Tanto joder con eso de que “el día que China estornude se sacude todo el mundo”, que China finalmente estornudó.
Más que estornudo, fue un escupitajo certero el que salió de entre las fauces del dragón: un pollo bien masticado. Cansados de que el gritón de Donald Trump los amenace con imponer altos aranceles y otras penas a sus productos, los chinos anunciaron que ellos también cobrarán impuestos de importación (del 25% sobre el valor de la carga) a 106 productos estadounidenses, empezando por la soja. El mundo se sacudió, empezando por los operadores del Mercado de Chicago.
Veamos que se dijo luego de conocida esa posibilidad de guerra comercial entre las dos potencias, que puede ser muy dañina pero por lo menos es menos peligrosa que tener al gordito de Corea del Norte amenazando al mundo con lanzar un ataque nuclear.
Varios razonamientos coincidentes. Primero, que muchos creen que la amenaza China de no se va a concretar y quedará solo en eso, en una amenaza para forzar a EE.UU. a una negociación.
Dijo Rodolfo Rossi, presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja): “Esta medida equivale a patear un hormiguero. Yo creo que se busca sentar a Estados Unidos en una mesa de negociación. Aplicar una traba semejante al comercio de soja es como ponerse a discutir sobre el agua que tomamos todos los días”.
Confirmó Horacio Bussanello, ex Syngenta y Los Grobo, ahora consultor especializado en la participación de China en el mercado internacional de alimentos: “Una medida así sería como atentar contra sus propios costos locales. China consumirá este año 110 millones de toneladas y debe importar cerca de 100 millones. La mayor cantidad del poroto viene de Brasil y Estados Unidos por lo que realmente dudo que pongan una tarifa porque se traducirá en mayor inflación local”, señaló.
Un análisis de la Bolsa de Comercio de Rosario precisó que China es el principal importador mundial del poroto de soja, con una participación mayor al 60% de las compras mundiales. Para la campaña 2017/18 este volumen de negocios representará casi 100 millones de toneladas, de los que usualmente Brasil pone el 50%, Estados Unidos otro 40%, y el 10% restante se divide entre la Argentina y Paraguay.
A la inversa, indica el trabajo, China es el destino del 60% de las exportaciones totales de soja de los Estados Unidos. Para la campaña 2017/18 representaría un volumen total de 37 millones de toneladas, que ahora están en duda si se avanza en las represalias.
Mejor que no avancen. Porque el estornudo sacudiría mucho más que una estantería.
Para empezar, la Argentina exportó unos 7 millones de toneladas de soja en 2017 y este año no podría vender a China mucho más que ese volumen, ya que la sequía redujo sus proyecciones de cosecha de las 55 millones de toneladas esperadas a menos de 40 millones de toneladas. “Además, la calidad del grano no será buena como para exportar”, apuntó Rossi.
Ni siquiera la oferta combinada de Brasil y la Argentina alcanzaría para abastecer este año la demanda de China en caso de que ese país imponga represalias a los Estados Unidos.
Según los analistas de la Bolsa de Comercio de Rosario, “Las exportaciones totales de soja de Brasil y Argentina en la presente campaña 2017/18 podrían ascender a 70,5 y 7 millones de toneladas, respectivamente”. Faltarían más de 20 millones de toneladas para reemplazar a Estados Unidos. Y Paraguay, creemos, no las tiene.
José María Panero, corredor de cereales y analista del mercado, razonó: “En la Argentina hay una industria que muele soja produciendo subproductos: harina de soja y aceite. Éste último va para el biodiesel que se exporta a Europa, porque Estados Unidos sostiene 72% de arancel. La harina de soja, en tanto, sostiene muchas “otras industrias argentinas”, fábricas de balanceados y de productos para la alimentación humana, que verán automáticamente elevados sus costos de materia prima, sumado a la suba de la energía y costos generales. Lo que se dice el costo argentino”.
Y advirtió no sin razones: “Si le falta soja en el plano local, el engordador ganadero deberá buscar otra fuente de proteína, lo mismo que el tambero o el avicultor. El daño colateral que provocaría esta medida china nos hace pensar lo difícil que es tener un emprendimiento con semejante inestabilidad. Por eso, lo mejor sería que las cosas se solucionen de la manera más rápida”.
Y amigable posible. Así que, amigo Trump, acercale un pañuelo a los chinos…