En el primer remate de trigo de la campaña 2025/26, realizado este jueves en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, el presidente de la Federación Molinera Argentina (FAIM), Diego Cifarelli, reveló dos datos que marcan a las claras que la Argentina está a medio camino entre su propia tragedia cotidiana y las ganas de salir del pozo, que se renovaron especialmente luego del triunfo electoral del gobierno y las posibilidades de que ahora impulse las reformas necesarias.
El primer dato que arrojó Cifarelli a la tribuna fue que -debido a la caída del consumo interno de los propios argentinos- los más de cien molinos que muelen trigo “no la estamos pasando bien”.
“Fueron dos meses atípicos para la industria molinera. Obviamente con una demanda que está un poco estancada, llevamos dos meses de pérdida de molienda, con bajas considerables, lo que es histórico, no suele pasar”, indicó, dando cuenta de la magnitud de la crisis. Los 150 molinos que existen en la Argentina procesan unas 6 millones de toneladas anuales de trigo (cerca de medio millón por mes), la inmensa mayoría destinado al mercado interno. En buenos años, han llegado a destinar 1 millón de toneladas de harina a los mercados externos, pero ahora han retrocedido a menos de la mitad.

Ese es el dato que marca que estamos mal. Pero Cifarelli corrigió el tono pesimista con que arrancó su discurso.
“No obstante eso, tenemos la certeza de que lo que viene para la industria es bueno en materia de internacionalización y en materia de informalidad, que son los dos grandes ejes que tenemos como sector”, explicó, haciendo una clara referencia a esta oportunidad que se presenta para el país, para poder redoblar esfuerzos”.
“Lo que necesitamos son certezas y que podamos los empresarios poner planes de trabajo para que generar un futuro mejor”, había dicho momentos antes.
El segundo dato, respecto de la internacionalización de la actividad y las ganas de exportar mayor cantidad de productos con valor agregado, no es menos alarmante que el primero. Cifarelli contó que un importante y tradicional importador de harina, como es Cuba, compró el último año 130 iml toenladas del producto, equivalentes a “algo así como tres meses de lo que exporta la molinería argentina”. Pero lo hizo desde Turquía, y a un valor 100 dólares más barato de lo que podía venderla la Argentina por razones de costos internos.
“Nosotros no le pudimos vender. O mejor dicho, de las 130 mil toneladas de harina que compró, le pudimos vender 331 Ahí es donde está el desafío”, consideró Cifarelli.
Que explicó por qué no se pudo vender más: “Llevamos mochilas de contrapeso, como las retenciones y un sinfín de cosas”.
En este sentido, el ejecutivo de los molineros bregó por qué esta vez, después del triunfo electoral del domingo pasado, el gobierno de Javier Milei sí pueda llevar adelante los cambios necesarios. “La esperanza es que la reforma tributaria nos dote de la competitividad necesaria para poder ganar mercados” para productos de mayor valor agregado.

“No es lógico que el primer eslabón, que es el que exporta grano, tenga una participación mundial del 8%, y que después, cuando pasás a la primera industrialización para vender harina, o en la segunda que es panadería o productos de panificados, estés en menos del 0,5% de participación” en el mercado internacional, se lamentó Cifarelli.
“No es un tema de que no sabemos hacer los deberes. Es un tema de que nuestro país nos tiene que permitir sacarnos mochilas pesadas, y creo que estamos en condiciones de en un futuro muy cercano no tenerlas”, se ilusionó.
“Lejos de llorar sobre la leche derramada, trato de mirar el medio vaso lleno y decir, hay oportunidades para que los molinos pueda ir a África, puedan ir al sudeste asiático. Así que creo que lo mejor está por venir”, se despidió.
Un rato antes, el secretario de Agricultura, Sergio Iraeta, se había dirigido a la misma platea, conformada por la comunidad triguera, pero solo expresó su emoción por estar en ese acontecimiento y no mucho más. En una muy breve declaración a este medio, fuera de micrófono, dijo que la intención oficial era continuar bajando retenciones, pero sin definir montos ni plazos.





