El cultivo del maní, por sus modos particulares de producción, está en el centro del debate agronómico, en especial en estos años en que se está produciendo una expansión de su área de influencia, que primero se concentraba en el sur de Córdoba, luego llegó a provincias vecinas, y ahora está llegando a campos que incluso se ubican por debajo de la ruta 5, en la provincia de Buenos Aires.
En territorio bonaerense se lo acusa especialmente de provocar la voladura de muchos campos, y hay presiones de agrónomos y especialistas para que el gobierno de la Provincia adopte normas más rígidas frente al avance del cultivo, como sucede por ejemplo en La Pampa.
Sin escapar de esta discusión, los productores agrupados en la Cámara Argentina del Maní salieron a establecer su posición, enfatizando que siempre que se hagan bien las cosas, el cultivo es absolutamente sustentable.
“En Argentina, se cultivan cada año aproximadamente 400 mil hectáreas de maní, en un proceso en el que anualmente se van añadiendo nuevas zonas productivas al incorporar las BPA (Buenas Prácticas Agricolas) y establecer un esquema de rotación cada 4 años, como por ejemplo el norte de la provincia de Buenos Aires”, aseguró un comunicado de la cámara.
Luego los maniseros indicaron que no les queda otra que crecer fuera de Córdoba. “La expansión de la frontera productiva es un factor clave para sostener y apuntalar el proceso de crecimiento de una cadena que en 2020 exportó por 1.000 millones de dólares y se transformó en la economía regional que más divisas trae al país”.
En ese sentido, la Cámara Argentina del Maní informó que “viene realizando un trabajo en profundidad para reducir al mínimo los riesgos productivos y ambientales que en muchas ocasiones se suelen asociar a este cultivo”. Consideró que esos peligros “en realidad están vinculados a la ejecución de prácticas agronómicas inadecuadas de cualquier cultivo”.
“El cultivo de maní es sustentable siempre que -como ocurre con cualquier otro cultivo- se realice bajo buenas prácticas agrícolas. Además, las técnicas y tecnologías utilizadas han evolucionado a lo largo de los años y nada tienen que ver con las que se utilizaban en el pasado”, recordaron los productores de este grano.
Lo que más se cuestiona del maní es su forma de cosecha: como la cápsula que contiene el grano crece bajo tierra, para cosecharlo es necesario primero arrancar y dar vuelta la planta, afectando el suelo que la contiene. En zonas donde hay fuertes vientos o existen desniveles, esto deja los campos a merced de la erosión por agua o viento, con la consecuente posibilidad de pérdida de la materia orgánica.
Pero los maniseros también tienen argumentos a su favor. Por un lado, recordaron que “botánicamente el maní es una leguminosa, lo que significa que mejora la carga de nutrientes de los suelos por su capacidad de fijar el nitrógeno del aire”.
Además indicaron que “el maní hoy en día se implanta con laboreo mínimo o siembra directa en el caso de que el cultivo antecesor lo permita. Es decir, no genera una alteración de la estructura del suelo diferente a la que provocan otros cultivos”.
“De todos modos, el factor a remarcar es que la sustentabilidad del maní depende de la sustentabilidad que tenga la rotación: es un cultivo que se integra dentro de un plan de largo plazo, pensando en coberturas permanentes para evitar las voladuras de los suelos”, aclaró la Cámara, dando cuenta de que conoce la principal crítica que se le hace al cultivo.
En ese sentido, se subrayó que “el arrancado es una práctica inherente al maní: no existe otra forma de cosecharlo. Por eso, el sembrado inmediato de un cultivo de cobertura posterior a este momento es esencial. Las gramíneas de invierno, como el centeno, son una buena opción por el entretejido verde que generan y disminuyen los riesgos de erosión eólica”.
En este aspecto, los maniseros -que en general son grandes empresas integradas, aunque también existen productores independientes- dijeron que junto al INTA “se realizan de manera permanente investigaciones para aportar más opciones que permitan ajustar las prácticas y seguir mejorando la producción del maní, con el foco en que tenga el menor impacto ambiental posible”.
“Los estudios realizados a lo largo de los años demuestran que, incluyendo al maní en la rotación en períodos que van entre cuatro y cinco años, no solo no se afectan los cultivos posteriores ni el estado de los suelos, sino que el productor obtiene importantes recursos económicos”, se subrayó.