En épocas en donde el margen de la actividad agrícola está muy finito, por el bajo precio internacional de los granos, los altos costos con insumos dolarizados, y las elevadas retenciones, el productor debería atender aspectos clave a la hora de “enterrar” un dineral si luego quiere levantar el máximo rinde posible para poder salir hecho.
El manejo que se haga de la siembra, pulverización, fertilización y cosecha no es tarea para cualquiera, o que merezca alguna desatención. Pueden lamentarse luego muchos kilos de granos perdidos por cuestiones básicas.
Todo productor conoce el rinde potencial que puede alcanzar la semilla que compre, como bien lo indica el catálogo de las semilleras. Ese “techo” está calculado para condiciones óptimas de clima y manejo: el primero es un imponderable, pero el segundo es cuestión de estar encima del lote y controlar las máquinas, por lo menos en ciertos momentos clave para el desarrollo del cultivo y su rinde potencial.
El ingeniero agrónomo Guillermo Gadea es asesor agrícola con trayectoria en empresas de maquinaria y en grandes grupos de siembra. En dialogo con Bichos de Campo, enumeró errores reiterativos que él nota a campo. Son cosas básicas en muchos casos, pero luego restringen los rendimientos finales de los cultivos.
“Podrían corregirse ciertas desatenciones sin un costo adicional, aquellas que luego pueden mermar el potencial de los granos”, aseguró Gadea.
Para ordenarse en el tiempo del proceso productivo agrícola, Gadea destaca los puntos clave a mirar por cada labor.
Siembra: Se trata de una etapa realmente clave, sobre todo para cultivos como maíz y girasol, que no pueden compensar ni ramificando o macollando luego sus plantas.
“Existen dos factores fundamentales para la determinación del rinde final: respetar el espaciamiento óptimo de la semilla (dentro de la hilera) y la profundidad justa (por especie y humedad)”, destacó Gadea. “Para que no exista diferencias temporales entre las plantas y que cada una crezca en su espacio óptimo según lo permita la calidad del suelo y humedad”, agregó.
En cuanto al espaciamiento –densidad- de las semillas, el productor define una distancia óptima entre plantas que variará según la genética y los recursos que el cultivo podrá explorar (fertilidad –física y química-, agua y radiación).
“Está comprobado que por cada centímetro que se corra la semilla de lo planificado se perderá un quintal (100 kilos/ha) en el rinde final. Y según un estudio de AGD (Aceitera General Deheza), el promedio a nivel nacional de pérdida por este factor va a 9 a 12 quintales por hectárea, medido tanto para zona núcleo, NOA y NEA”, destacó Gadea.
Y teniendo en cuenta la profundidad en la que son ubicadas las semillas, cabe mencionar que la humedad en todo el lote no está a la misma línea de la superficie. Por eso calibrar bien los cuerpos de siembra es clave, para que luego no exista un desfasaje en el crecimiento de las plantas y una desuniformidad en altura, con dominancia entre plantas.
Según datos de la compañía Precision Planting, la pérdida promedio por este error alcanza el 4,5 % de la producción en Argentina. “En el trabajo de configuración de los cuerpos de siembra tampoco debe excederse en la carga -peso- de los mismos porque eso puede generar mayor consumo de combustible y compactación en las paredes del surco”, agregó Gadea.
Pulverización: “La aplicación de fitosanitarios resulta sin dudas una de las tareas más delicadas y con mayores errores a campo. A nivel general la eficiencia de las pulverizaciones en el país alcanza solo el 30% y mucho menos aun cuando hablamos de aplicaciones asistidas por turbina, como el caso de frutales u otros cultivos intensivos”, mencionó Gadea.
Entre los descuidos más importantes, menciona los errores en los cálculos en la preparación del caldo de aplicación. “Si bien parece una cuestión sencilla, hay que considerar que muchas veces involucran más de un producto, y muchas veces el personal realiza la carga cansado o apurado. La forma más aconsejable es que cuente con órdenes de trabajo escritas por el responsable y que este mismo deje asentado el registro de la tarea”, contó Gadea.
La altura del botalón –barra pulverizadora- durante la aplicación es otro de los factores clave. El error más común es que los operarios dejen muy alto el nivel de la barra, con lo cual se fomenta la deriva. “De 50 a 70 centímetros el potencial de deriva aumenta un 50% y de 50 a 30 centímetros disminuye un 40%. Pero allí deberá medirse el límite mínimo para que no dejen de superponerse los picos y sucedan errores como muestra la foto”, aconsejó Gadea.
Por otro lado, el desgaste de boquillas es algo de lo más común en las máquinas pulverizadoras funcionando en el país. Supervisiones realizadas por empresas demuestran que el 42% de las máquinas tienen sus boquillas en mal estado. “Hay que hacer un control anual de las mismas y deben arrojar el mismo caudal que dice el catálogo de fábrica, sino están para cambiar. Ya con una variación del 10%, se aconseja su renovación”, mencionó Gadea.
Fertilización: Para la tarea del aporte de nutrientes, se cometen dos errores fundamentales: uno es la correcta distribución de la dosis (“que den los kilos”, como se dice a campo) y el otro es la correcta distribución del nutriente a campo.
En cuanto al primer error, es muy común ver que si la dosis teórica es de 100 kilos por hectárea, haya lugares en los que realmente se apliquen 80 y en otros 120. Sucede por un mal manejo de la máquina, lo que ocasiona un desajuste en la totalidad del lote. La nutrición será distinta para cada área donde se desarrolle el cultivo.
“Para la distribución del producto, resulta clave la regulación de los platos dosificadores, es muy común ver errores en este tipo de cosas. Especialmente en sistemas de doble plato. La pérdida va alrededor de 10 quintales menos por hectárea”, manifestó Gadea. Los datos provienen de estudios del ingeniero Santiago Tourn de la cátedra de mecanización agraria de Balcarce, y demuestran que si bien es muy beneficioso el uso del sistema de doble plato, deben regularse bien mediante la técnica de medición con bandejas.
Cosecha: Por último, una labor a prestarle mucha atención porque pueden caerse muchos kilos producidos -granos- es la cosecha. Según el programa Precop del INTA, se pierden hasta 100 kilos por hectárea en la tarea de recolección de los granos.
Dichas pérdidas se registran sobre todo en el cabezal de la máquina cosechadora. “Ahí debe prestarse atención en dos cosas: el estado de la barra de corte y la velocidad de avance de la máquina. Ambos factores generan un desgrane de la planta antes que entren en la máquina”, dice el especialista.
Está medido que una velocidad límite son los 7 kilómetros por hora, pues superada esta las pérdidas se multiplican. Entre los 6 y los 10 kilómetros por hora las pérdidas pueden incrementarse de 16 kilos por hectárea a 177 kilos.