“El maní es el único cultivo que florece sobre la superficie pero pone el fruto bajo tierra”, nos ilustra el agrónomo Gustavo Rinaudo, orgullosamnete nacido en Río Cuarto, Córdoba, muy cerca del epicentro de la región manisera por excelencia. Rinaudo menciona esta particularidad no de modo antojadizo sino para intentar explicar la mala fama que tiene el cultivo en materia ambiental. Para cosechar los frutos, literalmente hay que desenterrarlos y eso muchas veces provoca erosión y voladuras.
El agrónomo tiene a su cargo la siembra de maní en campos arrendados para AGD (Aceitera General Deheza), una de las grandes jugadoras de este negocio. Sabe bien de lo que habla. Sabe que por esa “mala fama” alquilar un campo para hacer maní cuesta usualmente un 80% más que arrendar uno para hacer soja. “El maní era considerado el demonio de la erosión, pero con buenas prácticas agrícolas y con la siembra directa hemos demostrado que no es así. Es la mano del hombre la que lo hace peligroso para la voladura” de los campos, afirma.
Mirá la entrevista completa con el agrónomo Gustavo Rinaudo:
Para dar sustento a lo que dice, el agrónomo recuerda que el sector manisero fue el primero en firmar un acuerdo con el Ministerio de Agricultura de Córdoba para impulsar un conjunto de BPA que luego se generalizaron al resto del sector en la provincia.
“Creo que en Córdoba tenemos erradicada la mala fama. Sabemos que lo tenemos que hacer es trabajar con cuidado”, explica el agrónomo, que destaca también que el sector fue vanguardista en cuanto a la adopción de cultivos de servicio o de cobertura, los llamados “puentes verdes”, que impiden que los campos queden al descubierto en periodos invernales.
Por cierto, Rinaudi reconoce que el maní -debido a la particularidad de que hay que desenterrarlo- es un cultivo complejo. En especial en tiempo de cosecha, donde primero hay que dar vuelta las plantas para dejar el fruto expuesto y luego de varios días (no menos de siete) recogerlo con una trilladora especial.
Podés mirar este proceso en el programa especial de Bichos de Campo sobre esta actividad:
El ingeniero de AGD nos cuenta que se siembran entre 400 mil y 430 mil hectáreas con ese cultivo, la inmensa mayoría en el sur de Córdoba, pero también algo en San Luis, Buenos Aires y La Pampa. Esa superficie se distribuyen un 70/75% a manos de algo más de veinte empresas que conforman la Cámara Argentina del Maní y el otro 25/30% por parte de productores independientes.
“El maní se hizo cordobés por condiciones climáticas y de suelos. El suelo arenoso es donde mejor anda el cultivo”, añade el especialista. Un suelo muy duro dificultaría el proceso de arrancado de la planta con que se inicia la cosecha. Y además dejaría capas de tierra sobre el maní en cáscara.
Rinaudo cree que el maní podría sembrarse en otras zonas con suelos arenosos si el sector contara con variedades de ciclo corto, que son las que le están reclamando a los investigadores del INTA y del sector privado. En busca de avances, aclara que el cultivo no debería nunca ser transgénico, porque sería rechazado por los mercados, porque “es el único grano que va a consumo humano directamente, solo con un tostado o una cocción liviana”.