La industria hípica en Argentina no lo está pasando nada bien en pandemia y espera con ansiedad que, probablemente en septiembre reabran los hipódromos de Palermo y de San Isidro, con los cuidados y protocolos necesarios. La preocupación no es para menos, ya que por lo menos 80 mil puestos de trabajo dependen de esa actividad. En esta larga cuarentena esos costos se mantuvieron, pero sin generar ingresos.
Juan Cruz Ramallo está en la base de esa pirámide. Cría caballos pura sangre en su haras El Doguito, ubicado en la localidad bonaerense de Las Flores. En diálogo con Bichos de Campo resaltó que “la actividad de haras, cría y deporte genera una mano de obra impresionante”,
Para Ramallo, “la cuarentena fue un palazo terrible para la actividad, aunque la parte productiva y de entrenamiento de los haras pudieron seguir manteniéndose, porque son animales y deben continuar con actividades como el vareo diario para evitar cólicos. Pero se necesita cierta recuperación económica también”.
-¿Y de dónde vienen los ingresos?
-La parte de premios en hipódromos derrama, no sólo a una persona (el dueño del caballo) sino al resto de la gente que depende de la actividad. Hay un nivel redistributivo muy grande en las carreras, y eso se complicó- explicó Ramallo.
Mirá la entrevista completa a Juan Cruz Ramallo:
La mayor producción de caballos pura sangre de carreras se realiza, con cerca del 70% de los ejemplares, en la provincia de Buenos Aires, con San Antonio de Areco y Capitán Sarmiento como principales lugares de referencia. Pero también hay haras en el sur de Santa Fe, sur de Córdoba, sur de Entre Ríos, La Pampa y San Luis. A nivel nacional son un total de 425 haras, donde nacen aproximadamente 6 mil crías por año.
“Somos el quinto productor de caballos a nivel mundial, y en esas zonas de producción las condiciones de clima y suelo ayudan a desarrollar las capacidades deportivas de los caballos”, manifestó Ramallo.
Esta pasión por criar caballos es, según Ramallo, “una mezcla de hobby, estilo de vida, amistad y muchas veces es una pasión heredada de algún familiar. En mi caso, yo quiero mucho esta actividad por mi abuelo. Hay mucho de tradición a través de esto”. En otro tramo de la charla confirmó que la mayoría de los que se vuelcan a producir caballos de carrera “lo hacen más por amor y pasión que por rédito económico”.
-¿Y cuándo te paga esa pasión volviéndose un negocio?
-Cuando te quedás con el caballo y corrés con el en los hipódromos. Te pongo un ejemplo burdo: si querés hacer un establecimiento de cría, agarrás un campo pelado y tenés que poner los postes, alambrados, pasturas, veterinarios, albañiles para hacer boxes, corrales. Es decir, es terrible lo que tenés que invertir para hacerlo bien. Hacer un caballo de carrera es hacer un deportista, para lo cual se necesita mucho conocimiento, pasión y dinero para arrancar. Luego comprás la yegua, tenés que preñarla. Son 11 meses de gestación. Luego de que para, si pare bien, tenés dos años para desarrollar el caballo y llegar a un ring de ventas, más la doma y el entrenamiento. Es decir que, son tres a cuatro años de mucho riesgo y laburo. Si te ponés a pensar, todo este recorrido de la cría hasta llegada a la pista dura lo mismo que un Gobierno.-¿Y qué fue lo mejor que te pasó en esta actividad?
-Lo mejor que me pasó es haber tenido una conexión especial con mi abuelo, pero además de eso me transmitió algo especial con la actividad relacionada al caballo, y es que realmente ahí te juntás con todo el mundo, desde el peón al petisero. Es una unión muy grande la que generás porque al caballo tenés que darle mucha paciencia. Acá no es soplar y hacer botella; es un laburo muy artesanal, son animales vivos, con lo cual tenés que descifrar su forma de ser.
Ramallo se enorgullece de haber logrado un campeón hace dos años que se llama Nicholas, y que ganó premios como el Joaquín S. de Anchorena, el San Isidro o el Miguel A. Martínez de Hoz.
“También tengo otro caballo que aunque no es campeón, que corrió cinco años y ganó doce carreras, y sigue entrenando de hecho. Y esto también me permitió juntarme con seis amigos con los que corrimos toda carrera que anda dando vueltas, y todavía seguimos en actividad. Terminamos armando una gran familia”, describió.
Ver: José Ignacio de Mendiguren, de Cuarto de Milla: “Ninguno gana dinero criando caballos”
-¿Y en esto, cuánto hay de genética y cuánto de lo que pone uno?
-Bueno, yo justamente me especialicé en la parte de genética, y no se trata de cuánto hay de uno u otro. La genética es una parte, que puede ser el 25% de lo que es el caballo. Sin dudas que una buena unión genética es lo que hace que luego el caballo tenga una chance de ser un buen caballo, y con esto digo que no siempre lo mejor con lo mejor da lo mejor en un caballo de carrera. Cada caballo de carrera tiene un nombre único e irrepetible, tiene su ADN y tiene su registro genealógico desde 1720. Yo puedo ver su árbol genealógico y estudiar sus diferentes combinaciones.
-Son 300 años de historia, y cada caballo tiene una vida útil de 10 a 15 años.
-Sin dudas, y es tremendo lo que es la base y capacidad de conocimiento que hay gracias a la genética. Luego el sangre pura de carrera tiene algo especial, y es que el contacto entre el padrillo y la yegua es físico, es decir que no hay inseminación artificial ni clonación. Cada cría se registra como a una persona, con su ADN, para dar fe de que tanto el padre como la madre son tales animales. Así arranca la combinación genética que puede ser por físico, por pedigree, por campaña o por capacidad económica. Y luego está la adaptación del gen al medio, es decir, los caballos deben adaptarse al clima y región. La genética es el origen, todo el resto es alimentación y crianza.
-¿Y ahora en cuarentena, cómo se sabe cuánto valdrá el caballo al año siguiente?
-El caballo se vende siempre antes de su doma. El caballo es un potrillo cuando lo vendés, y se vende por el potencial. No tiene un valor estricto de mercado como la vaca. Puede ser 10 o 1000.
-Ese sería el trabajo del haras. Yo me refiero a las ventas luego de las carreras
-Ahí la referencia de venta es en función de los premios. Si los premios están más altos, obviamente los caballos valdrán más. Ahora, al no correr en cuarentena, se para toda la rueda; y se genera como un cuello de botella porque no reponés, y entonces queda atrás la generación siguiente. Y esto pasa con otras razas como el criollo o el de polo.
-Pero tuviste que mantener la estructura de costos al mismo tiempo…
-Obvio, La estructura y el costo se mantienen igual. La parte comercial es algo que hablamos con el Gobierno, porque, es tan apasionada la actividad del turf, que algo funcionó. Pero sí falta la parte deportiva para recuperar parte de los ingresos. Pensemos que, sólo en el sector de los pura sangre de carrera, hablamos de 80 mil puestos de trabajo. La industria interna de los hipódromos es muy grande. Por eso esperamos que pronto pueda volver esa actividad.