Los Druzianich son una familia histórica de Chaco, de origen croata –o yugoslavo-, y de los primeros colonizadores de la región agrícola de la provincia norteña. Afincados desde 1910 en la zona, los migrantes fueron desarrollando la agricultura y su propia familia. Uno de los miembros actuales de esa señera familia colonizadora es Javier Druzianich, un pequeño productor de algodón de la región de Sáenz Peña, en Chaco.
Quizá ese afán colonizador de la familia, donde la producción agrícola es central en el proceso, llevó a Javier a establecerse como un importante productor algodonero, pero no por la extensión de sus tierras, sino por la constancia, la investigación, la curiosidad y el doblegamiento de impedimentos a la hora de sembrar.
“Hacer Chaco no es fácil. Tampoco lo era cuando ellos empezaron a trabajar y a producir. Hoy tenemos tierra de más de 70 años de la agricultura. En la zona donde estamos nosotros, que es la zona central de la provincia del Chaco, los suelos están prácticamente erosionados. Tuvimos que empezar a hacer la siembra directa, el principal cultivo que hoy estamos realizando, por el tema de que tenés que reestructurar los suelos: tenemos suelos salinos, áridos, arenosos, y estamos buscando con la siembra directa, la rentabilidad del suelo y la rotación de cultivos”, explica a Bichos de Campo Javier Druzianich, pequeño productor algodonero que cuenta con unas 150 hectáreas para desarrollar la actividad, que por estos días se encuentra en plena siembra, apurada porque en un par de semanas más esa ventana se cierra.
Mirá la entrevista completa a Javier Druzianich
Javier necesita imperiosamente tener una paleta de productos para rotar en su planificación, de hecho la paleta es extensa, y la realiza con soja, trigo, maíz, algodón y girasol: “Cada dos, una gramínea, porque si no es imposible. Y ahora estamos buscando una alternativa. Trato de investigar mucho, y resulta que hay un cultivo que se llama Crotalaria Juncea, una leguminosa que te da prácticamente 300 kilos de nitrógeno en el suelo, que lo quiero probar”.
Todo ese amor al suelo expresado en formas de cuidarlo, lo lleva a Javier a explicar su sistema productivo, ya que a esas 150 hectáreas que posee, le tiene que agregar algunas más para poder subsistir: “Debemos salir a alquilar, porque hoy con 150 hectáreas no subsistís, porque no lo podés hacer. Alquilo otras 300 y hago servicio a terceros. Digamos que con eso mantenemos la estructura. Estamos buscando tener cultivos que consuman menos agua, por ejemplo porotos, un mijo, o tratar de buscar darle la sustentabilidad al suelo, pero con rentabilidad. Que sean cultivos de servicios, pero a su vez con una rentabilidad, porque si sembramos y solo lo desechamos o no nos sirve”.
En ese contexto, Druzianich avanza un poco más en las dificultades que tienen los productores algodoneros, y analiza la cuestión económica y comercial: “Al dólar soja ni lo vimos, porque la mayoría vendió para cancelar sus deudas anteriores de inmediato ni bien cosechó”, dispara.
Con ese punto de partida, el productor explica que cuando tiene bajos rendimientos, debe salir a tratar de vender lo más rápido posible. “Las primeras ventas son por ahí las que mejores salen, y luego de un proceso baja. Nosotros estamos lejos del puerto, estamos teniendo un descuento de 10 o 12 mil pesos por tonelada de soja”.
En el circuito algodonero, el especialista afirma que la cuestión es aún más difícil: “El algodón es más complicado, porque hay dos cuestiones; Hay una en la época de siembra, por ahí juega al productor de sembrar temprano, lo cual influye el factor climático, que desfavorece en ese momento, pero a su vez te favorece a la hora de la venta. ¿Por qué? Porque los primeros algodones que se venden son los que mejor se pagan y luego, cuando empieza el mercado a hacerse de mercadería, el precio baja”.
“No hay un mercado que está delineado, no hay claridad. Mercado hay, no hay” exclama el productor, denunciando a su vez la falta de un mercado de referencia para el producto realizado.
“No está blanqueado el sistema. Nosotros como entidad, como como productores pequeños y medianos, pedimos que se blanquee el sistema algodonero, que se blanquee con el tema precio, que figure como la soja en Chicago. Tener una referencia de cuándo te conviene vender y tener una claridad de mercado. Si hay o no algodón, porque si existiese podemos solucionar dos factores: Saber lo que tenemos saber lo que vendemos, porque nosotros con lo que tenemos para vender podemos salir al mundo a promocionar nuestro algodón”, asegura Druzianich.
Sobre esta cuestión y la concentración de parte de algunos, Javier finaliza: “Hoy cabe aclarar que estamos manejados por cuatro o cinco exportadores que manejan el mercado algodonero y hacen a la falta de claridad. Entonces hoy no sabemos cuántas hectáreas se siembran ni cuánto algodón se vende”.