La fiebre aftosa tiene, por lo menos, 504 años sobre la Tierra. La primera mención sobre la enfermedad fue hecha por un monje en Venecia en 1514 y, más de 380 años después, en 1897, los investigadores Loeffler y Frosch comprobaron que era causada por un agente viral. El hallazgo constituyó la primera descripción de una enfermedad causada por virus en animales- Por eso fue fundante de la virología como disciplina científica.
Los datos forman parte de un artículo publicado por la Revista RIA, publicada por el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria). El título es sugerente (“Fiebre aftosa: el riesgo sigue vivo para la ganadería mundial”), en momentos en que países vecinos a la Argentina, en especial Brasil, están dando los primeros pasos para desactivar los planes de vacunación contra la enfermedad, detrás de la quimera de ser reconocidos por “libres sin vacunación”.
Con esta publicación, el INTA parece desaconsejar ese camino.
En su racconto sobre la historia de la aftosa, el INTA reconoció que esa enfermedad cruza incluso su propia historia. Creado en 1956, INTA dedicpó mucho esfuerzo a tratar de entender el virus. Y así sucedió que “una de las innovaciones más recordadas de la historia del instituto es el desarrollo de la vacuna antiaftosa oleosa polivalente por el científico Scholein Rivenson, cuya formulación permitió extender el efecto inmunológico y sentó un antecedente mundial”.
Ver El presidente del Senasa dice que la Argentina seguirá vacunando contra la fiebre aftosa
Según el INTA, fueron ese y otros avances los que permitieron que la Argentina sea considerada ahora como “un país libre de fiebre aftosa con vacunación en la mayor parte del territorio –a excepción de la Patagonia y los Valles de Calingasta en San Juan que tienen el estatus oficial de libres de fiebre aftosa sin vacunación–, reconocido por la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE, según la sigla en inglés)”.
El organismo, de todos modos, advirtió que todavía “hay vastas extensiones del planeta, principalmente en África y Asia, donde los animales carecen de una cobertura vacunal apropiada y el virus –que no se transmite a humanos– circula libremente hasta alcanzar condiciones endémicas”.
“Este virus representa un riesgo latente para todos los países –desarrollados y en vías de desarrollo– con actividad ganadera”, subrayó el INTA, en otro tramo de su informe. Y añadió: “La virulencia, el amplio rango de huéspedes, la multiplicidad de variantes y la alta capacidad infecciosa y de contagio del virus de la fiebre aftosa explican su presencia y re-emergencia en diferentes partes del mundo y lo convierten en un problema sanitario de escala mundial, con consecuencias económicas, sociales y ambientales”.
¿Por qué es tan potente la aftosa? Según los investigadores estatales, hay tres factores que lo explican: se transmite con facilidad entre animales susceptibles, incluso a través del aire ; puede modificar su información genética a medida que se multiplica de animal en animal y, de esta manera, generar variantes; y se dispersa rápidamente en el territorio.
Otro dato científico: se estima que el virus puede viajar por el aire hasta 60 kilómetros en regiones continentales y hasta 300 kilómetros en zonas costeras.
María Gismondi, investigadora del Conicet en el Instituto de Biotecnología del INTA, explicó que el virus es altamente variable como consecuencia de que, durante su replicación, se producen mutaciones genéticas. “De esta forma, consigue adaptarse a sus hospedadores y evade respuestas inmunes previas originadas por la infección con otras cepas o por vacunación que no se ajusta a la cepa infectante”, indicó.
El virus tiene una proteína propia, la ARN polimerasa dependiente de ARN (denominada 3Dpol), que le permite hacer copias de la molécula de ARN que contiene la información genética propia del virus. “Durante este proceso, la 3Dpol comete errores, es decir no hace copias ciento por ciento idénticas al molde y eso provoca la generación de nuevas moléculas de ARN viral con algunas mutaciones, que darán origen a los pequeños cambios observados entre las distintas cepas”, argumentó Gismondi.
Ver Los ganaderos patagónicos temen por el relajamiento de la barrera sanitaria y reclaman a la Nación
El virus de la fiebre aftosa es además sensible a cambios de pH (se inactiva a niveles menores a 6 y mayores a 9) y resulta inestable a temperaturas mayores a 50°C. “Fuera del animal, puede seguir en actividad en el ambiente hasta un mes, en función de las condiciones de humedad y temperatura”, señaló Gismondi.
Por ende, si un camión transporta animales infectados con el virus y luego realiza un viaje con animales sanos, esos animales podrían contagiarse. De igual modo, si se faena un animal infectado, los productos animales permanecen contaminados luego de ese proceso y es motivo de riesgo de transmisión durante el transporte y la comercialización. Por la sensibilidad a altas temperaturas, el virus se inactiva en la carne cocida y desaparece su capacidad de diseminar la enfermedad.
En la Argentina, el último episodio de fiebre aftosa detectado fue en Corrientes en 2006 y el anterior en 2003 en Tartagal (Salta), que estuvo precedido por un brote grave de más de 2.000 focos entre 2000 y 2001, surgido un año después de la sanción de un decreto que ordenaba el cese de la vacunación obligatoria.
“La experiencia y los expertos coinciden en que la vacunación asegura el resguardo de los rodeos, apoyada en un manejo fiscalizado de la hacienda en el territorio”, afirma el trabajo. La formulación utilizada en el país contiene cuatro cepas, de las más comunes en el Cono Sur de América, y se suministra en un calendario específico según la zona en rodeos bovinos y bubalinos.
Dada la capacidad evolutiva del virus y la velocidad con que se dispersa, la mejor estrategia es tardar el menor tiempo en diagnosticarlo. En este sentido, si la enfermedad se confirma, los estudios posteriores deben aislar –lo más pronto posible– el virus para identificar la cepa que atacó, determinar si la vacuna utilizada ofrece inmunidad contra la cepa y prever estrategias de vacunación específicas para contener los focos.
Para corroborar si la inmunidad que confiere una vacuna produce protección frente a una cepa de campo –científicamente denominado protección cruzada–, el INTA junto con el Conicet puso a punto una serie de técnicas serológicas que, con buenos resultados en las experimentaciones argentinas, se transfirieron al Laboratorio Mundial de Referencia en Fiebre Aftosa para la OIE en Pirbright, Reino Unido.