Ustedes saben cuánto carbono captura el suelo de sus campos? Tienen que medirlo. No hay manera de poner en valor ese servicio si no se lo cuantifica”, expresó Belfiori, que rescata que “los productores argentinos, con el uso masivo de la siembra directa, han hecho mucho más que otros para proteger la tierra y en regular las emisiones”, y que por eso hay que poner en valor el aporte.
De hecho, lo dice más allá de la cuestión económica, sino pensándolo como una inversión a futuro de un sector que necesita de un ecosistema sano. Más aún teniendo en cuenta que, asegura la especialista, en los últimos 70 años las emisiones se multiplicaron.
“¿Por qué si se avanzó tan poco el campo debería hacer algo por el cambio climático? Porque al campo le conviene. El clima es un insumo para el campo, al campo le conviene que el clima acompañe. Si el clima no acompaña, perdemos cosechas y noches de sueño”, destacó.
Ese cambio de enfoque, bajado a tierra y alejado más bien de lo aspiracional, la Agenda 2030 y la mirada apocalíptica, es, cuanto menos, una forma distinta de entrarle a la discusión dentro de lo sectorial.
En definitiva, por fuera de las grandes discusiones globales -llámese “agenda woke”, “negacionismo climático” o como fuere- el productor de a pie lo sufre de forma concreta con las pérdidas que ocasionan las olas de calor y sus plagas, las heladas fuera de temporada, las precipitaciones tropicales o las sequías que duran años.
“Eso hace que el cambio climático deje de ser una estadística y empiece a volverse algo personal para el agro. Ya no es una agenda impuesta, sino algo que nos afecta de primera mano”, reafirmó la economista.
De ahí su insistencia en la medición, pues considera que será la única forma de que los productores puedan adaptarse a esta “nueva normalidad” y evaluar la forma de encarar el futuro. Incluso esa noción, la del futuro, dice Belfiori que queda desenganchada de la lógica de la producción.
“El cambio climático es algo que a veces se asocia con un problema futuro, de las próximas generaciones, pero para el campo no existe ese concepto”, afirmó, a propósito de que, en el agro, esa diferencia no es tan notoria, y que, además, ya se ven hoy esos supuestos efectos a largo plazo.
“Para el agro, el cambio climático ya está aquí”, concluyó.