Lo primero que hay que hacer para hablar sobre la actualidad del algodón en la Argentina es dejar atrás los versos que alguna vez escribiera Ramón Ayala en “El cosechero”.
Rumbo a la cosecha, cosechero yo seré / y entre copos blancos mi esperanza cantaré / con manos curtidas dejaré en el algodón / mi corazón.
Orlando Pilatti, que trabajó más de 45 años en el INTA de Reconquista, en el norte de Santa Fe, es uno de los responsables que esos versos hayan caído en desuso: inventó, entre muchas otras cosas, la primera máquina cosechadora de algodón nacional, la “Yaviyú”, que vino a reemplazar a los braceros que iban recogiendo las capullos entre los surcos. Una fábrica local llamada Dolbi ha fabricado cientos de esas máquinas que por ahora deben ser tiradas por tractor, pero que a partir de 2019 serán autopropulsadas.
La tierra del Chaco quebrachera y montaraz / prenderá en mi sangre con un ronco sapucay…
Fue Mercedes Sosa quien grabó hace muchos años la versión más popular de la canción de Ayala. Desde entonces, muchas cosas cambiaron.
Para empezar, el Chaco ha dejado de ser la principal provincia productora de algodón, un título que ahora ostenta Santiago del Estero. Los datos oficiales de la campaña 2016/17 muestran que en territorio santiagueño (hacia el este provincial) se implantaron 120.000 hectáreas con el textil, contra 74.000 hectáreas en suelos chaqueños, 40.000 hectáreas en Santa Fe (sobre todo, en el noroeste) y otras 15.000 hectáreas en Salta. Además hubo lotes de algodón en otras cinco provincias, incluida Entre Ríos.
Mucho cambió en materia de algodón. El cultivo ya no es amo y señor en vastas zonas agrícolas del norte, donde a fines de los ‘90 empezó a ingresar la soja cada vez con mayor fuerza, favorecida por la introducción de la variedad transgénica RR en 1996. Poco antes de ese suceso, el algodón había batido todos los récords de siembra, con más de 1 millón de hectáreas, máximo histórico. Por unos meses nomás, la Argentina llegó a ser cuarta exportadora mundial.
Vino después el primer gran desplome. Luego, en 2011, en una época de altísimos precios internacionales, hubo otro gran repunte de las siembras, que superaron las 620.000 hectáreas a nivel nacional. Ayudaron a esa recuperación una serie de tecnologías que en su pequeño campo nos muestra a los Bichos de Campo, Mario Regonat, uno de los socios de la Unión Agrícola Avellaneda, cooperativa líder en el norte santafesino. El productor nació entre algodón hace 52 años, y se niega a abandonarlo.
Mirá el especial de algodón de los Bichos de Campo:
El lote está listo para entrarle a partir del 15 de octubre, cuando se inicia oficialmente la campaña. Será en siembra directa, como cualquier otro cultivos extensivo, y con semillas modificadas genéticamente, para resistir los ataques de orugas y también las aplicaciones del herbicida glifosato. Sumado a la fertilización con güano que trae de una granja avícola, el planteo no tiene nada que envidiarle a los mejores de la pampa húmeda.
Uno de sus vecinos, Elbio Bianchi, dice que en la zona están sacando 3.000 kilos de algodón en bruto por hectárea, lo que luego equivale a unos 900 o 1.000 kilos de fibra. Este año las cosas pintan bien porque el rendimiento de indiferencia (la producción que hay que lograr para cubrir costos) se ubica en torno a unos 2.100 kilos por hectárea, debido a los buenos precios internacionales.
Un nuevo renacer del algodón aparece en el horizonte. Sólo en Santa Fe se espera que la siembra crezca entre 30% y 40%. A nivel nacional, se estima un área sembrada que se acerca al medio millón de hectáreas. Chaco también recuperaría posiciones, y aportaría con 150.000 hectáreas, pero sólo si aparece la semilla que el gobierno provincial está prometiendo a los pequeños productores de esa provincia.
Esta es otra característica que ha venido cambiando en el algodón, que durante décadas fue considerado un “cultivo social”, debido a la gran movilidad de mano de obra que requería, y a su adopción por parte de los productores minifundistas. La mayor parte de la oferta, hoy proviene de productores que administran grandes superficies (en especial en Santiago del Estero y el oeste santafesino), y que lo incluyen en un esquema de rotaciones de cultivos junto con la soja, el maíz o el girasol.
No fue sólo la concentración económica la responsable de que muchos pequeños productores dejasen de hacer algodón. Un enemigo que se hizo visible en los últimos años, y que ha sido el gran responsable de la última etapa de decadencia del cultivo, fue el picudo del algodonero, una plaga fulminante para los capullos. Hacerle frente a ese insecto que ingresó por Paraguay, y que puede destruir casi por completo un algodonal, requirió una profesionalización acelerada que no estuvo al alcance de todos. Desde la administración de los tiempos de siembra y cosecha, hasta el manejo de rastrojos y el uso apropiado de trampas e insecticidas, hubo que aprender de todo.
Como parte de esa profesionalización, en la sede del INTA Reconquista se inauguró estos días un laboratorio de biotecnología para trabajar en el desarrollo de nuevas semillas, ya que en el país hay muy pocas variedades en comparación con otros productores, en especial Brasil. Allí los rendimientos logrados pueden hasta triplicar los que se obtienen aquí, llegando hasta 9 toneladas de algodón en bruto por hectárea. Igualar esos registros implicaría una rentabilidad que estabilizaría el errático comportamiento del cultivo en las últimas décadas.
Carlos Almiroty, presidente de la Cámara Algodonera Argentina, considera que lo ideal sería estabilizar una superficie sembrada de 500.000 hectáreas, pues eso permitiría abastecer de fibra a la industria textil local, y también exportar algunos remanentes.
Osvaldo Previale es el titular de la Asociación para la Promoción de la Producción Algodonera (APPA). La entidad reúne a todos los eslabones de la cadena en Santa Fe, desde productores a hilanderos, y es otro ejemplo de que nuevos aires soplan para el cultivo. Sucede que el sector privado comparte la administración de los recursos que llegan desde el Fondo Nacional Algodonero, $160 millones que se reparten entre las provincias productoras.
Pensando en el futuro, APPA acaba de inaugurar otro laboratorio que estará a disposición de todos, y que permitirá analizar a fondo la calidad de cada lote de algodón que ingrese al mercado.