Muchos argentinos vemos como un sueño dorado tener un viñedo propio y más aún, con la dicha de poder elaborar nuestro propio vino. Pues Eduardo Serrano, con 63 años, supo ingeniárselas para concretar ese sueño, pero no de modo casero, sino con la particularidad de que emprendió un proyecto productivo con una bodega para elaborar vinos de calidad con cuidados enológicos.
Siendo Eduardo de Buenos Aires, lo concretó ni más ni menos que en Salta la linda, más precisamente en la bellísima zona de San Carlos, localidad ubicada a 25 kilómetros al norte de Cafayate. Esta localidad, supo ser cabecera de virreinato y data su origen anterior a la segunda fundación de Buenos Aires. Sus viñedos son los primeros que se implantan con fines productivos.
Cuenta Eduardo que la zona no era recomendada para la actividad, pero que después de realizar numerosos estudios de suelo y agua, siendo el clima propicio, “decidimos arriesgar”. Extendió por 4 kilómetros la red de media tensión y perforó un pozo a 260 metros de profundidad. La suerte lo acompañó, y hoy algunos de los enólogos más influyentes de la región eligen y compran su uva para elaborar algunos de sus reconocidos vinos.
Serrano se autodefine algo así como un entusiasta de emprender, con un pasado variopinto en diversos desarrollos, porque siempre fue buscando “otras cosas” para hacer, que lo cautivaran. Y supone que podría explicar la razón de su carácter por un bisabuelo, al que no conoció, pero que supo dejar una gran impronta en la zona de Luján y en la historia de su familia.
Judoka, andinista, buzo, melómano, psicólogo, constructor y ahora, desarrollador y productor vitivinícola. Cuenta que de chico sus padres lo incentivaron a realizar estas actividades tan diversas que llevaron a forjar su espíritu. Estudió piano, dos años de Ingeniería, por mandato familiar, y después se decidió por la Psicología; se recibió y ejerció su profesión durante algunos años.
Los límites espaciales del consultorio y hospital (Borda) no se llevaban con su alma movediza, por lo cual volvió a la aventura con su hermano, compañero de andanzas e ingeniero, y armaron una constructora en la que trabajaron codo a codo por más de 25 años.
Recuerda Eduardo: “Con mi hermano empezamos ‘de abajo’. Trabajando logramos desarrollar una empresa que hizo obras en casi todas las provincias. Me gustó mucho conocer las diferentes idiosincrasias. Será por eso que nunca me sentí un porteño, sino simplemente un ciudadano argentino y del mundo. Pero después de todos esos años y con alguna experiencia en el rubro, me cansé de lidiar con problemas repetidos e ingratos, esos que no nos honran como argentinos. Me saturaron, y decidí dejar la empresa que hoy sigue haciendo crecer mi hermano. Me considero un aventurero incansable. Siempre tuve vocación asociativa para hacer o emprender y me gustó compartir el camino de esas experiencias”, asegura.
-¿Cómo llegaste a emprender un viñedo en Salta?
-En 2003 había tenido un campo con unos socios, en el Este productivo de Salta, entre Potreros y Copo Quiles. Fue producto de la oportunidad inmobiliaria del momento. Ninguno tenía experiencia, pero a mí me entusiasmaba la cosa agrícola y ganadera. Pedimos un permiso de desmonte, sembramos sorgo para forraje y compramos unas vaquitas, pero apareció un comprador y lo vendimos muy bien.
-Seguramente el encanto de Salta te atrapó.
-Sí, tal cual, me quedé con las ganas de tener algún emprendimiento en esa provincia, que es tan linda. Pues me lo propuse, y el 28 de diciembre de 2010 decidí lanzarme a emprender un proyecto inmobiliario en San Carlos. Éste combina el desarrollo productivo de tierras con viñedos, olivos, nogales y otros frutales, con bodega, sumado a un desarrollo de tierras productivas para viñedos y barrio privado de viviendas residenciales. Adquirimos una finca de 1500 hectáreas, ubicada sobre la Ruta 40, a la altura del kilómetro 4368.
-¿Lo hiciste vos solo?
-Lo hice junto a 6 socios, y al proyecto general lo llamamos Finca San Carlos SRL. La mitad de las tierras eran productivas. Elaboramos tres proyectos inmobiliarios, pero arrancamos con los productivos: Primero, dos Parques Vitivinícolas. Segundo, el desarrollo Aldea de montaña. Y tercero, un barrio residencial cerrado. Porque la finca va desde la Ruta 40 hasta los cerros. La parte más alejada de la ruta quedará como “Reserva” de fauna y flora, con un aprovechamiento turístico, donde se hará senderismo, etc. Las vistas panorámicas del valle con sus cerros de colores inundan de belleza las retinas. Es un lugar verdaderamente maravilloso.
-¿Y el proyecto vitivinícola personal ha sido paralelo?
-Sí, comenzamos plantando 5 hectáreas de viñas en común, con 3 socios. Yo me reservé hectáreas donde construí algo pequeño para poder quedarme a trabajar -ya haré mi casa-, y allí planté 16 hectáreas de viñas propias, donde tenemos las variedades Malbec, Cabernet Frans, Cabernet Sauvignon, Sauvignon Blanc, y Torrontés. Hace 3 años, en pandemia, comencé a construír la bodega con capacidad de 140.000 litros, donde elaboramos vino desde 2022. Además, en 2018 planté 4 hectáreas y media de olivos -de la que este año obtuve la primera cosecha- y una de nogales. Este mismo año plantaré membrillos.
-¿Cómo organizaste el proyecto?
-Creamos un condominio. El Parque vitivinícola es netamente productivo y está a 1850 metros de altitud. Vendemos módulos de 3 y 5 hectáreas y ahí no podés construir salvo que compres más de 15 hectáreas. En otra área productiva, la que denominamos Aldea de Montaña, podés comprar desde una a más hectáreas, para poder hacerte tu casa. La hectárea inicial, en Aldea, es de mayor valor que el resto, porque debemos llevar todos los servicios hasta la parcela, y hacer el camino. Serán pequeñas aldeas de 15 a 20 parcelas.
-¿Qué se puede hacer en ellos?
-Las parcelas se venden con escritura pública, y son aptas para plantar vides y otros frutales. Las tierras se adquieren desmontadas y con derecho de agua para riego por goteo del pozo del consorcio con caudal de 250.000 litros por hora, capaz de regar hasta 100 hectáreas. Para Aldea y el barrio residencial contamos con un Departamento de Arquitectura que asesora y aprueba lo que cada uno quiere construir. Los terrenos residenciales serán de 800 metros cuadrados.
-¿Y cómo ha venido evolucionando el proyecto desde que comenzaron?
-Ya hemos vendido parcelas a gente de Salta, Santiago del Estero, Buenos Aires, Tucumán y Córdoba, que han plantado 20 hectáreas más de viñedos. Los copropietarios de la finca pueden vender su uva o hacer su propio vino en nuestra bodega. Pero también, unos compraron 15 hectáreas en Aldea, les plantamos 5 hectáreas con las cepas que escogieron, y ahora están construyendo su bodega y un hotel boutique..
-Contanos del proyecto vitivinícola…
-Nuestra primera cosecha y “añada” fue en 2020 y produjimos 2300 litros de vino, unas 3000 botellas de Malbec. Construimos la bodega a principios de 2021, toda en piedra, con el diseño de una pirámide truncada, que los asirios, caldeos, y egipcios llamaban “Mastaba”. La primera vinificación en nuestra bodega fue en febrero de 2022, y en ese año incorporamos un Blend de Tintas (con Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon y Malbec), y un Torrontés Tardío.
-¿Cómo es el concepto de la bodega?
-Nuestra bodega es joven. La llamamos Stone Winery Salta y a los vinos de la línea inicial los llamamos Mastaba. Salen a la venta recién dos años después de la cosecha y elaboración. Elaboramos en piletas de hormigón, que permiten la micro oxigenación, como las barricas de roble, que otorgan la madurez y complejidad que los caracteriza. Con la cosecha 2022 hemos elaborado nuestros primeros vinos Reserva, con paso de 24 meses por barrica de roble francés. Acabamos de diseñar las etiquetas y están a punto de ser fraccionados para entrar en guarda por un año más en botella. La línea Reserva incluye un Naranjo. Trabajan conmigo, los ingenieros agrónomos, Juan Goitia y Juan Prates, y como enólogo, el licenciado Daniel Heffner.
-¿Podés explicarnos cómo se llega a elaborar un vino de color “blanco”, un “naranjo”, un “rosado” y un “tinto”?
-Los varietales Blancos se elaboran con el jugo exprimido de la uva. Los vinos de tintas o “Tintos” se fermentan con el orujo –cáscara y pepita de la uva-. Los vinos “Naranjos” son los de uva blanca, pero elaborados con la técnica de los tintos, es decir, que fermentan con su orujo y éste les da el característico tono anaranjado que aportan taninos y antocianos. A la vez, los varietales Rosados se elaboran con el jugo exprimido de las uvas tintas, como los blancos, sin su orujo.
-¿Te imaginaste que un día ibas a estar haciendo tus propios vinos?
-No, cuando empecé este proyecto inmobiliario ni me imaginé. Pero ahora descubrí que hacer vinos es apasionante. Te va entusiasmando y siempre te proyecta a largos plazos, forjándote en la paciencia, y lo lindo es que te llena de sueños a futuro y se abre un abanico de posibilidades, en cuanto a crear nuevos sabores y aromas. Imaginate que hay que esperar 3 o 4 años para que la vid empiece a dar uvas, y la planta entra en régimen de producción al sexto séptimo año. Es laborioso y a la vez emocionante ver crecer el viñedo, es como un hijo al que hay que guiar y se aprende permanentemente.
-Pero para llegar al vino, hay mucho sacrificio detrás.
-La parte agrícola es de esfuerzo, a veces sacrificada, donde el clima incide año a año, en la producción. Este año, por ejemplo, lidiamos con fuertes e incesantes vientos Zonda durante los meses de octubre y noviembre. Fue una rareza. En cambio, el vino es una obra a largo plazo. Y uno empieza a ver el proyecto en función de la continuidad de hijos y nietos. En Europa he visto bodegas de 1500 años y eso es algo emocionante.
-¿Y qué te atrajo de esta región para invertir acá?
-Me gustó que acá tenés sol radiante casi todo el año, sólo tenés 20 a 25 días nublados. Los paisajes son de vistas asombrosamente bellas con panorámicas de 360 grados. Sus cerros de colores, el valle es majestuoso.
-Me imagino que cuidan ese paisaje.
-Algo que los productores cuidamos es el medio ambiente. Cuando desmontamos conservamos los algarrobos, molles, cardones, etc., propios de la flora local, y quedan en medio de los viñedos. Solo sacamos pequeñas arbustivas. Imaginate: acá llueve entre 25 y 150 milímetros por año, casi nada. Entonces esos árboles han logrado sobrevivir a tantas inclemencias durante un siglo o más, que sería un verdadero crimen cortarlos. Hay que honrarlos, son inmensos luchadores. Además, me fascinó la historia de San Carlos, una ciudad muy antigua, fundada en 1582, que iba a ser la capital de Salta, cuando perdió por un voto y su arquitectura quedó como una reliquia del pasado.
-¿Qué balance hacés a esta altura del proyecto y de tu vida?
-Tal vez éste sea mi último emprendimiento, porque tengo para rato. Y pensar que me aconsejaban no plantar acá, cuando hoy estamos sacando uvas de gran calidad. Eso te enorgullece y te da ganas de seguir con el proyecto y de seguir mejorando nuestros vinos. Hoy alterno mi vida entre Buenos Aires y Salta, lo que mantiene mi sed de movimiento. Tengo dos hijas que viven afuera del país, y un hijo a punto de cumplir su mayoría de edad. Ojalá se entusiasmen y me acompañen en este proyecto.
Eduardo Serrano, por sentirse identificado, eligió dedicarnos la canción “Cantares”, de y por Joan Manuel Serrat, que éste escribió citando versos del poeta español, Antonio Machado: