No sé si muchos recordarán que cuando Alberto Fernández estaba diseñando su gobierno luego de derrotar a Mauricio Macri, en el último tramo de 2019, quien estuvo probándose el traje de ministro de Agricultura fue Gabriel Delgado, el histórico economista del INTA de buenos lazos con el sector y uno de los pocos hombres “agro-pensantes” que tiene la coalición oficial.
En diciembre de 2019, Delgado ya tenía todo preparado para asumir e incluso había pensado en todo su equipo cuando el diablo metió la cola y finalmente fue designado en el cargo el formoseño Luis Basterra, hombre muy cercano al gobernador Gildo Insfrán, uno de los gobernadores favoritos de Cristina Kirchner.
Delgado, que ya había sido secretario de Agricultura acompañando al ministro Carlos Casamiquela en el último tramo del gobierno de esa política, hasta 2015, se quedó frustrado por primer vez, a las puertas del Ministerio. Cuando Basterra -a quien él mismo le había ofrecido ocupar un secretaría-, le devolvió la gentileza y le ofertó un cargo importante, él prefirió tomar distancia.
Gabriel Delgado: “Será muy importante tener reglas claras y ver al sector como a un aliado”
Durante esos primeros meses del gobierno de Alberto, el economista se dedicó a asesor al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, y pergeñó además dos ideas potentes: una fue un proyecto de promoción para las inversiones en el sector que luego se fusionaría con el del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), un debate que todavía está pendiente en el Congreso. La segunda idea era mucho más ambiciosa, y consistía en poner a competir con más fuerza a YPF Agro, que ya por entonces era el primer proveedor de insumos para los productores y además exportaba granos por más de 1 millón de toneladas.
Volvió el economista especializado en agro a aparecer en el candelero público varios meses después, en junio de 2020, cuando el gobierno de Alberto anunció la intervención de la aceitera Vicentin, que había dejado un tendal de productores sin cobrar y acumulaba una deuda total de 1.300 millones de dólares, incluyendo unos 300 millones con el Banco Nación. Delgado sintió que era el momento de llevar a cabo la idea de una empresa estatal testigo junto a YPF Agro, pero vivió de inmediato su segunda gran frustración.
Los sectores más ultras del gobierno hicieron que esta ofensiva para que el Estado recuperara protagonismo degenerara en una expropiación fallida y casi escandalosa. Delgado, designado interventor, se enteró en el mismo momento de la conferencia de prensa que el gobierno “iba por todo”.
El economista vivió esos dos meses de intervención de mala manera, hasta que pudo convencer al Presidente de desistir de la expropiación. Luego de ese fallido, decidió tomar distancia del gobierno que ya lo había defraudado en dos ocasiones y aceptó ocupar un cargo en el IICA (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura) en Brasil, donde sigue trabajando.
Dicen que la tercera es la vencida. Con la noticia de que el gobierno -para enfrentar una nueva y más grave crisis- había decidido fusionar los ministerios de Economía, de Producción y de Agricultura en una nueva mega cartera que estará a cargo de Massa, de quien Delgado es hombre de consulta permanente, y une vez conocida la renuncia a su cargo del ministro Julián Domínguez, el nombre de Delgado volvió a aparecer en el candelero.
Varias fuentes confirmaron a Bichos de Campo que el propio Massa le ofreció personalmente el cargo. También algunos empresarios trataron de interceder para que acepte ser el nuevo secretario de Agricultura: sin duda sería uno de los mejores (y pocos) interlocutores que le quedan al gobierno para intentar un diálogo fructífero con el sector. Pero Delgado rechazó en todo momento esa posibilidad.
Una y otra vez repitió Delgado con elegancia, pero con firmeza, su negativa. Adujo “problemas familiares” que realmente existen. Pero a la vez era muy difícil imaginarlo dentro del gobierno, en convivencia con un kirchnerismo que ya lo había traicionado en dos ocasiones anteriores.