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La breve pero efectiva historia de Gensus: Un grupo de argentinos se quedó con un negocio de Monsanto en el país y está logrando lo que la multi nunca pudo hacer

Bichos de campo por Bichos de campo
2 noviembre, 2022

Es necesario hacer un racconto para entender esta historia. En 1996 Monsanto lanzó en la Argentina la primera soja RR, por la que nunca pudo cobrar regalías. A los dos años presentó el maíz Bt y en simultáneo también llegó el primer algodón transgénico del mundo. Para comercializar esa última variedad en el país, compró una planta semillera a la que bautizó como Genética Mandiyú. Quedaba en Avia Terai, en el corazón de lo que era el Chaco algodonero.

A los pocos años Monsanto lanzaba nuevas generaciones de estos transgénicos, pero a diferencia de la primera oleada, pretendía que los productores que utilizaran sus tecnologías les reconocieron regalías. Eso fue posible en el mercado de semillas de maíz, donde se utilizan híbridos que deben renovarse cada año. Pero con la soja Intacta RR2 se les complicó: Como se trata de una autógama, la falta de controles efectivos por parte del Estado y el atraso una ley de Semillas sancionada en 1972 que ni siquiera contemplaba este tipo de tecnologías biotecnológicas, provocó un viva la pepa que se mantienen hasta nuestros días. Solo un 18% de la semilla de soja paga los derechos de propiedad intelectual a sus desarrolladores.


Por ser una economía regional y mover menos dinero que la soja, el algodón salió de foco cuando Monsanto batalló en los tribunales europeos contra el Estado Argentino, o cuando implementó un sistema de controles compulsivos de los camiones en los puertos. Pero el algodón también sufrió la situación. Eso convenció a Monsanto a no lanzar nunca en el país su segunda tanda de transgénicos, el algodón Flex. También forzó su decisión de abandonar el negocio y poner en venta Genética Mandiyú. Un año después, discontinuaría su negocio de semillas de soja. Y en 2018 finalmente Monsanto desaparecería absorbida por otro coloso de los agronegocios, llamada Bayer.

La venta del negocio algodonero de Monsanto en el país sucedió en 2016 y Alejandro Fried, uno de los socios del grupo que decidió hacerse cargo de esa semillera de algodón, la única que vende semilla certificada en el país, ahora recuerda a Bichos de Campo esta particular historia. Pablo Vaquero, un ex ejecutivo de la empresa estadounidense, supo de la posibilidad y convenció a la empresa agrícola Cazenave y Asociados de embarcarse en la aventura. A la nueva empresa la llamaron Gensus SA. Se hicieron no solo cargo de la planta sino de aquellos primeros algodones transgénicos que Monsanto había presentado en 1998: el Bollgard (BG-RR), resistente a plagas y tambien al herbicida glifosato.

Mirá la entrevista con Alejandro Fried:

-Cuando dejó el negocio de algodón Monsanto argumentaba que, como con la soja, no cobraba lo que correspondía por sus desarrollos tecnológicos.

-En efecto no tuvo buenos resultados. Nosotros los datos que tenemos son recién de 2016. En ese momento, el reconocimiento -entre semilla fiscalizada y lo que pagaba el productor como regalía- no era más del 15% de la superficie total sembrada con algodón.

Luego de las negociaciones con Monsanto, recuerda Fried, los socios de Gensus se propusieron hacer “un esfuerzo de ordenar el mercado de forma tal de que el productor empiece a reconocer el valor” de las tecnologías en semillas, para así “devolver la inversión que se hace en investigación”.

-¿Y cómo les fue?

-Ese fue un compromiso que nosotros asumimos al momento de la compra e independientemente de los hechos que fueron ocurriendo después. A cinco años a la vista, cumplimos. Empezamos a trabajar con toda la cadena de valor, porque éramos totalmente desconocidos. Empezamos a hablar con el productor, obviamente, pero también con el que hace el desmote, el que hace el deslinte, el que trabaja en la genética (sigue siendo el INTA el proveedor de la mejor genética adaptada al país). Y con todo eso empezamos a mostrar de que hay un camino virtuoso y que la semilla se puede mejorar. Hicimos un estudio en aquella época y  estábamos tres generaciones atrasado en eventos biotecnológicos.

 

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Un detalle importante para entender esta historia es que Gensus SA maneja la única planta semillera de algodón certificada por el INASE (Instituto Nacional de Semillas) en la Argentina. La semilla de algodón se obtiene de un proceso llamado deslintado, que consiste en separar una fibra que recubre cada semilla que va a ser implantada. Las deslintadoras no son demasiadas tampoco y constituyen un cuello de botella de la actividad, por lo que -a diferencia de lo que sucede con la soja o el trigo- es más fácil hacer los controles contra la informalidad en esta etapa del proceso industrial.

Hábiles o por lo menos no tan burocráticos como los ejecutivos de la multinacional, los socios de Gensus también hicieron acuerdos con el INASE y con los gobiernos provinciales interesados en tener una mejor calidad de semilla de algodón para sus productores. En el caso de Chaco, por ejemplo, la semilla fiscalizada que el gobierno entrega a los productores más pequeños proviene de este semillero.

En el Chaco, que recuperó su lugar como mayor provincia algodonera, la Provincia subsidia a los productores con… semilla de calidad

Otra situación, definida por Fried como “un hecho desafortunado”, fue que Monsanto decidió durante mucho tiempo no introducir en el país el algodón transgénico de segunda generación, el Flex, como medida de represalia porque no podía cobrar las regalías correspondientes. Eso provocó que esos eventos transgénicos ingresaran por la puerta de atrás. Muy pronto había una gran cantidad de algodón OGM que ni siquiera había sido aprobado por las autoridades.

Rememora Alejandro: “Entonces era importante que las autoridades empezaran a controlar la presencia o no de esos eventos no autorizados y se dio toda una sinergia. Nosotros en el primer periodo de trabajo introdujimos tres nuevas variedades de INTA que estaban ahí como esperando que alguien las viniera a comercializar. Eran desarrollos muy buenos del INTA, basados en el único evento de biotecnología que tenemos”.


-El Estado siempre dice que controla pero pocas veces tiene éxito. ¿Funcionaron esos controles?

-Empezamos en 2016 en el 15% de semillas fiscalizada. El año pasado se cerró en un 52% y nuestra expectativa es que este año cierra alrededor del 60%. Para una autógama se trata de un reconocimiento muy alto del valor de la tecnología. Ese es el porcentaje que estamos estimando para este año. Pero insisto en un concepto primero que es el del caracol: nosotros somos una pyme que estamos acá y que lo que hacemos es semilla de calidad. Tratamos de darle la mejor tecnología disponible al sector y al mismo tiempo tratamos de generar nueva tecnología.

-Pero ustedes no son Monsanto. ¿Qué nuevas tecnologías están pensando?

-Estamos en un proyecto de edición génica con una empresa de Rosario para tener productos que sean resistentes a malezas. Y también queremos acelerar el proyecto de germoplasma de INTA. Es decir, esta es nuestra contribución. Lo que hacemos es hacerlo de cara a la cadena productiva.

Una visita al vestuario del equipo INTA Sáenz Peña: ¿En qué está pensando el único criadero del algodón que tiene la Argentina?

-¿Y sienten que la cadena algodonera está valorando tener una oferta de semilla certificada de calidad?

-Creemos que sí. Lo que sí es cierto es que nos falta un montón. Si comparamos la situación con la de Brasil, en materia de oferta tecnológica estamos muy atrás. Hoy estamos con siete germoplasma en Argentina, y en Brasil debe haber alrededor de los 100 tipos de germoplasmas de algodón. En biotecnología seguimos solo con un evento contra 25 que tiene en este momento Brasil.

-¿Y qué implica este atraso tecnológico?

-Hicimos un trabajo con Pablo Vaquero, presidente de la empresa, y demostramos de que si Argentina empezara a adoptar parte de la biotecnología y el germoplasma que hay en Brasil, en menos de diez años podríamos haber estado duplicando la cantidad de hectáreas y casi más que duplicando la cantidad de kilos por hectárea que logra el productor.

Etiquetas: alejandro friedalgodón transgénicoavi teraichacogensusley de semillasmonsantopablo vaquerosemilla certificadasemillassemillas de algodóntransgenicos
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Comentarios 2

  1. Belen says:
    3 años hace

    Alimentos hibridos para crear humanos hibridos. Por que tenemos que comer tanta porqueria? Para morir lo antes posible o tener cancer?? Monsanto Bayer esta en juicio internacional por todo el veneno toxico GLIFOSATO con que fumigan las plantaciones, envenenan de manera respiratoria a la población, envenenan alimentos y destruyen los suelos. Todo lo que es supuestamente resistente a sequias es una propaganda nueva que va con la mentira del cambio climatico ( que en todo caso será provocado porque existe robo de nubes y sequias en cpnsecuencia) no necesitamos venenos como el GLIFOSATO. Vamos a morir todos de cancer y de problemas metabolicos HIPOTIROIDISMO / HIPERTIROIDISMO provocado por el veneno en el medio ambiente. Todo esto está en contra de la salud de la población.

  2. Oscar Montandon says:
    3 años hace

    Creo que el cambio climático nos va a llevar a tener semillas adaptadas genéticamente para que resistan las sequías y la falta de agua

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