La soja hace rato ya que se ha instalado en las provincias del norte, incluyendo al Chaco. Allí, uno de los principales desafíos que la agricultura actual es lograr ser sustentable y a la vez producir más. ¿Se puede? Un investigador del INTA aseguró que hay una gran brecha todavía entre los rendimientos obtenidos en ese cultivo y el rendimiento que se puede esperar a partir de los recursos disponibles. Ese concepto se conoce como brecha productiva.
Gerardo Quintana, investigador del INTA Las Breñas, en la zona agrícola del Chaco, tomó como base de sus estudios el Atlas Global de Brechas Productivas (GYGA). Según ese estudio global -que utiliza modelos de simulación a partir de datos meteorológicos locales aportados por el organismo-, para la región subhúmeda de Chaco esa brecha promedia el 42%.
“A partir del análisis de los datos de ensayos en campos de productores, desde 2008 a la fecha, se comprobó que los Rendimientos Máximos Obtenibles (RMO) están próximos a los Rendimientos Potenciales”, explicó Quintana. Es decir que hay experiencias concretas a campo que muestran que nivel regional podría crecerse mucho más en rindes.
El trabajo conjunto del INTA, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) y la Universidad Nacional de Rosario, en la Red de Evaluación de Cultivares de Soja del NEA, determinó primero los factores ambientales que tuvieron mayor incidencia sobre el rendimiento.
Son condicionantes la precipitación total recibida durante el ciclo, el periodo de 30 días previo a la siembra, la evapotranspiración de los cultivos y los episodios de estrés térmico durante el periodo reproductivo.
Además, “dentro de los factores de manejo fueron la Fecha de Siembra (FS), la cantidad de años bajo agricultura del lote y el contenido de fosforo”, agregó Quintana.
De acuerdo con el estudio, los máximos rendimientos se obtienen en fechas de siembra en torno a los 20 días de diciembre. “Retrasos en dicha fecha, después del 10 de enero, provocan perdidas potenciales de rendimiento de 46 kilogramos por día, mientras en que después del 25 de enero se pierden 65 kg/día”.
En cuanto a las precipitaciones, se necesitaron 650 milímetros acumulados durante el ciclo del cultivo de soja, incluyendo el periodo de 30 días previo a la siembra. Se perdieron 24 kg/hectárea por cada episodio de estrés térmico (es decir luego de dos días consecutivos con temperaturas mayores a 35º C).
Para el desgaste del suelo, a escala del contenido de materia orgánica de un lote, por cada 10 años de actividad agrícola del mismo, el potencial de rendimiento disminuyó en 62 kilos/hectárea.
Hya varias claves a tener en cuenta, según el profesional. La primera, se centra en la elección del Grupo de Madurez (GM). “Los cultivares de ciclo cortos son los que presentan mayor potencial de rendimiento para la región, mientras que los de ciclo largo tienen baja tasa de perdida en lotes de menor potencial”, explicó Quintana.
Por otro lado, la Red Nacional de Evaluación de Cultivares de Soja indica que la elección de variedades adaptadas genera mejores resultados sobre potencial productivo y la estabilidad del cultivo.
Por último, recomiendan la reducción de la distancia entre surcos. Desde los 52 centímetros tradicionalmente utilizados hasta 26 centímetros o menos. De esta forma, se puede mitigar la pérdida de rendimiento provocada por el retraso de la fecha de siembra.