“Calculo que el tráfico de Laboulaye no me va a demorar los 70 metros que tengo de casa a la oficina”, se ríe Francisco Iguerabide en el audio que manda mientras coordinamos el horario de la entrevista, que pertenece al capítulo 21 de Oli-Nada-Garcas, “El podcast de tu vida” fue hecha y publicada (aunque aquí incluyo algunos datos de actualidad) en abril de 2021, a un año de haber comenzado la pandemia.
Les propongo conocer cómo se forjó la historia de “Fran”, un productor del sur de la provincia de Córdoba que cuando apenas tenía dos años perdió a su padre (Martín) pero tuvo en su madre (María Rosa), que por entonces era maestra rural, una figura fuerte. Actualmente lleva adelante en sociedad con ella campos agrícolas allí en el sur cordobés. También fue importante Santiago, el esposo de su madre, que se casó de nuevo. La familia, hoy, la completan su mujer Malena y sus hijos: Teodelina, Juan Cruz y Martín.
En 2015 Iguerabide fue electo presidente del Movimiento CREA y cuando terminó su gestión fue convocado para la dirección de Desarrollo Agropecuario Sostenible del Ministerio de Agricultura y Ganadería de la provincia de Córdoba, a cargo de Sergio Busso. Es uno de los tantos casos (o no tantos, depende cómo se lo justiprecie) de productores que hay estado de uno y otro lado del mostrador, lo público y lo privado. Y también de esta visión o de los aprendizajes de funcionario hablamos en la nota.
“Recuerdo de chico ir al campo con mi madre y disfrutar el camino, durmiendo con la cabeza puesta en sus piernas, y de la llegada: caballo, manga, cosecha, lo que venga”, cuenta Iguerabide sobre ese amor por lo rural. También se refiere la “necesidad de salir tranqueras afuera, de vincularse con otros ajenos al campo y tratar de entenderlos para poder avanzar”.
“Cuando cumplí la etapa en lo público en la provincia coincidió en una etapa familiar ya con mis hijos adolescentes, algunos empezando la facultad, por eso decidí enfocarme en esa etapa, y disfrutarlos antes que levanten vuelo más alto”, contó respecto de la actualidad.
Pero lejos está de ser un “jubilado” y empezó volvió a jugar polo, que también juega uno de sus hijos. “Terminé siendo presidente del Laboulaye Polo Club y junto con un grupo con el que compartimos la visión de mejorar el polo en la zona, federamos al club en la asociación, armamos torneos y nos acercamos a clubes de otros pueblos”.
-¿Cuál es tu historia vinculada al campo y la ruralidad?
-El campo que heredamos con mi madre, de mi padre, es de la familia de mi padre, que tiene campo hace muchos años en la zona. Pero la empresa es nueva, porque hasta ahora copió lo de muchas familias argentinas que las familias crecieron más que los campos… para mirarlo de manera positiva. Yo de chico la acompañaba a mi madre al campo. Por ahí si cierro los ojos me acuerdo de algunas cosas. Tanto del camino como la llegada. La llegada era la manga, la cosecha, hace 40 años te llenabas de polvillo en las cosechadoras y los tractores, se hacían unas pilas de sorgo, que era el cultivo del momento, y como chico me encantaba subirme, desparramar todo, hasta perdía la zapatilla adentro.
-¿Y sensaciones?
-Y bueno, el asiento entero de la camioneta Ford Ranchero que tenía mi madre. La gente próspera tenía una F100, nosotros teníamos una “rancherita”. Me acostaba a lo largo, mi cabeza la apoyaba en las piernas de mi mamá y me dormía gran parte del viaje. Después mi madre se volvió a casar, tengo dos hermanas ya grandes, pero que no se dedican al campo. Eligieron otro rumbo.
-¿Y por qué elegiste el campo?
-La verdad que no me imaginé mucho en el campo. Terminé eligiéndolo porque pensé que trabajar en esto era lindo, pero no estaba tan convencido.
-¿Y tu madre sigue yendo hoy al campo? ¿Siguen compartiendo?
-Mucho. Hemos crecido como empresa desde aquellos inicios muy rudimentarios. Mi madre es mi socia. Ahora más enfocada en lo administrativo, pero vamos al campo a hacer lo que yo le digo la reunión de directorio. Nos subimos a la camioneta como hace 40 años y le metemos, porque la charla que se da caminando el campo es muy distinta a la que se da en una oficina frente a frente. Despierta otra creatividad, otro entusiasmo. Es mucho más productivo. Ese ejercicio lo aprendí siendo asesor CREA. Yo empecé como asesor CREA en los 90, donde el campo la estaba pasando difícil y había que tomar decisiones arriesgadas, había que jugársela. Y con 27 años tenía que enfrentar decisiones difíciles. Y me di cuenta de que cuando llegaba a un campo y un productor estaba preocupado sacando cuentas, la mejor manera de que lasa sacara bien era primero salir a caminar un rato. Por eso a mí me encantan las reuniones de directorio de campo.
-¿En algún momento pensaste en largar todo en esos tiempos difíciles del campo que a vos te agarraban empezando en la actividad?
-Si, la verdad que sí. En algún momento de la facultad dije ¿quién me manda a mí a estudiar esto? Si uno supiera en lo que se mete cada vez que hace algo no haría nada. Lo que pasa que hay distintos factores que te hacen seguir. A veces el amor propio, otras veces la necesidad, el sueño de lograrlo. Por supuesto que a medida que vas teniendo pequeños logros, sabés que esa satisfacción no tiene precio.
-¿Qué otra cosa hubieras sido si no hubieras sido agrónomo?
-De chiquito, cuando me preguntaban qué quería ser de grande, yo decía que quería ser ingeniero químico, para hacer jabones (se ríe). Quizás lo mío nunca fue el arte. Lo mío no es el arte, pero sí la ingeniería industrial, civil. Me gusta crear cosas donde no había.
-¿Qué es lo que más te gusta de lo que hacés?
-A mí me gusta andar en el campo, al aire libre, y fui descubriendo en los años de profesión es la cultura que hay en el campo, la empatía entre los productores. Hacer buenos amigos, encontrar siempre gente buena. Lo que no me gusta, o si hay algo que podríamos cambiar, es que tendríamos que ampliar eso bueno que tenemos hacia adentro, que no somos muy empáticos, o el campo no tiene la capacidad de ponerse en los zapatos de otros actores de la sociedad, entender por qué pasan las cosas. Lo que no está bueno es que nos cerramos en nuestro mundo. En lo personal, mi vida institucional y profesional, he buscado otras cosas. Hice cosas para que las cosas no sean así.
-¿Cómo cambió la actividad de la gente que está en el campo a partir de la pandemia?
-Creo que había una digitalización que no entendíamos. La pandemia puso sobre la mesa la posibilidad de usar mejor las herramientas. Pero veo que hay gente que sigue sufriendo porque se resiste. Si te resistís sufrís, en cambio, si tratás de adaptarte, te incomoda, te duele, pero no lo padecés.
-¿Cómo ves el amalgama generacional en las empresas de campo?
-Es un tema muy difícil, de hecho, el 87% no lo logra. Sólo el 13% de las empresas continúan de una generación a otra. Hay cosas que se miran al revés. Una es poner el foco en la primera generación. Muchas veces se habla de cómo el hijo incorpora al padre, y el verdadero desafío es cómo se integran los hermanos. Porque si como padre te empujan tus hijos, es muy difícil decir que no. Ahora, si como padre, vos querés que tus hijos sigan tu proyecto, es muy difícil. El traspaso generacional empieza cuando tu hijo nace. Hay un vínculo descuidado, desde la gestión de la empresa que es el vínculo de los hermanos. Va a sonar duro lo que te digo, pero yo como padre, no puedo forzar a mis hijos a subirse a un proyecto que ni siquiera voy a estar para controlarlo.
-Te llevo a la comunicación y te pregunto, ¿por qué creés que al sector agropecuario se lo tilda de “oligarcas”?
-La palabra oligarca tiene que ver con el gobierno de unos pocos y es una deformación de la meritocracia que es el gobierno de los mejores. Desde esa definición, hoy en el campo, no hay oligarcas. El campo no tracciona ni gobierna. Si hay una mirada oligarca es porque fue una época en la que se habló de oligarcas, una época en la que no había otra cosa que campo y en ese momento las decisiones de gobierno las tomaban esos pocos, y hubo decisiones muy conflictivas en aquel momento. Muchos entienden que fueron decisiones en beneficio propio. Como toda historia tiene dos miradas, pero en esa época, la generación del 80 fue la base para la Argentina que vino después con los colonos.
-¿Por qué decidiste empezar a participar en lo público?
-Más allá de lo público, en mi manera de ser está en ampliar la mirada. Hay una frase que me gusta que “El hombre cultivado cultiva mejor”. La palabra cultura viene de cultivar. Entonces, para mí, cultivarme, nutrirme, ha sido siempre importante. Cuando vos entendés las cosas podés usarlas para convivir mejor con la realidad. A mí me gusta vivir con alegría y empujando para adelante.
-¿Cómo se vincula la política con esto?
-Te pone en contacto con más gente, más diversa y con toda la sociedad. Te digo otra frase: “No quiero tener la casa más linda de Hiroshima”. Me ha ido bien, me ha permitido formarme, prosperar, y no alcanza con hacer las cosas bien tranqueras adentro. Pongámonos en los zapatos del otro. Nos falta empatía. Como sociedad, en general nos pasa eso. Hay cierta incomodidad, es cierto, pero te puede llevar a un crecimiento.
-¿Qué entendiste o aprendiste estando del otro lado del mostrador? En la función pública.
-Yo lo que digo siempre es que, en los proyectos, es raro que haya un capitán que lleve el timón para el lado que quiere. En la mayoría de los proyectos, puede hacer un capitán pero en el timón tenés gente tirando para distintos lados. Con la diferencia que, a medida que, a medida que el proyecto involucra a más personas y tiene más escala, mover el timón es más difícil. Por ejemplo, si vos tenés un botecito familiar, entre dos o tres decidís, lo girás y en dos minutos el barco va para ese rumbo. Pero en la medida que crecés hacia una institución local, provincial o la nación, el timón se va haciendo más grande, la diversidad de intereses es más grande entonces tenés cientos de personas haciendo fuerza. Vos, si tenés una idea, para correr ese timón, tenés que hacer más fuerza. ¿Cuál es la ventaja del barco grande? Que vos lo movés dos grados, si lo hiciste con consenso, vas a tener un impacto en un montón de pasajeros más. En cambio, en tu barquito familiar, los cambios son para tus parientes y los que están en tu pequeña empresa. En cambio, vos moviste un poquitito el timón desde lo público y tenés muchos beneficiados.
-¿Qué hacés en tus ratos libres? ¿Tenés algún hobbie? ¿Qué hace que descanse tu cuerpo, tu mente, te relaja?
-A veces, más que llegar y esperar ese momento, lo corto al medio. Lo que me gusta no puedo hacerlo cuando llego a casa. Hasta hace unos años jugaba bastante al tenis. Siempre me gustó hacer deporte, el deporte te desconecta de los problemas y te conecta con tus compañeros, con el deporte, con lo que estás haciendo. Hoy me gusta muchísimo andar a caballo. De chico jugué al polo mientras estuve en el secundario. Después cuando terminé la facultad el sponsor (mi viejo) me dijo, “si querés seguir, seguí”, y ahora que estoy en los 50, y tengo un hijo que le gustan los caballos, hace un año y medio que me acerqué de nuevo a los caballos. El vínculo con los caballos es increíble. El caballo es un animal increíble, noble, inteligente. Un animal tan grande que sea tan inteligente y afectuoso. Y después de jugar me gusta hablar del juego. Lo he vuelto a hacer y si puedo lo voy a seguir manteniendo.
-¿Te das maña con la parrilla? ¿Tenés algún corte especial?
-No soy tanto de hacer asados. Sí le gusta a mi familia. Durante el año hago pocos asados, pero cuando me voy de vacaciones hago todos los días. A mí lo que me gusta de las vacaciones es preparar todo, usar ramitas secas, hojas, hacerlo con tiempo. Disfruto eso. No tengo un corte especial, pero sí me gusta hacer a veces algún cordero. Está bueno comer un rico asado, pero me da mucho placer el camino, haber disfrutado de hacerlo. Casi como siento la vida.
-¿Qué legado recibiste de tus padres?
-Yo creo que valores. Hacer las cosas con alegría, con actitud, tirando para adelante. Te esforzás, te preocupás, pero contento. Y desde la manera de trabajar hay dos cosas que me parecen centrales. Para mí hay dos valores fundadores: el respeto y la responsabilidad. Yo estoy convencido que, con estas cuatro cosas, independiente de los logros materiales, podés ser feliz.
-¿Y qué te gustaría legarles a tus hijos?
-Seguramente he recibido más cosas y las que he tomado son estas. Yo las puse a disposición de mis hijos y ellos habrán tomado o tomarán las que consideren.
-¿Qué tema musical te gustaría dejar, recomendar?
-El tema que elijo es “Harvest moon”, de Neil Young. Me gusta la música, es muy tranquila, me gusta lo que dice. La escuchaba con un walkman. Cuando me recibí, yo mientras estudiaba hice algunos ahorros y me fui varios meses a Europa de mochilero, a abrir la cabeza conociendo lugares y personas nuevas, y en esa mochila llevaba mi walkman y escuchaba, entre otros temas, este.