Su voz se escucha algo agitada e interferida por el viento. Mientras hablamos para ajustar detalles de la nota ella va en bicicleta al trabajo. Así transcurren sus días, entre las presentaciones, la computadora y el campo (“lamentablemente ahora poco, y lo extraño”), el deporte (anda en rollers y monopatín, corre y hace wakeboard) y las artes (estudia circo y percusión, está en una banda con la que hacen recitales).
Julieta Contreras es de los que terminan el secundario sin una clara la decisión de qué estudiar. En ese mar de dudas eligió bioquímica porque creía que lo suyo estaba ahí. Sin embargo, después de cuatro años de cursada, y viendo que no se imaginaba una vida de laboratorio, tomó una decisión radical: cambiar de carrera y de país.
Se fue a vivir a Francia y empezó a estudiar agronomía. Tenía 22 años. Hoy, 14 años después, vive en Toulouse, y después de ir buscando su norte está trabajando en la gestión de AgTechs tratando de vincular las necesidades de los agricultores con las propuestas de empresas, organismos e instituciones.
“Estoy instalada en Toulouse, el sur de Francia, una ciudad que me encanta, y desde acá viajo bastante por todo el país, pero también en Europa con proyectos de AgTechs, innovaciones tecnológicas aplicadas al agro en distintas producciones”, contó Contreras, quien reconoce que después de “tantas horas de computadora necesita algo de esparcimiento, deporte y artes”.
Por eso hace ya un tiempo que se incorporó a una banda que se llama Samba Résille, con la que participaron en un festival internacional de bandas, incluso tocaron en la fan zone en la previa del partido que por el Mundial de Rugby que se está jugando en Francia. “Cuando uno está lejos de su país necesita rodearse de gente linda y con buena onda”, reconoció.
Su padre, Dino Contreras, es contratista y trabaja en el campo hace más de 40 años. Ella recuerda ir al campo cerca de su Necochea natal de chica con su familia (Mabel, su madre, y Luciana su hermana), primos y abuelos. Disfrutada de estar entre las gallinas, andar a caballo y la vida de aventura, pero por entones, nunca imaginaba que iba a dedicarse a la agronomía.
En esta charla, que forma parte de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida”, los invito a conocer la historia de esta argentina que se animó al cambio, que habla del Pacto Verde y sus razones vistas desde una mirada europea, y reconoce: “Cuando estoy en Francia extraño Argentina y cuando estoy allá extraño acá, pero hoy no pienso en volverme, estoy bien acá”.
Ah, también hablamos de fútbol, por supuesto, de cómo vivió la final de Qatar 2022 entre Argentina y Francia. Pasen y lean…
-¿Por qué o bajo qué circunstancias, sueños o deseos te fuiste de Argentina?
-Me fui en 2009, cuando había hecho ya gran parte de mi carrera de bioquímica, y fue una decisión por deseo, no algo impuesto. Yo estudiaba en la UBA, no me sentía cómoda con lo que estaba haciendo y se me dio una oportunidad personal y profesional y mi destino fue Francia, París. Inicialmente me instalé en Montpellier, que fue la universidad que aceptó mi perfil y todo se dio para poder volar con mis propias alas y siguiendo un sueño.
– Cuando uno tiene 18 años y tiene que tomar la decisión de qué estudiar son pocos los que tienen claro qué les gusta. ¿Por qué habías elegido bioquímica?
-Fue una gran reflexión que tuve al momento de terminar la escuela, en 2004, en el Colegio Argentino-Danés de Necochea. Y la verdad no tenía claro qué seguir. Sabía que era algo vinculado con la naturaleza, las partes más exactas de los estudios, y algo aplicado, pero no sabía qué. Hice sesiones con psicopedagogas, evaluaciones de perfil de orientación… sin embargo, veía a mis compañeras tan definidas y yo tan poco decidida. En esa búsqueda, me pasaba que cuando iba a los laboratorios, sólo el olor ya me atraía. Entonces, dije, capaz va por ahí. Contacté a una bioquímica, que en ese momento había sido profesora mía, Adriana Poggi, y le hice muchas preguntas, también le pregunté a algunas bioquímicas amigas de mi mamá, y bueno, me dieron ganas de seguir por ahí. Creí que era el camino.
-¿Y qué pasó después?
-Después de esa y otras charlas me auto convencí que yo iba a ser bioquímica y le metí para adelante. Me anoté en la UBA e hice cuatro años casi. Pero en el transcurso de la carrera empecé a hacer agua porque sentía que no estaba avanzando. Cambié de universidad, suponiendo que quizás el problema era la facultad pública. Pensá que yo me había mudado de Necochea a capital y de un privado a una pública. Pero no era eso. En realidad yo quería hacer otra cosa. Me fui descubriendo con el tiempo, lo que quería y lo que me gustaba.
-¿Y cuándo surgió la idea de cambiar? ¿O qué te llevó a hacer el cambio? ¡No es fácil cambiar después de haber “invertido” cuatro años de tu vida! De tus mejores años de estudiante. Hay que tener agallas para cambiar…
-Si, no sé si agallas o testarudez. Yo quería terminarla, pero en ese empecinamiento no ha estaba haciendo las verdaderas preguntas. Quizás tendría que haber salido antes de bioquímica. Pero bueno, me dejé guiar por mis instintos en la elección, a mí siempre me había ido bien en física y química en el colegio, pero no pasaba sólo por responder bien y saber, después era la parte aplicada y yo no me imaginaba toda la vida en un laboratorio. Por eso fue que orienté más la carrera hacia la agricultura, sin dejar de lado las ciencias exactas, porque hay semejanzas, pero yo quería algo más concreto.
-Ahora quiero hablar de cuando te fuiste hace 13-14 años. ¿Pensabas que te ibas para volver o ya con la idea de quedarte allá? Es cierto que cuando uno es joven no piensa tanto las cosas, pero te fuiste a Francia, a lidiar con otro idioma, otra cultura, todo muy distinto.
-Al principio fue muy inconsciente. A mí me gustaba viajar, salir de la zona de confort sin hacerme tantas preguntas, y me dejé guiar por lo que sentía. No te niego que en un primer momento tenía angustia, no sabía qué iba a ser de mi vida, pero al mismo tiempo tenía esas ganas de estar ahí, de hacerlo. Yo había pensado en venir un tiempo y volver a Argentina. Y hoy me gusta lo que hago, me va bien y me gusta. Y me quedé. Pero uno nunca sabe. Yo me dejo guiar mucho por distintas situaciones. Hoy quiero estar acá, en Francia… mañana no sé. Como siempre digo, cuando estoy acá extraño Argentina y cuando voy a Argentina empiezo a extrañar Francia.
-¿Y vos sabías francés?
-Cuando decidí irme nada. Cero. Pero unos meses antes de irme empecé a estudiar francés intensivo, clases individuales, en la Alianza Francesa, y todos los días tenía clases. Lo hice tres meses. Y me fui con lo poco que aprendí ese tiempo. Pero después cuando te enfrentás a la realidad de los francoparlantes, tenés que hablar con un panadero, o pagar en un mercado no entendés ni la mitad de lo que te dicen. Te das cuenta que no sabés nada.
-¿Encima vos no fuiste de una a Paris? Fuiste a Motpellier una ciudad costera de 300.000 habitantes, en el interior…
-Si, claro, mi estadía inicial fue en Montpellier, pero el primer balde de agua fría fue París, que fue donde arribó el avión. Mi familia me había dicho muchas advertencias sobre París y los parisinos. Pero cuando lo vivís no fue tan así. La gente te ve tan perdida que te quiere ayudar. Yo les hablaba en inglés y trataba de hilar tres palabras en francés y en seguida te ayudaban. Después, sí, lo más difícil fue la adaptación, adaptar la oreja, aprender. Pero lo cotidiano te obliga a aprender.
Julieta estudió y se recibió de ingeniera agrónoma en el Institut Agro de Montpellier (ex École d’Ingénieurs Montpellier SupAgro). Cuando se recibió la contrató una empresa en París que hacía drones para agricultura, “de los pioneros en esto”. Trabajando para esa empresa se mudó a Angers en los Países de la Loira al noroeste de Francia (cerca de ciudades conocidas como Nantes o Le Mans). Ahí vivió 4 años. Hoy está en Toulouse, el sur. Se ha recorrido el país de punta a punta.
En Toulouse viven cerca de 500.000 habitantes (es la cuarta ciudad más poblada de Francia después de París -2,2 millones-, Marsella y Lyon). Es una ciudad grande pero la gente se mueve en bicicleta, está muy identificada con los deportes, el rugby y el ciclismo, los principales.
-¿Qué hacés hoy y qué es lo que más te gusta?
-Hoy trabajo para una empresa en relación de dependencia. Pero no fue así desde el principio. Durante unos años estuve trabajando haciendo asesoramientos para una empresa, después me independicé. Estuve tres años con mi propia empresa de asesoramiento. Y ahora volví a la relación de dependencia. Fue un gran dilema esa decisión, si seguir independiente o pasar por el proceso de ingresar a una empresa. Al ser independiente tu economía es bastante irregular, hoy tenés, mañana no. En una empresa estás más en lo seguro pero tenés que bancar lo que te viene. Siendo independiente me surgió la posibilidad de trabajar para un cliente mío y no me arrepiento. Porque los proyectos los elijo yo con el apoyo de mis colegas, me permite abrir puertas porque es una red de renombre, de institutos técnicos agrícolas y como estoy a cargo de una red de sitios experimentales me da mucha apertura hacia diferentes contactos en Europa. Lo que más me gusta es aprender todos los días algo nuevo, eso lo hace más apasionante.
-¿Y tiene que ver con las Agtechs?
-Es más estratégico que operacional, digamos. Antes de abrir mi camino como independiente, trabajando para una empresa, sí estaba más en el campo, y hacíamos vuelos con drones y yo preparaba la misión, hacía investigación y desarrollo. Tenía en gran parte una faceta más de campo. Hoy estoy más en lo que se vincula con la gestión de proyectos, puesta en contacto entre una empresa que provee servicios Agtech con lo que necesitan los agricultores en el campo. Mi rol es entender qué pasa en el mercado, qué hay, para poder responder a lo que cualquier productor pueda necesitar para hacer más eficiente. Está bueno porque tengo una visión global de lo que pasa en Francia y también en Europa.
Julieta hoy trabaja para una asociación que se llama ACTA (Association de Coordination Technique Agricole) que coordina institutos técnicos agrícolas de Francia. Gestiona los 18 institutos técnicos que gestionan protocolos para luego aplicarlos a campo y son actores importantes en la innovación agrícola francesa.
-¿Qué visión tenés vos desde allá del tema soberanía alimentaria de Europa, y cómo se está avanzando?
-Se le está dando mucha importancia a este tema, en Francia y como bloque europeo. En definitiva es poder producir para que todos los países tengan alimentos y puedan gestionarse sin tener que depender del extranjero. En Francia se piensa en este contexto geopolítico, la guerra Ucrania-Rusia, la producción de fertilizantes, etc. Somos dependientes de los países productores. También hubo un problema grande con el Mercosur, de qué manera seguir comercializando con referentes como Argentina y Brasil. Para no perder esa plaza, encontrar la manera de que no haya una competencia desleal con los productores franceses.
– Claro, porque ellos dicen que si a ellos les exigen ciertas normativas “verdes” quieren que se les exijan a los proveedores…
– Y si. Por ejemplo, la importación de soja tratada con productos que acá, en Francia, o en Europa, están prohibidos. Entonces se trata de respetar las normas más justas y el equilibrio para todos.
-¿Qué te dicen los agricultores franceses de Argentina y qué saben de nosotros? ¿Hoy se dan cuenta que no sos francesa cuando hablás? Aún después de 14 años…
-Es gracioso, porque en un momento quería perder el acento argentino o latino yo. Y después, me di cuenta que era parte de mi identidad. Y cuando me preguntan de dónde soy he tenido respuestas de todo tipo: desde los países del este, italiana, española… cualquier lugar del mundo salvo Argentina. Algunos hasta me preguntan si en Argentina hablamos español. No sé cómo lo definiría mi acento, pero tengo un acento particular.
-O sea que saben poco y nada de nosotros… supongo que después de los últimos años te deben decir “Messi”…
-Argentina está conociéndose cada vez más. Mucho a partir del deporte, obvio. El mundial de fútbol, pero también ahora mismo el mundial de rugby, que donde yo vivo es una de las sedes. Acá se juega mucho al rugby y les gusta el ciclismo.
-¿Y cómo la pasaste durante el mundial de fútbol?
-Justo estaba en Argentina. Fue un momento de tensión y emoción. No soy fanática de fútbol pero cuando se viven momentos así no me pasan desapercibidos. Fue muy emocionante. Un momento de gran alegría.
-¿Y qué te decían los franceses o te whatsapeaban durante la final?
– Muchos me felicitaban… fue gracioso vivirlo en Argentina y que la gente de Francia haya estado tan pendiente.
-¿Cómo despejás tu cabeza después de una semana complicada de laburo?
-Sobre todo deportes y música. He pasado épocas muy enganchada con los rollers o saliendo a correr (con la meta de correr media maratón). Hace un tiempo empecé a hacer wakeboard, algo que en realidad descubrí hace uno años en Angers, y me tiene muy enganchada y motivada. También con la música, tomo clases de cajón y batucada. A full con eso. Me vuela. Me gusta mucho ese ambiente de vibrar juntos, de ir al ritmo de la música y conectar con cada instrumento. La percusión a mí me hace desconectar mucho.
¿Cuándo mirás series o películas por dónde vas?
-No soy de mirar muchas series, pero cuando miro elijo cortas, tipo “Black Mirror”. Con las pelis me pasa lo mismo, por eso miro mucho de documentales. Y el cine argentino me encanta.
-Supongamos que te prestan el auto de “Volver al Futuro”, ¿A dónde viajarías y por qué o para qué?
-Guau… qué pregunta difícil. No sé. Me gustaría dar la vuelta al mundo haciendo recitales y deportes al mismo tiempo. Viajar, conocer nuevos lugares, nuevos estilos de vida, de música, de culturas, sin tener un destino fijo.
-¿Comidas? ¿Qué te gusta cocinar, si es que cocinás?
-Tartas. Son lo más fácil de hacer y me salen bien. Hago la masa de la tarta y ahí le ponés lo que quieras.
-¿Alguna ciudad, país o lugar que te gustaría conocer?
-Me gustaría ir a la India. Hace rato que quiero ir. Me parece una cultura y realidad tan diferente a la que estoy acostumbrada que me encantaría entender un poco más de sus costumbres.
-¿Un tema musical para cerrar la nota?
-Hay uno que me gusta muchísimo que se llama “Chakra”, y es de un artista francés que se llama Fakear.