Fernando Ortiz vivía en Salta capital y llevaba 10 años con su propia empresa de logística, hasta que en 2016, por razones familiares, tuvo que abandonar su rubro para hacerse cargo de la finca familiar “La Trinidad”, de 250 hectáreas, que hasta ese momento arrendaban a familias bolivianas para la actividad de frutihorticultura.
Al principio Fernando viajaba cada quince días, pero en 2018 decidió irse a vivir a la finca ubicada a 10 kilómetros de Colonia Santa Rosa, en el Departamento de Orán, Salta, a 230 kilómetros de la capital provincial y a sólo 100 kilómetros de la frontera con Bolivia. Su pareja, Ariana Trevisani, fue clave en el desarrollo de un proyecto que juntos iban a impulsar, pero como tiene un buen trabajo en la capital, aún sigue yendo y viniendo.
Ortiz tomó la decisión de pasar a arrendar sólo el 15% de la superficie cultivada, de la finca, y largarse a producir él mismo sobre el resto. Cuenta que en esa zona, en su mayoría son pequeños productores sobre lotes de 50 hectáreas. Unos son hortaliceros y otros son fruticultores, pero son muy pocos los que hacen ambas cosas.
El cultivo de la hortaliza se empieza en febrero y se termina para agosto o septiembre. Y la fruta se empieza en septiembre y se termina en marzo. Pero Ortiz se halló con la necesidad no sólo de aprovechar su tierra todo el año, sino además de tener que dar continuidad laboral a sus empleados, ya que cada día cuesta más conseguir gente para trabajar y eso produce una gran pérdida de tiempo y energía. De modo que en vez de andar contratando peones “golondrina” para cada temporada, cuando halló personal eficiente, no quiso perderlo. Entonces se puso a producir todo el año, cultivando frutas y verduras. Empezó con 10 personas. Hoy tiene más.
Así fue como Fernando se transformó en productor de frutas tropicales, en verano, y horticultor, en invierno. Cultiva banana, maracuyá, mango y ahora se propuso empezar con papaya. De huerta, produce tomate, pimiento, berenjena, zapallito, angolita o zucchini y ajíes picantes. Lleva 6 años comercializando todos estos productos bajo la marca “Finca La Trinidad”.
Pero como a él le gusta mucho cocinar y, como buen salteño, hacerlo con picantes, decidió agregar valor a sus productos frescos y junto a Ariana, se puso a elaborar conservas, con salsas, y también pulpas.
Empezó con Ají jalapeño en oliva, Pasta de ají jalapeño, Ají quitucho (es el pequeñito ají del monte, muy picante). Luego agregó Salsas de Ají habanero y morrón, Ají habanero y mango, Ají habanero y maracuyá. Finalmente, también elabora ahora pulpas naturales de mango y de maracuyá, que se utilizan mucho en repostería y coctelería, como también para elaborar helados.
A Fernando se le ocurrió comercializar sus conservas y pulpas con otra marca. Resulta que su difunto padre -que partió hace 11 años- supo tener un yacaré como mascota. Estuvo instalado en una pileta de la finca durante años. Lo apodó Cirilo. Cuando lo adoptó medía 30 centímetros de largo y llegó a los dos metros y medio. Hace 4 años decidieron llevarlo a una laguna y en honor a él, en esa misma época, se le ocurrió usar la marca “Don Cirilo”, con el logo de un yacaré, para todos sus productos envasados.
Comenta Fernando con orgullo que todos estos productos son fabricados con materia prima de su propia finca, dentro de una planta de elaboración de 100 metros cuadrados. Los vende en Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, sobre todo a través de la página web Locos por el picante. Los propietarios de esta web tienen además, un showroom en Buenos Aires. Le compran restoranes de comida mejicana y asiática, hamburgueserías y pizzerías. También le están comprando ajíes picantes en fresco para la industria alimenticia, con el fin de fabricar salsas picantes con sus propias marcas.
Fernando acaba de participar con un stand en la feria comercial Expo Cruz, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, donde sus productos gustaron mucho y se le abrió un gran panorama de mercado que lo alienta a aumentar su producción. Para ello deberá aumentar superficie de cultivo, comprar más máquinas y contratar más gente. Este año participó en la feria Caminos y Sabores y le fue muy bien.
Fernando lamenta, por otro lado, que el Estado argentino no fomente la producción nacional de banana. El 90% del consumo local de esta fruta se importa y por ejemplo, la banana boliviana ingresa a nuestro país con precios subsidiados, al punto que los productores de las Yungas argentinas no pueden competir y a veces no les queda otra que tirar su producción.
Dice que ha leído la paradoja de que la Argentina gasta en importar banana, el equivalente al dinero que ingresa por la exportación de limón, peras y manzanas. Es una pena, porque la producción de banana es una industria limpia que genera mucha mano de obra todo el año, sobre todo, femenina, en el desflorado y en el empaque.
El trabajo en las Yungas es muy sacrificado –sostiene Fernando-, porque llegan a tener hasta 47 grados de temperatura en el verano, con un clima muy húmedo. Cuenta que hace dos años sufrieron una sequía histórica porque hacían más de 35 años que no sucedía algo así. Las cosechas rindieron menos del 50% de lo habitual. Y cada año sufren más incendios.
Hace dos meses el fuego le llegó a quemar una parte de su finca, que no estaba cultivada, pero que era monte natural, lo que produjo un desastre ecológico para la zona, ya que se quemaron animales y árboles nativos: antas o tapires, gatos del monte, yaguaretés, yaguarundís o gatos moros, que son más chiquitos que el yaguareté, gatos onza, osos hormigueros “bandera”, monos, lapachos, quebrachos, quinas, urundeles y mucho más.
Fernando pertenece a la tercera generación de productores. Su abuelo horticultor llegó de España a Colonia Santa Rosa en 1940 y su padre nació allí y se crió en la finca, sin luz eléctrica. Esa zona abastecía a todo el país de hortalizas. Hoy se emociona cuando recuerda que “la vida” le cambió su rumbo vocacional para seguir en la huella de sus ancestros. Esto le da fuerzas y lo colma de sueños, al punto de que hoy se encuentra abocado a mejorar la calidad de sus productos, incorporando tecnología, como sistemas de riego y fertilización, y está buscando mejorar la logística post-cosecha de la banana. Pero reclama apoyo por parte del Estado para poder crecer y sortear tantos inconvenientes.
Fernando nos dedicó la “Zamba de La Trinidad”, de Juan Cruz, quien fue un trabajador de la Finca familiar de Fernando y se convirtió en el Himno de Colonia Santa Rosa. La interpretan Lucía Guanca y su grupo musical.