La empresa Don Mario nació en 1982, tumultuoso año de la guerra de Malvinas. Sus fundadores eran algo grandes (clase 56) para ir a pelear, pero igual se anotaron como voluntarios, por si fuera necesario. Todos ellos son viejos conocidos de los productores argentinos, porque son sus pares y han convivido todo este tiempo con ellos. En la Argentina, Don Mario es Don Mario. A secas.
Pero Don Mario creció, mucho creció. De tener modestas oficinas en Chacabuco, donde arrancó la aventura hace más de treinta años sobre un pequeño campo “prestado”, a contar con modernos laboratorios de biotecnología en Brasil, desembarcar en el competitivo mercado estadounidense y hasta realizar ensayos con soja propia nada menos que en China, la cuna de ese cultivo. Para todas esas cosas, Para hacer todos esos movimientos globales Don Mario pasó a llamarse GDM.
Gerardo Bartolomé, agronomo recibido en la universidad pública, relató a Bichos de Campo cómo fue todo este proceso de transformación (“internacionalización”, dicen ellos) que convirtió a GDM en la multinacional agrícola más importante que tiene en este momentos la Argentina. “Don Mario pasó a ser una marca. GDM viene a ser como un paraguas para las ocho a diez marcas diferentes que tenemos en todos los territorios en los que estamos”, nos explicó el empresario.
Mirá la entrevista completa con Gerardo Bartolomé:
Bartolomé recordó que la decisión de dar el salto a otros países fue tomada hace unos 20 años. Enfatizó que esa decisión nació como “fruto de nuestra ambición de crecer y de que ese crecimiento generara más posibilidades de invertir en investigación para tener mejores productos”. El primer salto fue sobre el charco, pues desembarcaron en Uruguay. Y a partir de 2003, llegaron a Brasil, Bolivia y Paraguay. “Si tomamos estos cinco países juntos, tienen 60 millones de hectáreas de soja, que representan de 45 a 50% de la producción mundial. Eso nos facilitó el habernos extranjerizado”.
Hacer pie en Brasil, el gigante sudamericano, el segundo mayor productor de soja en el mundo, detrás de los Estados Unidos, fue clave para los planes de expansión de Don Mario a todo el mundo. Allí, según el relato de Bartolomé, en 16 años pasaron de tener 0% del mercado de semillas de soja a nada menos que el actual 42/43%.
La importancia de Don Mario en Argentina y Brasil, finalmente, condujo a que la genética desarrollada por esa compañía hoy se utilice en 1 de cada 5 hectáreas sembradas con soja en todo el mundo. El desembarco en Estados Unidos fue otro hito: comenzaron a investigar allá en 2008 y ahora aspiran a tener el 5% del ‘market share’.
“Nos hemos fijado el objetivo de ser reconocidos en todos los países del mundo como un proveedor de genética de excelencia. En todos los países donde se siembra soja queremos estar”, afirmó Bartolomé. GDM también ya puso un pie en Europa del Este, en Sudáfrica y hasta en China, donde acaba de terminar las primeras pruebas con sus propias variedades (con resultados “excelentes”, dijo el agrónomo). Entre los países sojeros, solo les falta la India.
La palabra “investigación” aparecerá varias veces a lo largo de esta nota con el CEO de GDM. Es que así nació todo, a comienzos de los ochenta en Chacabuco, por las ganas de investigar un cultivo todavía bastante desconocido en estas latitudes. La soja entonces ocupaba cerca de 1 millón de hectáreas, nada comparado con las 17 millones de la actualidad.
Uno de los responsables de la fundación de Don Mario fue César Belloso, conocido productor agropecuario de Pergamino, a la vez de uno de los pioneros de AAPRESID. Eran compañeros de facultad con Bartolomé y el primer trabajo que tomaron fue sembrar un lote de 50 hectáreas en Chacabuco, que la madre de Belloso les “prestó” para hacer ensayos. Ahí se sumó un tercer agrónomo, Daniel Canova. Fue ese hecho fortuito el que marcó que Don Mario naciera en Chacabuco. Podría haber sido en cualquier otro lado.
En aquel momento las semillas de soja se podían adquirir o bien en Asgrow (que despues se transformó en Nidera en la Argentina) o bien a la familia Ferrarotti de Rosario, pioneros del cultivo en el país. El INTA también tenía algunas variedades, pero a la vez se introducían muchas semillas de universidades norteamericanas. Ese primer ensayo no salió nada mal para tres chicos de 24 o 25 años de edad. Bartolomé recuerda que pudo cambiar el auto con aquella campaña, que tuvo más fines académicos que comerciales.
¿Y cómo nació la semillera propiamente dicha? Contó Gerardo que “a mediados o fines de los ochenta vimos que había muy poca oferta varietal para los agricultores argentinos. Y entonces ahí pensamos en desarrollar una marca argentina de semillas de soja. Ahí nace Don Mario”. La denominación tiene un origen medio chistoso, pues era el segundo nombre de Alejandro Bartolomé, hermano de Gerardo, que se sumó al proyecto en aquellos años. Lo gastaban con el “Mario”.
La clave del éxito fue embocarle a una genética que luego andaría bien en la Argentina, donde hasta ese momento abundaba la semilla de Grupo V. Los jóvenes agrónomos comenzaron a importar variedades de Grupos IV, más precoces, que tenían varias cualidades sanitarias y productivas. La primera variedad la anotaron en 1988 y “a mediados de los noventa comenzamos a hacer ensayos propios”. Fue diez años antes de la llegada del primer transgénico a la Argentina, la soja RR (resistente al glifosato). Relató Bartolomé que en ese momento “tuvimos la suerte de ser los primeros en lanzar una variedad de Grupo IV con RR”.
“Lo que más nos atrajo en aquel momento fue la gran cantidad de incertidumbres agronómicas que había en torno a la soja, la incognita agronómica”, resumió Bartomolé sobre toda esa etapa. Cree que esa pasión es la clave de que la vieja y querida Don Mario se haya transformado en GDM y le compita a la par a cualquiera de las multinacionales del sector agrícola.
“Nos consideramos especialista en mejoramiento de soja. Ese foco nos permitió desarrollar un equipo de trabajo con la misma pasión que los originarios. Nos gusta lo que hacemos, todos somos fanáticos”, dijo el empresario que, de haber sembrado 50 hectáreas de soja en un campo prestado de Chacabuco pasó a manejar un grupo de más de 700 empleados.
Si hay gente merecedora del éxito, por su capacidad, por su visión y sobre todo por su modestia, es el Ing. Gerardo Bartolomé. Podio para él!