No son más de 30.000 las hectáreas destinadas al cultivo de colza en Argentina. Muchas de ellas están concentradas en Entre Ríos, epicentro productivo desde donde Leonardo Coll, junto a otros especialistas en la materia, ensayan una recuperación de la oleaginosa.
Leonardo es investigador del INTA Paraná y una eminencia en lo que respecta a la colza. La ha estudiado, conoce sus fortalezas y debilidades, y considera que el potencial es enorme, porque es muy demandada para producir aceites y biocombustibles.
“A nivel mundial la colza es un commoditie. Es la segunda oleaginosa a nivel de importancia detrás de la soja”, explicó a Bichos de Campo el especialista, que insiste en que Argentina vuelva a darle lugar al cultivo y felicita a los productores, concentrados sobre todo en su provincia, que han resistido y hoy se ubican a la vanguardia.
Es precisamente en Entre Ríos donde se llevó a cabo el primer simposio dedicado al cultivo para ensayar algunas respuestas y pensar qué es lo que se viene. Por supuesto que Leonardo, una fuente de consulta obligada al respecto, no podía faltar.
“La perspectiva es ver si se puede dar un crecimiento acorde a la superficie agrícola que tenemos en este país. Tenemos millones de hectáreas y muy pocas se dedican a las brasicáceas”, explicó Coll.
Si hoy hay una cruzada en marcha por la recuperación de la colza en Argentina, es porque alguna vez fue popular. Lo cierto es que gozó de un período muy limitado de esplendor, allá por el 2012 y 2013 cuando decisiones gubernamentales impedían exportar trigo y, con la soga al cuello, los productores buscaban alternativas para las campañas invernales.
Pero, como toda moda, no tardó en decaer rápidamente. “Tuvo que ver probablemente con algunos errores en el manejo, el desconocimiento de los productores y la falta de incentivos”, señala Leonardo. Eso, para un sector agrícola sin tradición en el cultivo, es determinante.
Mirá la entrevista completa con Leonardo Coll:
Apostar a la colza no sería irracional, si se tiene en cuenta que, a pesar de que no tiene el rinde del trigo, se paga más de 400 dólares por tonelada y supera ampliamente al cereal. Eso, sin contar los beneficios que tiene en términos de nuevos mercados y de recuperación del suelo.
Es más, Leonardo observa que no hay que reemplazar a uno por el otro: “no es necesario competir con el trigo, sino que hay espacio vacante durante el invierno para trabajar con especies como la colza, cebada, arveja, carinata y camelina”, señaló.
Entonces, ¿qué es lo que pasa? Para el especialista, la respuesta es sencilla, pero tiene un trasfondo complejo: todo se reduce a la falta de espalda para animarse a probar nuevas opciones. Argentina supo alcanzar las 90.000 hectáreas cuando el precio por tonelada era de 600 dólares, pero la fiebre de la colza recibió su antídoto con la vuelta del trigo y, desde ahí, no se la ha recuperado.
En algún punto, somos animales de costumbre. Y un productor que ha apostado mucho capital en una campaña, no quiere lanzarse a lo desconocido. “Mejor malo conocido, que bueno por conocer” reza el famoso dicho que aplica al agro. “El tema es que si hacemos lo que ya conocemos pero no nos da buena rentabilidad, es poco probable que nos vaya bien en el futuro”, responde Leonardo.
Ese círculo vicioso se quiere desarmar con encuentros y acuerdos en el sector. Además de organizar el primer Simposio Nacional de Colza y Brasicáceas, el INTA también firmó un convenio de vinculación tecnológica con la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA), centrado en la investigación, el manejo y la difusión del cultivo entre los productores.
Ciara y el INTA firmaron un convenio para promocionar al cultivo de colza con fines bioenergéticos
Recuperar la colza es parte de la tendencia mundial de invertir en oleaginosas para abastecer mercados muy tentadores. Tal como observó Coll, “la demanda está traccionada por la industria de los biocombustibles y la necesidad de reducir la huella de carbono”. Argentina suele usar soja en ese caso, pero puede aprovechar las ventajas de los cultivos invernales para el mismo propósito.
Ha habido un sector que decidió quedarse en el negocio de la colza cuando todos huían y, aún más, apostar a las nuevas brasicáceas en escena, como la carinata y camelina. Muchos de esos productores están en el centro-sur de Entre Ríos, donde se concentra el 40% de la producción nacional. Ya se habla de un margen de entre 200 y 300 dólares por tonelada, y son la vanguardia del agro nacional.
Una década más tarde de su época de auge, muchos aspectos operativos han cambiado en el cultivo de la colza. Por un lado, el programa de mejoramiento del INTA ya registró variedades de ciclo intermedio y corto, tanto en Argentina como Uruguay. Eso se suma a los híbridos que ofrecen semilleros privados y da más opciones a los productores.
Por el otro, Leonardo también destacó que la aparición de nuevas empresas ha facilitado aspectos de logística y comercialización, lo que ahuyenta viejos fantasmas e impulsa a hacer buenos negocios con las oleaginosas.
Como corolario también están los beneficios en términos de sustentabilidad. Al respecto, Leonardo destacó lo importante que son las brasicáceas para la tierra, gracias a que su sistema radicular genera canales naturales y aporta nutrientes en el mediano plazo. Además, también brindan cobertura durante el invierno y permiten alterar los ciclos de enfermedades y malezas que son perjudiciales para otras especies, como el trigo y la cebada.
– ¿Qué ha mejorado desde 2012 y 2013 a hoy respecto al cultivo de colza?
– En el 2012 era un cultivo muy nuevo del que se desconocía prácticamente todo. Al día de hoy, celebramos que mejoró mucho la genética, y eso le da tolerancia a enfermedades y herbicidas específicos que facilitan el control de malezas. Hay herramientas que han cambiado, hay nuevas formas de manejar el cultivo y también hay más experiencia acumulada de los investigadores.
– Pero la colza aún no despega en Argentina. Si no es un problema de manejo, ¿qué es?
– Yo creo que tiene que ver con el estado financiero de los productores y la capacidad de arriesgarse a incorporar algo nuevo. Los productores uruguayos son muy parecidos a los argentinos, y nos sirven de ejemplo para ver que el cultivo es viable. Hace diez años, Uruguay tenía una superficie de colza más chica que la nuestra, hoy por hoy es una opción más con el trigo y la cebada, y han logrado muy buenos rendimientos.