Tomar decisiones en los mercados actuales es una tarea ardua y compleja. Pero lo importante, en nuestra opinión, es reconocer que muchas cuestiones que impactan en los mismos no son reconocidas y ameritan algunas reflexiones.
En primer lugar, comprender que la geopolítica es hoy más influyente en la evolución de los precios que los fundamentos mismos. Toda vez que el accionar de los “fondos de inversión” es el que marca el compás de los mismos (El CME Group opera diez veces la producción mundial de maíz, por ejemplo) y que los conflictos bélicos (Rusia/Ucrania; Medio Oriente; Siria; India/Pakistán; China/Taiwán; entre otros) son los que motorizan decisiones políticas de los líderes mundiales. Así, se explica la volatilidad de Chicago (mercado de referencia, mal que les pese a muchos).
Otra cuestión relevante es reconocer que las producciones de trigo y de maíz globales no paran de crecer, pero las reservas mundiales de ambos cereales siguen cayendo.
En soja, la historia es distinta. La “pesadilla” de Brasil genera aumentos en la producción de la oleaginosa y las reservas también crecen. Entonces, ¿por qué las cotizaciones de la soja vienen subiendo en las últimas semanas en plena cosecha en EE.UU. y con los silos llenándose de soja?
El valor de la soja en EE.UU. tiene grandes posibilidad de subir en 2026 (y en Sudamérica, veremos)
La respuesta: porque “Chicago queda en EE.UU.” y esta nación va camino a un recorte en sus reservas para el cierre del ciclo 2025/26, que podría ubicarse en el orden del 5% de su consumo anual. Cada vez que eso se ha verificado, los precios de la soja han subido (2004, 2008-2010, 2012/13 y 2022/23) Y la única receta que los “yankees” conocen para racionar la demanda externa y asegurar el consumo interno es la conocida como “vía precios”.
Ahora bien, algunas reflexiones ajustadas a la actualidad. ¿Hasta cuándo vamos a seguir subsidiando a estadounidenses y brasileños? Un mes atrás arreciaron las críticas de los “farmers” en EE.UU. a la ayuda económica/financiera que dicha nación desplegó para con la Argentina y que generó aquí la “fugaz” eliminación de los derechos de exportación, mal llamadas “retenciones”.
Resulta inaceptable la queja ante la supuesta ventaja obtenida por los productores argentinos; tan inaceptable como absurda y errónea. Incluso podríamos calificarla de infantil.
En lo que va de este siglo la soja argentina ha pagado por derechos de exportación un promedio del 23% con picos del 35% y el productor argentino ha debido competir con sus “colegas de podio” dando semejante ventaja.
Hemos venido compitiendo con cargas impositivas que ellos no tienen del orden de los 100 a 250 u$s/tonelada. Está claro que, en soja, no pueden competir con la Argentina en igualdad de condiciones.
Coherencia por favor. Los estadounidenses (y también los europeos) reciben ayuda estatal y subsidios para producir granos y oleaginosos. El productor argentino sólo reclama que se le permita producir en libertad, sin discriminaciones, en igualdad de condiciones.
Reflexión número dos. Esta es para los economistas pro-retenciones. ¿Nadie se acuerda del boom inmobiliario de Rosario que comenzó en 2008 y se extendió al 2012/13? ¿Ello fue consecuencia de un crecimiento de los créditos hipotecarios? No. Fue por la soja.
Cuando los precios en Chicago treparon por primera vez en la historia a los 550 u$s/tonelada, luego amagaron bajar y volvieron a recuperarse para superar los 600 u$s/tonelada. ¿No se habían dado cuenta? Nunca es tarde para aprender qué hacen los productores argentinos cuando reciben las utilidades que les corresponden.
La reacción no se asemeja a la de los integrantes de la “patria financiera”, que son mayoritariamente los que financian a los economistas que luego dan cátedra todas las noches en la tele o por las mañanas en las radios.
Hace un año Milei dijo: “se acabó la joda” y el Banco Central (BCRA) dejó de ser el destino casi único de los excedentes de los bancos. Ahora, en gran medida, tienen que prestarles a los que trabajan. Y no están acostumbrados a eso. Bajar los derechos de exportación y devolverle la rentabilidad al productor agropecuario a veces es mejor que otros mecanismos engañosamente positivos. Pero no la ven. Nunca es tarde…
Enrique Erize. Director de Nóvitas




