El periodista argentino Jorge Orduna comenzó a hacerse preguntas cuando descubrió que diferentes comunidades indígenas recibían la visita regular de grupos de personas –con camionetas cero kilómetro y vestimentas carísimas– que decían pertenecer a organizaciones no gubernamentales destinadas a brindar ayuda. Empezó así a rastrear el origen de los fondos, provenientes siempre de una serie de organizaciones localizadas en naciones centrales, y escribió el libro de investigación “ONG: las mentiras de la ayuda”.
No se quedó quieto y el siguiente paso fue investigar a las organizaciones ambientalistas para generar un nuevo libro, “Ecofascismo”, que, si bien fue publicado en 2008, logró anticipar que detrás de la fachada de la noble intención del cuidado de los ecosistemas se esconden movimientos con rasgos autoritarios que pretenden imponer agendas eugenésicas y supremacistas.
“Muchas de las cuestiones aún hoy no son digeribles”, comenta Orduna a Bichos de Campo desde Ecuador, donde se encuentra trabajando en la actualidad. Así como los integrantes de sector agropecuario no salen de su asombro al observar cómo se busca inocultablemente embestir contra la ganadería, el investigador, quien es mendocino, experimentó la misma sensación tiempo atrás con la minería.
“Desde el lado chileno, desde tiempo precolombinos, se explota la minería y hasta el día de hoy viven de esa actividad. Y nosotros los argentinos, de este lado de la cordillera, no tenemos casi nada de desarrollo al respecto”, apunta el periodista mendocino.
En su libro “Ecofascismo”, Orduna explica que la ideología ecologista está lejos de tratarse de una novedad, pues al analizar la legislación de la Alemania nazi es posible advertir que la misma era mucho más sensible con el cuidado del ambiente que con el de las personas.
En lo que respecta a la convención climática que se está llevando a cabo en Escocia (COP26), Orduna advierte que las metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero son cada vez más ambiciosas, pero ninguna incluye la dimensión social en la ecuación, como si la humanidad fuese algo secundario.
“La intención no explícita de esas política es minimizar nuestro desarrollo industrial para que los países del sur permanezcan como están”, expresa el periodista, para luego indicar que las restricciones permiten controlar qué puede producir un país y que no, además de resguardar parte de sus territorios.
El investigador indica que el relato ambientalista es extremadamente atractivo porque, además de parecer razonable, cuenta con un componente religioso que viene a suplir una necesidad humana.
“Se transmite con ideas casi espirituales, que calan muy profundo, porque hay un componente religioso muy fuerte en el relato ambientalista. Ser católico décadas atrás no estaba tan bien visto porque se consideraba una antigüedad. Pero esas necesidades se trasladaron a otro terreno”, señala.
“Todos tienen derecho a tener sus propias creencias, pero el problema es cuando se utiliza a las personas para que vuelque su espiritualidad hacia otras formas de religiosidad que persiguen un interés específico”, añade Orduna.
“Es mucho tiempo el que ha pasado y yo pensaba que nos habían ganado, pero mucha gente se está dando cuenta de que está demasiado ‘decorado’ el escenario ecologista”, concluye.
Es bueno saberlo: Comenzó a instrumentarse la acción global destinada a liquidar al sector ganadero