“La sensación que vos tenés arriba de un caballo en cualquier lugar del mundo es insuperable. Por eso yo no voy al psicólogo. Es mucho más barato para mi tener un caballo criollo, el mejor psicólogo del mundo”, afirma -medio en chiste, muy en serio- Raúl “El Turco” Etchebehere, que cuida sus propios caballos desde adolescente y actualmente preside la Asociación Argentina de Criadores de Caballos Criollos.
Bichos de Campo entrevistó a Etchebehere con la excusa de que cada 20 de septiembre se celebra en la Argentina, por ley sancionada en 1999, el Día Nacional del Caballo. Los criollos, dentro de la especia equina, son la raza más difundida en el país y tienen mucho que ver con esa celebración. Sucede que eran criollos los dos caballos, llamados Gato y Mancha, que utilizó el suizo Aimé Félix Tschiffely para hacer una travesía que lo llevó desde Ayacucho, en la provincia de Buenos Aires, hasta la ciudad de Nueva York. El viaje comenzó en abril de 1925 y terminó más de tres años después, un día como hoy pero 92 años atrás, el 20 de septiembre de 1928.
Mirá la entrevista con Raúl Etchebehere:
El “Turco” nos aclaró que solo Mancha ingresó a las calles neoyorquinas aquel 20 de septiembre, ya que Gato tuvo que quedarse unos kilómetros antes debido a una lesión. Como sea, por ese hecho fue que se instituyó el día del caballo en la Argentina. Ambos ejemplares mostraron de qué estaban hechos, su gran fortaleza y resistencia.
“El criollo es sinónimo de caballo. Están aquí desde la época de la conquista. El que tenemos acá es descendiente de los caballos que vinieron con Pedro de Mendoza y Juan de Garay, porque en América no había caballos cuando vinieron los conquistadores, se habían extinguido muchos siglos antes. Luego, los que quedaron acá, que eran 30 o 40, se empezaron a reproducir libres”, nos contó el presidente de la Asociación de Criadores más numerosa de la Argentina.
Esa entidad también es la asociación de criadores de equinos más antigua del país, pues se fundó en 1923 y está próxima a llegar al centenario. Unos años antes de su creación, el veterinario y productor Emilio Solanet, el propietario de Gato y Mancha, había empezado a reunir ejemplares que cumplían con cierto biotipo en un intento de rescatar a esta raza fundante. Viajó hasta los dominios de los Tehuelches en Chubut a rescatar los ejemplares de criollos más puros que existían por ese entonces. Los famosos “chubuteros”.
Hoy se inscriben unos 7.500 ejemplares de caballos criollos en los registros genealógicos de la Sociedad Rural Argentina. La raza así supera a otra que se hizo muy numerosa, la de Sangre Pura de carreras, que anotan unos 7.000 animales cada año, pero en el Stud Book.
-Cuál es el sentido de criar caballos? ¿Es por deporte, por tradición o es un negocio?- le preguntamos a Etchebehere.
-La única certeza que es común a todos los criadores de todas las razas es que no es un negocio: criar te cuesta, más o menos, pero siempre te cuesta. Pasa por el corazón, no por el bolsillo. Pasa por la pasión. Si vos preguntás por qué a los 900 socios de Criollos, algunos te dirán por tradición, otros porque remite a los orígenes, otro porque solo les gusta. otro porque les permite hacer cosas entre abuelos, hijos y nietos. Pasa por un sinnúmero de razones. Lo que si es claro es que esto nadie lo hace por plata.
-¿Y en tu caso personal?
-Yo crío porque los caballos me remiten a lo que somos y de dónde venimos. Es un poco como nuestra esencia. Para todos los camperos es parte de nuestra vida el caballo.
La Asociación de Criadores de Caballos Criollos plantea, entre sus actividades, una nutrida agenda de pruebas de riendas que -en rigor- emulan a un montón de prácticas de trabajo de campo. Esa pruebas convocan a multitudes y se realizan en todas las provincias salvo en Tierra del Fuego. Allí, en el fin del mundo, hay sin embargo un criador de caballos criollos.
“El caballo como tal es una industria. Si bien no busca un rédito económico a su alrededor se genera una gran actividad. La hípica solamente da mas mano de obra que la industria automotriz”, enfatizó Etchebehere, que celebra el hecho de que recientemente se haya logrado formar una Cámara de la Industria Equina que integra a todas las actividades vinculadas.
¿De qué hablamos cuando hablamos de la industria de los caballos de carrera?
-¿Y las autoridades los consideran como una industria?
El Turco prefiere con contestar, elude la respuesta. Para muchos productores fue casi un acto de traición que el gobierno de Mauricio Macri haya derogado una Ley de Fomento Equino, la 17.117, que consideraba “exentos de impuestos” a las primeras ventas de caballos realizadas por los criadores, salvo que fueran los Sangre Pura de carrera. “Eso nos produjo un desfasaje enorme, porque quedamos con un IVA de 21% que luego no se puede descontar”, explicó el dirigente.
Pero Etchebehere defiende la necesidad de contar con políticas de estímulo a la cría de caballos. “Para mi, además del trabajo, la actividad genera algo que es intangible: cuando necesitás que la gente se quede en el lugar y no vaya a los conurbanos, esta industria genera arraigo y te quedas en el terruño”.