El Inta, a través sobre todo de la figura de Mario Bragachini, fue el gran impulsor de la instalación de plantas extrusoras por todo el interior del país. Claro, es una de las mejores maneras de agregarle valor localmente a la cosecha de soja y evitar el alto impacto de los fletes en la ecuación de los productores. Ahora, pocos años después, en la Argentina existen más de 500 empresas Pyme que se dedican al proceso de extrusado/prensado de soja. Son tantas que incluso acaban de organizarse en una Federación.
“¡Qué bueno! Una política pública que dio resultado”, prensaría un desprevenido. Pero no tanto. Esa industria creció de tal modo que ahora tiene capacidad instalada en exceso para un negocio (la venta de expeller) que a nivel interno se achicó por la crisis de los tambos y el amesetamiento de la avicultura. Por eso ahora las extrusoras buscan una salida al mercado regional que se les hace cuesta arriba, porque para exportar reciben el mismo tratamiento que Cargill o Bunge.
“Se pagan retenciones igual que las plantas de 10.000 toneladas por día, cuando estas plantas son de 30 toneladas y están ubicadas lejos de los puertos”, indicó Hernán Casanova, uno de los promotores de este negocio en el país, en Bichos de Campo.
El empresario admitió que “hay un exceso de expeller debido a una baja en el consumo de tambos y aves”, que se combina a la vez con “un aumento explosivo de las tarifas eléctricas y la falta de un convenio de legislación laboral específico para las pymes aceiteras”.
Escuchá el reportaje completo a Casanova:
“El extrusado/prensado de soja en una pequeña pyme aceitera, que elabora de 30 a 50 toneladas por día, confiere un método totalmente mecánico y no químico como aquel que utilizan las grandes aceiteras que procesan de 10.000 a 20.000 toneladas por día. Por ende no queda un remanente químico en la harina”, explicó Casanova. Ese rasgo diferencia al expeller que producen estas Pymes del “pellet” o harina de soja, un subproducto nominado por el INDEC como “residuo de la industria alimentaria”, que a la vez es el principal producto exportado por la Argentina.
El empresario explicó que el proceso de prensado “es el que separa la harina y el aceite de soja, el cual ya no es pellet, sino expeller, y tiene una posición arancelaria propia en el Código Aduanero. Es otro producto con propiedades muy diferentes. Primero porque no contiene solventes, luego porque se puede diferenciar, es un producto trazable si se lo procesa en una planta chica. Y tercero porque tiene una buena solubilidad, que es la capacidad de los animales de digerir esa proteína”.
Mientras que para las grandes aceiteras el mercado natural es la exportación del pellet de soja, Casanova afirmó que “a nivel más chico, el nicho de ventas se suele dar a no más de 100 kilómetros de distancia en donde están instaladas las plantas, las cuales son entre 500 y 600, y están distribuidas desde Jujuy a Neuquén, y desde Mendoza a Mar del Plata. De lo que se produce de soja a nivel nacional, que son 55 millones de toneladas aproximadamente, solo unas 3 millones de toneladas es lo que consumen las plantas extrusoras”.
Ahora el sector busca que el gobierno lo ayude para agregar 1 millón de toneladas de soja al proceso de extrusado y posibilitar las exportaciones de expeller a los países de la región. “Tuvimos varias reuniones con la Mesa de Extrusores creada por Agroindustria, donde hubo promesas concretas de eliminar el FOB Oficial y tratar otros problemas, pero hasta ahora no ha habido una respuesta con hechos. Sería ideal conseguir alguna diferenciación en las retenciones de exportación para los productos que sean procesados por estas plantas”, sugirió.