La Asociación de Fábricas Argentinas de Tractores (AFAT) se formó en un año tumultuoso en la historia argentina: 1973, cuando Cámpora ganó la elección y permitió luego el regreso de Juan Perón a la presidencia, poniendo fin a casi dos décadas de proscripción. Es decir, en esa entidad que agrupa a las grandes marcas internacionales de la maquinaria agrícola ya deberían estar acostumbrados a este país incierto y muy conflictivo, que nunca termina de arrancar.
La AFAT, como cámara sectorial, festejó esta semana sus 50 años de vida institucional con un almuerzo de sus directivos junto a funcionarios y algunos periodistas. Y por lo que se charló en las mesas y lo que se dijo en los discursos, a las empresas que la conforman (los grandes fabricantes globales de tractores y cosechadoras) todavía les sorprende lo que aquí sucede. Hace unos meses, en rigor, estaban sufriendo porque no conseguían importar los insumos necesarios y por eso tenían que suspender algunos días la actividad de sus fábricas locales. Ahora pueden importar, pero igual deben cancelar turnos de trabajo porque se han desplomado entre 20 y 30% las ventas de equipos a los productores.
Sergio Fernández, el flamante presidente de AFAT, es un ingeniero mecánico que proviene de John Deere, y que por su larga trayectoria ha pasado por todos los estados posible que ofrece la Argentina a sus industriales y empresarios. De hecho, recordó que la organización que los nuclea nació cuando la industria era bien diferente a la que existe ahora, pues tenía una manufactura integrada verticalmente, y de hecho la Argentina tenía todavía marcas fuertes que fabricaban cosechadoras y tractores. Este modelo, dijo el directivo, “se fue diluyendo hacia los años 80 y 90”. Ahora, tras un largo periodo de adaptación, lo más normal es ver plantas que producen algunas piezas e implementos pero importan muchas otras, para ensamblar localmente las máquinas.
“Hoy somos 8 empresas dedicadas a la maquinaria agrícola”, dijo Fernández en nombre de la entidad que agrupa a las marcas Agrale, Massey Ferguson, Challenger, Valtra, CASE IH, New Holland Agriculture, CLAAS, FPT, Jacto, John Deere y Stara. En total, esos grupos tienen en el país 12 plantas industriales que realizan esta integración horizontal. En 2023 representaron el 80% de los patentamientos de tractores; 97% de las cosechadoras, 100% de las picadoras de forraje, y el 58% de pulverizadoras. Es decir, mandan en el negocio de los equipos agropecuarios con motor, los autopropulsados.
Con esas porciones del mercado, y con la industria de origen argentino prácticamente imposibilitada de competir en esos mismos rubros, es lógico que las marcas globales no piensen en abandonar el país, pero tampoco están realizando inversiones de fuste. Es un esperar continuo en el que al parecer siempre les van corriendo el arco para vender más. Pero confían en que algo cambiará.
“En 2050 se van a necesitar un 40% más de alimentos en el mundo, y no hay recursos para alcanzar ese volumen en la forma que estamos produciendo hoy. Obviamente debemos ser más eficientes en el uso de los recursos. Nuestras empresas, que son globales. viendo esto plantean estrategias a largo plazo. Estrategias en las que Argentina es vista como un gran jugador a la hora de alimentar al mundo”, dijo Fernández en su discurso.
El presidente de AFAT cree que es un proceso casi inevitable porque los productores lo impondrán. “Nuestras empresas invierten millones de dólares en investigación y desarrollo de lo que se conoce como agricultura digital. Y es impresionante lo que eso genera, por ejemplo, 30% menos de semillas usando siembra variable o corte por sección. En aplicaciones 70% de ahorro gracias a la inteligencia artificial. Y en la cosecha, hasta un 15% menos de pérdidas. Nosotros ponemos a disposición del país estas tecnologías de agricultura digital”.
Bichos de Campo tuvo una breve entrevista con Fernández para profundizar estos temas.
“Uno vio un país con una presencia industrial, no sé si decir mayor, pero diferente, casi vertical: entraba la chapa a la fundición y te salía un tractor, una heladera, un auto. De golpe en los 80 esto se diluyó. Cambió la composición, ahora es todo mucho más integrado. Obviamente no había globalización en esos momentos. Y ya no podés ser bueno en todo, fabricando desde chapa hasta plástico. Entonces ¿qué haces? Integrar. Creció mucho más lo que es base de proveedores de manufactura local”, explicó el ingeniero.
En ese sentido, Fernández cree medio ocioso el debate que trata de instalar la otra cámara sectorial (la Cafma, que agrupa solo a empresas de capitales argentinos), para distinguir la maquinaria extranjera de la nacional. Se preguntó: “¿Qué es fabricación local? En el caso de nuestras empresas, si bien tienen la casa matriz fuera del país, tienen establecimientos industriales en Argentina, tienen personal que nació en Argentina, tienen sindicatos con los cuales negociar, tienen proveedores locales. El hecho de donde sean dueños los capitales para mí es una anécdota: la asociación hoy tiene 12 fábricas con más de 15.000 empleados, incluyendo la red de distribución”, destacó.
-Desde ese punto de vista, ¿los debe afectar como a todos el bajón de las ventas de maquinaria agrícola? ¿Es un escenario preocupante? ¿Cómo lo están viviendo?
-Estimamos que es entendible el escenario, el año empezó todavía con las convulsiones propias del proceso electoral, de un nuevo gobierno y además venimos de una sequía, muchos productores todavía están con deudas por la sequía. Venimos con una ecuación económica para el productor compleja, porque implantó esta cosecha con costos muy altos, con el Impuesto País, y con precios de los commodities realmente no en su mejor momento. O sea, con los márgenes muy acotados. Eso deriva en que se sienten arriba de la cosecha sin mucho apetito para invertir en bienes de capital. Ahora la financiación está empezando a ver productos más seductores y yo creo que eso puede llegar a mover, aunque el año se lo sigue viendo difícil. Ese 20 o 30% de caída va a seguir así.
-¿Y están hablando algo con el gobierno para, digamos, sortear esta mala temporada?
-Con el gobierno tenemos muy buena comunicación, veo que entienden la problemática. Obviamente están tratando de reacomodar la macroeconomía. Creo que se va en una dirección adecuada y por lo menos nos escuchan. Esperemos que se solucione lo más rápido posible este tema distorsivo de la presión impositiva. Para el año que viene vemos un panorama un poco mejor. O sea, no digo que vaya a haber un rebote estratosférico ni mucho menos, pero volver a volúmenes de industria similar al del año pasado.
-De todos modos, me imagino que si se quedan es porque piensan que la Argentina da para más…
-La Argentina siempre nos llama la atención. Está bien que tenemos algo a favor, que es quizá más eficiencia en la producción que otros países. Tenemos la figura del contratista. Las horas de uso anual de las máquinas acá superan cualquier estimación en el resto del mundo. Entonces eso obviamente te baja la cantidad de máquinas demandadas a la industria. Pero Brasil está haciendo 270, 290, 300 millones de toneladas de granos y nosotros 140 millones. Digamos que nos duplica. Pero la industria de Brasil de tractores y cosechadoras es 7, 8, 9 veces más que en la Argentina. Entonces algo pasa.
-¿Hay un atraso relativo muy grande?
-Lo ves en la obsolescencia de nuestras máquinas. Uno ve todo lo que te brinda la tecnología en cuanto a ganancias de eficiencia, y no la estamos aprovechando porque tenemos un parque todavía muy antiguo. Un 70, 80% de tractores con más de 15 años, un 70, 80% de cosechadoras con más de 10 años.
-¿Si se lograra reducir esa vejez esto redundaría en una mayor productividad?
-Cuando vos pensabas en una cosechadora de hace 20 años, a lo mejor tenía pérdidas de cosecha en todo el sistema. En la separación, en la trilla, en el corte. Pensemos si tuviéramos todas las cosechadoras de última generación, tiene un 20% más de cosecha, y eso es más divisa.
-¿Todavía esperan que en algún momento haya algún plan de incentivo o la normalización económica alcanza para que el productor invierta en maquinaria?
-La normalización, la previsibilidad, ayuda muchísimo. El campo tiene un ciclo de un año en el que muchas veces no puede controlar ni los costos ni los precios de lo que hace. O sea, es una producción en donde lo mínimo que necesitás es previsibilidad. Que vos mínimamente sepas cómo vas a exportar, cómo van a ser los precios, qué va a pasar. Entonces, esa previsibilidad es fundamental.