En estos momentos en que muchas cosas en el Inta (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) está bajo revisión, los científicos Oscar Taboga y Sebastián Asurmendi (responsables respectivamente de las áreas animal y vegetal del Instituto de Biotecnología que funciona en el INTA Castelar), realizan una sustanciosa defensa del rol que le cabe al sector público en la generación de investigaciones propias y sobre todo como “semillero” del cual abrevan luego también muchas empresas de aquí y el extranjero.
Te recomendamos disponer de un rato para mirar la extensa charla con ambos especialistas:
En el Instituto de Biotecnología del INTA Castelar trabajan unas 160 personas, entre investigadores, becarios y personal auxiliar. Como un porcentaje alto de ellos también son investigadores del Conicet, se ha decidido que ese instituto pase a tener una “doble pertenencia” de ambos organismos.
Preguntamos: ¿Por qué es necesario que el Estado se involucre en la investigación en biotecnología? Nos responde Asurmendi: “Porque hay que entender los mecanismos que se quieren modificar. Con esa información uno puede hacer biotecnología de impacto. Generar ese conocimiento es uno de los roles de un Instituto de Biotecnología como el nuestro”.
Ambos dicen además que la Argentina debe desarrollar sus propios desarrollos transgénicos para eventualmente cobrar royalties por ellos. “Lo interesante es generar con compañías locales ese conocimiento y que nos paguen royalties a nosotros en vez de pagarlos”, apunta Taboga.
¿Y son buenos los científicos del sistema público? “Tenemos muy buen nivel. Nosotros somos un Instituto que además tiene como misión formar recursos humanos. Que se vayan a trabajar luego a uno u otro lado depende del mercado. En alguna instancias hay más tentaciones por irse a trabajar en la industria privada y no está mal. Pero el semillero es el Estado”, nos dice Taboga.
“Somos capaces de producir buena gente para trabajar en esta temática. Luego algunos pueden irse a la parte privada en el país, peor la mayoría se va afuera”, completa su par de Biotecnología agrícola.
Les recordamos que muchos productores critican con severidad a los técnicos del INTA porque parecen vivir en una burbuja, desconectados de los problemas del agro. Asurmendi recoge el guante sin problema. “Parte de la gente que hace ciencia en el país tiene algunos problemas de conexión con la parte productiva. Lo vemos y hay mucha gente tratando de solucionarlo”, admite.
Pero a la vez advierte que, como organismo público, “tenemos un cierto nivel de productividad que por supuesto podría ser superior. La gran diferencia con lo que son más productivos tiene que ver con el nivel de la inversión que uno haga para alcanzar sus objetivos”.
En ese sentido, Taboga pidió a los productores que entiendan que el Estado debe “atender algunos aspectos que un privado desatendería cuando está en la lógica de recuperar la inversión solamente”.
“El INTA estudia no solo algunos desarrollos biotecnológicos que tienen algún viso de comercialización sino que estudia además las consecuencias de esos desarrollos biotecnológicos”, aclara. Y usa como ejemplo la aparición de malezas resistentes al herbicida glifosato.
“Tener masa crítica del lado del Estado permite ver y analizar qué va a pasar con ciertas tecnologías que se utilizan en el campo”, insistieron los científicos.
Tanto el área Verde como el área Roja del Instituto de biotecnología del INTA tienen como objetivo mandante “tratar de entender distintos mecanismos que impactan en la actividad y encontrar la función de determinados genes”.
En el área vegetal, por ejemplo, un grupo de trabajo está intentando por estos meses retardar la senescencia del girasol, para mantener la planta verde por más tiempo e incrementar así la productividad del cultivo. Ninguna compañía privada está haciendo biotecnología con el girasol, ya que no mueve la brújula del mercado agrícola internacional ni las ventas de insumos.
Ver: Estudian genes involucrados en el rendimiento del cultivo de girasol
“A más largo plazo hay grupos que se dedican a entender por qué un genotipo tiene distintas respuestas a diferentes ambientes, la epigenética, que es una especial de materia oscura del genoma, un conocimiento que hasta ahora no se tenia en cuenta”, abunda Asurmendi. En bambalinas reconocerá que ese tópico tan oscuro es el tema de su propia investigación.
Taboga afirma, por su lado, que “en el área animal nos concentramos la interacción entre determinados patógenos que afectan la salud de la ganadería y su hospedador. ya que es bastante irracional diseñar una vacuna si antes no conocemos el patógeno”.
Como ejemplo a este enfoque vinculado con la sanidad animal cita los estudios que se están realizando para cuando eventualmente la Argentina deje de vacunar contra la fiebre aftosa, como pretenden otros países de la región. “La aftosa tiene una excelente vacuna pero estamos cerca de erradicarla. Por ahí cuando la erradiquemos finalmente sea riesgoso tener una planta con mucho virus. Acá estamos desarrollando vacunas recombinantes que podrían darnos esa seguridad”, indica.
Ver Daniel Salamone: “Queremos producir cerdos con órganos que sirvan para trasplantes humanos”
Preguntamos: ¿Se sienten valorizados por la sociedad? Responde uno pero la respuesta podría caberle al otro: “La valorización de la sociedad es cambiante. Si es por el sueldo, casi siempre no (nos sentimos valorizados). Si es por la percepción, a veces somos ignorados y otras somos puestos en valor”.
Comparto plenamente con los investigadores su apreciación sobre el desarrollo de investigaciones de aplicación de carácter biotecnológicas como la transgénesis, por parte de INTA. E indudablemente tiene valor estratégico para un país tener y formar RRHH en esta área interdisciplinar. Lo que se debería mejorar es la comunicación por parte de INTA, sobre los eventos desarrollados y sus aplicaciones útiles para la producción, y sobre su manejo con criterios de bioseguridad agrícola. Sobre el tema abundan opinólogos sin formación que confunden a la sociedad en su percepción. En este sentido INTA debería estar más comprometida y hace saber a la sociedad en lenguaje coloquial, pero comunicado por científicos y tecnólogos con autoridad para informar con seriedad.