Nació el 8 de enero de 1958, es el mayor de seis hermanos, está por cumplir en estos días 67 años y dice que aun siendo contador y viviendo en un mar de impuestos, es “una persona feliz”, porque hace más de 40 años está con su esposa, tiene tres hijas, cinco nietos y uno en camino (quizás cuando esté leyendo estas líneas ya haya nacido).
En otro capítulo de El podcast de tu vida, los invito a conocer esta historia fascinante de un niño, Santiago Antonio Sáenz Valiente, que desde pequeño soñaba con el comercio y los negocios (“vendíamos los rabanitos que sacábamos de la quinta de al lado y hasta le vendía los libros a mamá…”), que se crió yendo a un campo familiar en Córdoba y hoy se dedica a llevar adelante la parte impositiva de las pymes y empresas del agro.
Le gusta escribir y traducir los prolegómenos impositivos para que los pueda entender cualquiera.
Entre sus hobbies, esos que le ayudan a descomprimir tanto número, están el teatro, viajar, también volar y hasta ha hecho buceo. Pasen y disfruten…
-Dice que es una persona feliz…
-Difícil ser una persona feliz en el mar de impuestos. Aparte muchos se espantan porque dicen que yo tengo cara de malo. La actividad es muy tóxica pero se hace lo que se puede…
-Contame de tu infancia. ¿dónde fue, haciendo qué cosas, qué te gustaba hacer, cómo era ese hogar de niño donde creció “Santiaguito” o Santi Sáenz Valiente?
-Yo soy el mayor de seis hermanos, tengo casi 67 años. Y la verdad que nos llevábamos muy bien, somos tres varones y tres mujeres. Vivíamos en Boulogne, cerca de Santa Rita. Una de las cosas que hacía mucho era acompañar al lechero o al almacenero. Ya ahí empecé a trabajar de alguna manera. Mis padres se fueron jóvenes, pero fueron felices. Mi madre se dedicaba a nosotros y mi padre me marcó mucho, un ejemplo. Era contador, pero no ejercía, trabajaba en Bullrich y Cía como agente inmobiliario, era un tipo muy serio, lo respetaban mucho. Era contador, pero nunca firmó un balance. Incluso me confunden con él. Alguna vez, algún viejo que había conocido a papá me dice que soy muy parecido. Era terrible en la infancia… ahora creo no lo soy tanto. Tirábamos piedritas, poníamos algún petardo en una obra abandonada. Incluso una vez se me explotaron unos triangulitos en la cara y le quise hacer creer a mi madre que tenía varicela, de las marcas que me habían quedado.
-¿Qué te acordás de chico en el campo?
-Era el campo de mis tíos y parte de mi madre. En Córdoba, cerca de Vicuña Mackenna. Me acuerdo mucho porque pasamos desde los 8 años hasta los 14 visitándolo frecuentemente. Me acuerdo de que almorzaba con los peones, que nos hacían cuentos gauchescos divertidos. Algo terrible es que nos compramos una motoneta con mi primo a medias y la llevábamos a mi abuela atrás y ella a los gritos, porque era la de Perón, con las ruedas chiquitas, se movía mucho y la vieja pobre gritando. Salíamos a cazar perdices y liebres, nos tirábamos arriba de algún peludo. Y la pasábamos muy bien. Eran dos meses, todo enero y todo febrero. Hacíamos dulce de leche, ahí revolviendo varias horas. Muy bueno.
-Llegó el momento de estudiar y elegiste ser Contador Público. ¿Era tu plan A, tu plan B?
-No era mi plan estudiar… pero un día le digo a mi madre que yo quería trabajar, no estudiar. Ella me dijo: “Santiaguito, vení”. Me llevó a mi cuarto, cerró con llave y me dijo: “Vos podés hacer lo que quieras, pero ¡sobre mi cadáver vas a ser profesional!” De modo tal que con esa sugerencia tuve que decidirme por qué hacer. Y que se yo, a mí me gustaba hacer negocios. Imaginate que íbamos a la quinta de al lado, sacábamos los rabanitos y la lechuga y la vendíamos en la esquina. Le vendía los libros a mi madre. Y un día vendí la vida de John Kennedy. Y a la vieja se le ocurrió buscarlo. ¡No estaba más! Tuve que re-comprarlo. No sabés lo que fue…
-¿Y cómo te fue?
-Bien, por suerte, la conocí a mi mujer. Fue un acierto hacer la carrera. Pero si vos me decís, me hubiera gustado diseñar barrios privados, ser arquitecto. ¡Se me hubieran caído todas las casas! Pero bueno… Los números me darían, pero la física no.
-¿Cuándo empezaste la carrera ya tenías idea de meterte con temas rurales o no?
-Yo trabajé desde muy chico. A los 17 años. Fui al colegio en San isidro, un colegio que tiene un lema que me marcó mucho, “cumple tu misión”. Empecé a trabajar en estudios chicos, después 5 años en Deloitte. Y finalmente me fui a probar suerte con un socio. Y los primeros clientes fueron agropecuarios. Y después siempre me gustó el desafío de escribir y contar de la manera más clara y simple el tema fiscal. Porque entiendo que la gente se aburre. Y ahí sentí que como me gustaba, el campo era mi camino. Al mismo tiempo tenemos clientes no agropecuarios. La gente de campo es buena gente… y eso es muy importante. Es leal. Valora lo que hacemos. Lo que hacemos mucho es acompañarlos mucho en la etapa más difícil de las empresas familiares, cuando cada uno quiere ir por su camino. Y hay que dividirse.
-No es un tema sólo de números, hay un tema emocional también…
-Sí, claro. Mejor es separarse antes de llevarse mal. Y es terapia también, porque yo soy muy sociable y viene la gente a esta mesa (señala la mesa donde tiene la computadora apoyada), que la heredé de mi padre, y tratamos de ayudarlos a llegar a un acuerdo, y tratar de no tributar impuestos en esa división según la ley, que es totalmente lícita.
-¿Qué es lo que más te gusta de lo que hacés hoy?
-Las reuniones con los clientes las disfruto mucho. Y quedarme satisfecho con lo que logramos. El estudio ya está cumpliendo 37 años. Siento orgullo por eso. No es fácil. Ni con la DGI, ni la AFIP, ni ARCA, ni el nombre que le pongan. Es complicado el desarrollo de la profesión, pero me gusta también que en un futuro voy a poder regular mis tiempos dedicándome a mí y no ser dependiente de una gran corporación y un día te rajen para jubilarte. Estoy muy cómodo en el estudio. A la mañana me levanto y estoy más o menos contento según lo que toque. Pero lo que me interesa es que la gente quede satisfecha con el servicio que le damos. Yo estudio bastante, leo, aprendo, hay cosas que van cambiando y hay que estar preparados.
-Como preludio del pin-pong de El Podcast de tu vida te hago la pregunta animal que tiene que ver con si tenés o tuviste alguna mascota y qué vínculo te unió a ella.
-Desde que me casé no tengo perro. Pero cuando éramos chicos teníamos ovejeros alemanes feroces. Me gustaban, pero no era de ocuparme tanto. Es la verdad. Teníamos a “Don”, a “Lara”, “Aramis”, y otros más. A mi madre le encantaban los perros.
-Arrancando ahora sí el pin-pong. ¿Cómo despejás tu cabeza?
-Lo que a mí me parece que tengo que dedicarme es a encontrar justamente una distracción, un hobbie, porque te lima la cabeza este trabajo. Podría pensar en varias. Juego al golf, juego mal, pero juego. Me gusta mucho viajar. No se puede vivir viajando pero me gusta ver la vida de la gente en otros países.
-¿Has hecho teatro también?
-Sí, hice unos años, incluso 2024. Divertido. Porque hacemos skechts sueltos, no es algo exigente, que se llama humor a primera vista. Y es gracioso. Me entretiene. También veo series y películas. No me gustan las de terror.
-¿Qué te gusta ver?
-“Line of duty”, es una de detectives. De la policía inglesa. Me encantó de las primeras que vi, “24”. Otra que se llama “Mentiras”, te quedás pensando, miente ella o él. Suspenso te diría.
-¿En la cocina cómo te va?
-Mirá, lavo los platos todos los días. Tengo ese mandato. Ahora, cocinar, me gustaría. Podría ser una opción de hobbie o terapia. Tengo que ver en qué momento y bajo qué pretensión, porque no quiero ser un cheff. Hoy te puedo decir que me las arreglo… Una hamburguesa te hago (se ríe). En una época venía todos los lunes mi hija menor, tenemos tres hijas mujeres, Sofía, Victoria y Flora. Y la menor venía y cocinábamos juntos, ella improvisaba. Muy bueno.
-¿Qué desayunás?
-Trato de desayunar algo siempre antes de salir de casa. Tostadas negras o blancas pero calentitas. Con queso blanco, mermelada y quizás yogurt con cereales.
-Me decías que te gusta viajar, entonces te pregunto: ¿Qué lugar conociste y te encantó y qué lugar te gustaría conocer?
-Me quedan muchos por conocer. Soy fanático de Europa. No es tan fácil ir. Fui este año. No iba desde el Covid. Estuve en Sicilia. La pasé estupendamente bien. También en Barcelona, Madrid y los Pirineos Aragoneses. Me gusta Inglaterra, me gustaría recorrer Francia, estuve nada más que en París.
-¿Si pudieses tener un superpoder cual sería?
-Siempre soñé con volar.
-Bueno hace un tiempo hiciste parapente…
-Justamente lo hice en Sicilia. Y fue genial. Desde una montaña. Vas corriendo y en algún momento remontás. Pasamos sobre el mar. También hice ultraliviano y planeador. Me encanta el aire. También el fondo del mar.
-Si te pudieses subir al Delorean, el auto de “Volver al futuro”. ¿Qué fecha le ponés? ¿A dónde vas?
-En mi vida tuve muchos momentos lindos. Por ahí me gustaría volver a algunos. Los nacimientos de mis hijas fueron muy lindos. Cuando me casé. Cuando me recibí. Pero también tengo alegrías permanentemente con los nietos ahora. Eso lo disfruto. Y no me puedo quejar. Tengo una vida placentera. Obvio tengo que proyectar mi futuro de persona mayor haciendo más ejercicio, pero estoy bien. No es que hay un instante de mi vida que extrañe.
-Claro, el disfrute es cada día. Instantes.
-Vos sabés que Mario Masaccessi, tiene el libro, “Soltar para ser feliz”. Y me gustó mucho. Y es muy cierto.
-La última pregunta tiene que ver con que elijas un tema musical para que quede sonando.
-Andrea Bocelli me encanta. Una que canta con Sarah Brightman, también canta una muy linda con Céline Dion (“The prayer”).