Las empresas integrantes del CREA Pico-Quemú (región Oeste Arenoso) realizaron en la campaña 2020/21 su primera gestión ambiental y, a partir de los resultados obtenidos, comenzaron a lograr mejoras medibles en varios indicadores clave.
Las evaluaciones se hacen sobre campos con rotaciones agrícolas y agrícolas-ganaderas (en tres establecimientos las pasturas rotan con cultivos anuales). Los registros empleados para generar los índices ambientales provienen de la planilla DAT CREA, lo que implica que el trabajo no requiere una carga adicional de datos.
En lo que respecta al Índice de Uso del Suelo (IUS), el promedio del CREA Pico-Quemú fue de 150 días en 2020/21 con un máximo de 188, 209 y 211 días en los tres casos que realizan rotación con pasturas.
En tanto, el IUS promedio, sin considerar superficie con pasturas en rotación, fue de 138 días en 2020/21. La empresa agrícola más destacada al respecto logró un IUS de 181 días, el cual se explica fundamentalmente por el uso de cultivos de cobertura o servicio.
“En aquellos establecimientos que están localizados en zonas con menores regímenes pluviométricos o que cuentan con ambientes sin presencia de napa, es mucho más difícil lograr una intensificación del uso del suelo, especialmente en períodos de restricciones hídricas”, explica Martín Ginart, asesor del CREA Pico-Quemú, en la última edición de la Revista CREA.
“Los modelos intensivos son factibles cuando no escasea el agua, porque en situaciones de restricción hídrica se torna riesgoso consumir ese recurso durante el otoño y que luego no se alcance a recargar el perfil en la primavera”, añade.
El porcentaje de gramíneas en la rotación promedio del grupo CREA en 2020/21 fue del 56% con un máximo del 73%, debido fundamentalmente a que el maíz ocupa un lugar preponderante en los sistemas productivos.
El siguiente estadio de la gestión ambiental consistió en evaluar el EIQ (Coeficiente de Impacto Ambiental por sus siglas en inglés) de cada uno de los cultivos realizados por todas las empresas del grupo. Se trata de un indicador creado por el Programa de Manejo Integrado de Plagas de la Universidad de Cornell (EE.UU).
Como el CREA ya venían trabajando con Ripest, un índice ecotoxicológico desarrollado por la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) para estimar el riesgo ambiental en función de la toxicidad y dosis de los fitosanitarios utilizados, en los últimos tiempos se habían eliminado ciertos productos –como es el caso del paraquat– que tienden a elevar dicho riesgo.
El cultivo de maíz tardío es el que presentó no solamente el mayor EIQ promedio, sino que además también mostró la mayor variabilidad entre situaciones.
“En maíz tardío se registró un EIQ máximo de 150 en un caso sembrado luego de una pastura, que requirió bastantes aplicaciones para acomodar el lote”, apunta Martín.
“Hicimos algunas pruebas con cultivos de servicio en barbechos de maíz tardío, pero no siempre logramos reducir el EIQ, por lo que tenemos que seguir buscando alternativas en tales casos. En términos generales, en nuestra zona el diseño más favorable para reducir el EIQ es el doble cultivo de renta”, añade.
La gestión ambiental es muy útil para analizar los casos extremos y poder así estudiar cómo se llegó a un bajo EIQ y cómo a uno elevado, de manera tal de ingresar en un proceso de mejora continua en el diseño de planteos sostenibles. “En esta campaña 2021/22 hemos logrado bajar el EIQ en maíz en rangos que van del 30% al 50%”, remarca el asesor CREA.
El análisis también comprendió el EIQ promedio de cada empresa considerando tanto la superficie con y sin pasturas en rotación, de manera tal de elaborar un ranking en ese sentido. El asesor CREA también elaboró una carpeta indicativa en la cual cada empresario puede visualizar con facilidad cuáles son los aspectos relativos por mejorar respecto de la situación promedio de cada cultivo.
Además se graficó el uso total por empresa de fitosanitarios clasificados por banda o color de riesgo con el propósito de promover un mayor uso relativo de aquellos comprendidos en la categoría de bajo riesgo (“banda verde”).
Adicionalmente, en dos empresas se está midiendo la calidad de las aplicaciones realizadas, dado que cuentan con pulverizadoras que tienen una estación meteorológica incorporada para determinar en tiempo real si las condiciones de la aplicación en curso son las adecuadas; eso se logra por medio de un programa –desarrollado por la empresa argentina Acronex– que, a partir de la temperatura, humedad relativa y velocidad del viento, calcula en tiempo real la deriva y evaporación de la aplicación.
El último eslabón de la gestión ambiental correspondió al balance de nutrientes por medio del cálculo del porcentaje de reposición de fósforo, el cual en 2020/21 arrojó un promedio del 81% con un máximo de 186%; este último se explica porque la empresa, propietaria de un feedlot, recolecta regularmente purines para desparramarlos por el establecimiento.
“La gestión ambiental requiere un abordaje desde varias dimensiones; los datos comprendidos en los indicadores deberían representar una capa de información más para enriquecer la toma de decisiones, siempre buscando un equilibrio”, señala Martín.
“El gran desafío que tenemos por delante ahora es poder diseñar un indicador comparativo que permita cuantificar el impacto económico de aquellas acciones orientadas a mejorar los diferentes indicadores ambientales”, resume.