No es raro en la Argentina contemporánea encontrar empresas que se denominen con el apellido de las familias que las crearon. Hay varios casos. Lo verdaderamente inusual en la historia de Lartirigoyen es que no hay que remontarse varias generaciones hacia atrás para dar con sus fundadores, sino apenas algo más de tres décadas. Ignacio Lartirigoyen es la historia viva de un grupo empresario que creció con vértigo y se convirtió en un actor central de la agricultura argentina, ya que tiene ramificaciones hacia múltiples rubros, produce el 2% de los granos del país y llega hasta la exportación directa.
Y es inusual también que Ignacio Lartirigoyen diga que lo que más disfruta de este proceso es la creación de fuentes de trabajo. Ya son 1.200 personas empleadas por todo el interior. Eran solo 4 cuando arrancaron en 1986 con una modesta planta de silos en Catriló.
“Éramos dos socios que cuando nos asociamos veníamos acompañados con un empleado de confianza. Entonces cada uno puso unos y éramos nosotros dos y ellos dos”, rememora. No fue tan sencillo, porque incluso tuvo que pedirle dinero a su padre, que se convirtió también en socio con 15% de la nueva compañía. Hasta ahó Ignacio venía trabajando en Garovaglio & Zorraquín, que estaba dejando sus negocios en el rubro.
-¿Y para qué se juntaron?
-Para hacer un acopio. El otro socio había puesto una planta de silos en Catriló con un crédito del Banco Nación, y yo acababa de dejar de ser representante de una empresa. Tenía los clientes pero no tenía la planta y él tenía la planta pero no tenían los clientes.
Esta lógica de asociar intereses complementarios es la que explica la mayor parte del explosivo crecimiento de Lartirigoyen en el agro local en las últimas dos décadas. También fue esa lógica la que en algún momento llevó a Ignacio a asociarse con Oleaginosas Moreno, una empresa aceitera y exportadora que luego sería absorbida por la multinacional Glencore, ahora rebautizada como Viterra.
Esa sociedad perdura hasta el día de hoy y es la llave maestra para muchos de los otros negocios donde tiene presencia Lartirigoyen. Funciona a la perfección, porque muchas veces Viterra es el socio capitalista, mientras Ignacio y su equipo ponen su experiencia y el conocimiento del terreno. “Hoy nuestro socio es una multinacional, y es una gran responsabilidad porque no nos no nos puede ir mal”, dirá Lartirigoyen en esta entrevista con Bichos de Campo, donde deja en claro desde el principio que él todavía cree en los acuerdos basados en la confianza mutua.
Mirá la entrevista completa:
-¿Qué es actualmente el grupo Lartirigoyen?
-En mi compañía son varias empresas. La empresa madre es la que hace acopio, comercialización de cereales, vende insumos, siembra, tiene ganadería y cerdos, hace otras actividades productivas como biodiesel. Después, con el tiempo, fuimos incorporando sociedades como Molino Tassara o Grupo Alea (que es fuerte en el sur bonaerense) y también somos parte de Sitio 0, que es un puerto de Necochea que exporta. Después somos socios minoritarios en un montón de compañías también, como FyO, que no están bajo nuestra dirección.
-¿Cuál es el sentido de meterse prácticamente en todos los rubros de negocio agro? ¿Con qué tiene que ver? ¿Con diversificar los riesgos? ¿Con la sinergia que se genera?
-No es lo recomendable. O sea, todos te dicen que tenés que ser muy bueno y crecer en lo que sabes hacer. Pero nosotros hacemos lo que nos gusta. Y al hacer lo que nos gusta, lo hacemos con pasión y no nos cuesta. Entonces todas esas actividades nos encantan, las hacemos crecer en lo posible y también vamos estabilizando a la compañía. Al final es todo “riesgo agro”, pero cuando hacés lo que te gusta te levantás entusiasmado con ir a trabajar.
-¿Entonces este crecimiento no fue planificado?
-No fue planificado. Nuestra única planificación fue crecer. Fuimos creciendo en los diferentes rubros. Ahora todo esto tiene que ser consensuado, porque somos socios al 50% (con Viterra). Tenemos que presentar los proyectos y si no estamos de acuerdo, no avanzamos.
-Se apuesta al agro porque el agro crece. Es un sector que tiene mucho para crecer aún en un país convulsionado. ¿Cómo ves esa dicotomía entre el país y el agro?
-A mí me gusta Argentina y cuando pienso en todo lo que tengo y lo poquito que tengo fuera de Argentina, que es prácticamente nada de todo esto, lo hicimos con lo que generamos en la Argentina. Me gustaría que tuviera menos problemas, que fuera un país más fácil. Pero nuestra compañía es resiliente. Nos fuimos adaptando a todo. La cantidad de presidentes y ministros de Economía que pasaron y seguimos buscando cómo adaptarnos. Nosotros sentimos que si trabajamos y hacemos crecer la compañía, ayudamos a que al país le vaya un poco mejor.
-¿Y cómo te gustaría que fuera la Argentina?
-Yo creo que en la Argentina primero tenemos que reencontrarnos entre nosotros. Así como yo hablaba de equipos, si no interactúan bien el país no va a funcionar,. Entonces yo trabajo para generar confianza entre todos los sectores. Parte de mi trabajo fuera de la compañía tiene que ver con eso. En generar confianza entre nosotros. No me gusta el conflicto. Este es un país en el que tenemos muchos más conflictos que los que deberíamos tener.
-¿El agro ganará cuando se resuelven esos conflictos?
-Sí. Pero para mí el agro va a ganar más cuando se desarrollen todos los demás sectores y entonces el país no tenga tanta necesidad de que al agro le vaya bien. Si se desarrolla mucho el sector energía, minería, turismo… Cuánto menos importante sea el agro más va a ganar, porque más lo van a dejar desplegarse.
Lartirigoyen habló con Bichos de Campo en ocasión de la inauguración, hace un par de semanas, de un centro de logística en la localidad de Pehuajó, que demandó una inversión de unos 5 millones de dólares. Pero Ignacio parece ser uno de esos empresarios que no disfrutan hablando de plata. Prefiere detenerse en los puestos de trabajo que se crean en esta dinámica, aunque lamenta que no sea siempre sencillo conseguir mano de obra calificada fuera de Buenos Aires.
“Cuando acá salimos a buscar, nos falta gente para seguir haciendo cosas. Es como que falta una migración desde las grandes urbes al interior, para aportar gente de calidad. Para eso tenemos que tener como país mucha más conectividad, porque hoy los chicos si no tienen conectividad no los sacas de donde están y los proyectos no los entusiasman”, define. Luego agrega que “a los jóvenes de hoy no les entusiasma solo el trabajo. Los entusiasma que cuides el medio ambiente, que tengamos otros propósitos además del trabajo”.
-Si alguien pone 5 millones de dólares en un proyecto como este, un centro de logística equipado con un robot que acomoda pallets, es porque confía que las cosas finalmente van a andar bien. ¿Es una locura o hay cierta certeza de que en la Argentina va a cambiar algo?
-Nosotros invertimos en los peores momentos de Argentina, seguimos invirtiendo. Es un impulso, pero también es amor por lo que hacemos. O sea, para nosotros la plata es un medio, pero el objetivo no solo es la renta. La renta es un medio para poder crecer y seguir haciendo lo que nos gusta hacer. Entonces no medimos que riesgo corremos. Hacemos esto, creemos que esta inversión va a ser bueno para nuestra empresa. Esto es el futuro, lo que se viene, y entonces lo hacemos porque estamos seguros de que va a volver. En Argentina, si querés planificar demasiado y estar muy seguro de lo que vas a hacer, no haríamos nada.
-La cantidad de empleos en Lartirigoyen pasó de aquellos 4 a 1.200. Se me salta la calculadora. ¿Qué se siente al crear tanto puestos de trabajo?
-Si me comparo con Mercado Libre debería estar frustrado, pero cuando recuerdo que éramos cuatro y ahora llegamos a 1.200 siento orgullo. Estoy orgulloso de toda nuestra gente. La verdad que a nuestra gente los motiva mucho eso también. Tenemos programas de jóvenes profesionales, porque a los chicos les entusiasma ver que están en una empresa en la que se pueden desarrollar.