La Argentina está liderando un conjunto de diez países, por ahora no demasiado numeroso pero sí importante en materia agrícola, que está reclamando internacionalmente que no se le impongan a los desarrollos obtenidos por técnicas de edición génica las mismas engorrosas y caras regulaciones que durante los últimos veinte años modularon la liberación al mercado de organismos genéticamente modificados (OGM) o cultivos transgénicos.
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La Secretaría de Agroindustria informó este lunes que el país presentó formalmente ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) una nueva Declaración en favor de la edición génica, en el marco de la 74° Reunión del Comité de Medidas Sanitarias y Fitosanitarias (SPS) que tuvo lugar en Ginebra, Suiza.
El pronunciamiento de la Argentina contó con el apoyo explícito de diez países hasta el momento. En principio, la avalaron los gobiernos de Brasil, Paraguay, Uruguay y Chile, ya que la declaración había sido acordada en septiembre pasado durante la reunión del Consejo Agropecuario del Sur (CAS) en Buenos Aires.
Pero una vez que se dio a conocer el contenido de la presentación ante la OMC, el organismo que estbalece reglas para el comercio a nivel global, se recibieron declaraciones de apoyo adicionales por parte las delegaciones de países pertenecientes a otras regiones, incluyendo Canadá, Colombia, Estados Unidos, Sudáfrica y Honduras. Hasta ahora, y como ya es costumbre, el bloque más reticente a no regular los avances de la edición génica es la Unión Europea.
En la declaración impulsada desde la Secretaría de Agroindustria se llama a la comunidad internacional “a reconocer que los productos de estas nuevas biotecnologías pueden ser abordados adecuadamente por los marcos regulatorios y las normas de seguridad existentes, de tal modo que se eviten distinciones arbitrarias respecto a otros equivalentes que se obtienen mediante otros métodos de producción”.
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En criollo, esto quiere decir que la edición génica -a diferencia de los transgénicos- no incorporar genes de otras especies en determinado ADN, ya que solo se limita a “editar” o “anular” rasgos genéticos de una misma especie. Por lo tanto, este grupo de países considera que las regulaciones para la aprobación de esos cultivos mejorados no debería pasar el exigente tamiz al que han sido sometidos hasta ahora los OGM.
“Los cultivos mejorados por edición génica tienen el potencial de desempeñar un papel fundamental para abordar los desafíos que enfrenta la producción agrícola, contribuyendo a aumentar el suministro de alimentos y otros productos agrícolas, de manera sostenible”, consideró el pronunciamiento liderado por la Argentina.