Cuando se habla de la historia del maní y su irrupción en la matriz productiva nacional como una economía regional pujante que exporta por más de 1.000 millones de dólares anuales, hay que detenerse en Ricardo Pedelini. Experimentado técnico del INTA General Cabrera, localizada en la ciudad homónima al centro-sur de la provincia de Córdoba, es uno de los protagonistas de la reconversión que permitió crecer, dejando atrás el grano que era netamente una oleaginosa y se usaba para la extracción de aceite, hasta convertirse en un alimento, como sucedía en otras partes del mundo.
Pedelini volcó sus conocimientos adquiridos en el exterior para encontrar y adoptar otras variedades de maní, que exigían un nuevo modelo de producción y formas diferente de cosecha de este cultivo estratégico para el sur de Córdoba.
Si bien, en la actualidad se conocen diversos productos derivados del maní y resulta difícil imaginar cómo el grano era de uso exclusivo para elaborar aceites, Pedelini sí recuerda con precisión cómo sucedían las cosas por aquella época.
“El maní se cultivaba para hacer aceite, era el maní colorado del tipo español y se le llama de baja producción. Cuando era excepcional tenia un rendimiento de 1200 kilos. En esa época se hacía todo junto y se cosechaba como se podía. Realmente había muchos problemas de toxinas, de manchada, grano podrido, entre otros. Pero como en la extracción del aceite, todo eso se destruye, no había problema porque la finalidad era obtener un grano para hacer aceite”, contó el experimentado técnico agrícola a Bichos de Campo.
Sin embargo, cuando los semilleros introdujeron la variedad Runner, un maní rastrero (desarrollado en la Universidad de la Florida, al sur de Estados Unidos), cambió el rumbo de la industria, Pedelini se mantuvo muy cerca del productor, ayudándolos a mejorar las formas de hacer. Mientras sus colegas llevaban a cabo ensayos que más tarde lograron un maní local, derivado de ese material genético importado.
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“Yo era extensionista y trabajaba con los productores desarrollando tecnología. Hice una maestría en Estados Unidos y venía con mucha tecnología que vi y comenzaba entonces su uso. Así se fue desarrollando todo lo que fueron los herbicidas de presiembra, los herbicidas de preemergencia, los posemergentes selectivos. Cambió todo, de hacer cualquier cosa al todo estricto que se hace hoy”, recordó Ricardo, quien por muchos años propició intercambios entre los productores nacionales de maní con las fuentes norteamericanas donde cursó su maestría.
“En General Cabrera se pone la primer planta seleccionadora de maní para exportar y después se van multiplicando hasta lograr todas la planta que hay. El maní ya no solo se exporta como grano, sino granos tratados, grano pelado, pasta de maní, manteca de maní y todos los subproductos listos para el consumo humano”, explicó el profesional.
Pero Ricardo Pedelini es un hombre modesto y lejos de atribuirse los cambios en la producción manicera de General Cabrera, epicentro industrial del cultivo, se limita a reconocer que estuvo para acompañar los cambios, como le corresponde a un técnico del INTA.
-En definitiva has sido testigo y protagonista de esta historia que también ayudó a escribir el INTA, una institución de la cual muchas veces se discute su utilidad. ¿Crees que todavía sigue siendo necesaria?
-Tendría para hablar un rato largo, porque el INTA como está hoy, tengo mis dudas. Pero remitiéndome a la historia de hace 20 años, recuerdo que la soja era del INTA, el sorgo y el maíz eran del INTA. Hoy en día, no lo tiene más. Entonces ha cambiado un poco, yo lo volvería a lo que fue y me parece que sería muy importante para la soberanía alimentaria del país.
-Actualmente el maní es motivo de discusión porque al expandirse por otras provincias muchos dicen que destroza la siembra directa, los campos, el suelo ¿En este sentido cómo ves la sustentabilidad?
–Lo que pasa es que al maní hay que hacerlo bien. Hoy en día se puede hacer la siembra directa, no hay ningún problema y se hace perfectamente bien. Solo que cuando llega el momento del arrancado hay que sembrar un cultivo de cobertura y dejar pasar cuatro o cinco años antes de volver al maní. Lo que pasa es que a veces, cuando tienes muy buenos precios, esos períodos se acortan o se siembran lotes que no deberían sembrarse con maní.
Sobre la forma correcta de hacerlo , comentó. “En General Cabrera -hace ya muchos años- cuando tenía muchos problemas el suelo se sembraba en franjas. Se hacía una franja de maíz y una franja de maní, o sea que hay formas de hacerlo. Lógicamente tiene que estar bien tratada la semilla con fungicida, con inoculantes, de manera que tenga un arranque vigoroso, bien tratada la maleza de manera que no tenga competencia y se, produce perfectamente bien con un rendimiento excepcional”.
Sin temor a equivocarse, Pedelini ratifica que el maní es sustentable y es una de las economías regionales más pujantes de la Argentina. “En general Cabrera, está la planta más importante de maní y trabaja muchísima gente, el progreso de estos pueblos ha sido por el maní. No hay ninguna duda que ha sido por el maní, porque es mucha la gente que trabaja y percibe buenos sueldos, que vive bien en pueblos pequeños y entonces el estándar de vida de esos pueblos es distinto”, se despidió.