El tandilense Martín Esponda prepara caballos desde los 14 años. Lo que era solo una curiosidad se convirtió en su pasión de tiempo completo y hoy con 30 años de edad lleva adelante junto a su hermano el centro de doma “La Tapera”. Si bien no le gusta referirse a sí mismo como domador, la mayor parte de su trabajo consiste en domar y amaestrar los caballos que le entregan sus clientes.
“Es una palabra compleja y domar caballos implica muchas cosas. Un caballo bien domando lleva mucho tiempo y una persona puede decir que está bien domado y otra que no”, dijo tímidamente Esponda a Bichos de Campo. Es por esa diferencia de criterios que prefiere no etiquetarte como domador.
Aunque comenzó a trabajar con sus propios caballos de chico, su primer empleo formal llegó cuando terminó el secundario, en la cabaña de unos vecinos. Eso lo puso en contacto con otras personas que transitaban el mismo ámbito que él y obtuvo oportunidades que lo llevaron incluso a preparar animales en Brasil. Y en febrero de 2020, un mes antes del inicio de la pandemia, los hermanos Esponda abrieron “La Tapera”.
“Para nosotros fue una gran incertidumbre, pero gracias a Dios durante toda la pandemia tuvimos y seguimos teniendo mucho trabajo. Las pruebas se pararon, pero la gente siguió domando igual a sus caballos. Creo que es como abrir cualquier otra empresa”, aseguró el adiestrador.
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Los caballos que se reciben en La Tapera pueden tener distintos destinos. Algunos contratan servicios de doma, mientras que otros buscan la preparación de su caballo para el trabajo a campo. También comenzó a haber recientemente clientes que apuntan al mejoramiento morfológico del animal para participar en exhibiciones y competencias.
Para Esponda en la actividad el factor clave es la rutina. La doma, por ejemplo, implica muchos meses de trabajo continuo y muchas horas de contacto con el animal. Si lo que se busca es mejorar la morfología integral, se deben atender distintas cuestiones, como la musculatura, el engorde y la preparación del pelo, entre otras.
“Lleva mucho trabajo y tiempo. Para en una prueba como la del Freno de Oro, un potro tiene que llegar más o menos a los tres años de edad: tiene que pasar primero entre ocho meses y un año de doma, paar luego ir a una soba, es decir, trabajar en el campo, y después volver a entrenar entre ocho meses y un año más”, indicó el joven.
La prueba del Freno de Oro es de las favoritas del tandilense y consiste en una evaluación general del caballo, que no solo comprende la morfología, sino su versatilidad, docilidad, velocidad y trabajo con o sin presencia de ganado.
“Es la prueba más linda, la que a mí me parece la más exigente: son tres días de prueba. Es donde vos tenés que demostrar tu trabajo, tu conocimiento y la habilidad del caballo. Es un binomio”, aseguró Esponda.
Otra particularidad de La Tapera es la pasión que sus dueños tienen por los caballos criollos. Si bien trabajan con todo tipo de razas, incluso con aquellos que están avocados al polo, los hermanos Esponda tienen un particular interés por los criollos.
“La doma es la doma, para un criollo, un colero, lo que fuere. Yo soy partidario del pensamiento de que doma hay una sola. Pero a mí hermano y a mí nos gusta mucho el ambiente y la raza criolla, tenemos muchos colegas con quienes compartimos distintas exposiciones por el país”, afirmó el tandilense.
-¿Necesitás capacitarte mucho para esto o es un oficio que se va transmitiendo?- le preguntamos a Esponda.
-Todos necesitamos capacitarnos constantemente para poder brindar un mejor servicio y poder lograr un mejor resultado.
-¿Te imaginás haciendo otra cosa?
-Yo creo que si algún día me toca alejarme de los caballos será algo durísimo para mí. Uno al final no lo termina tomando como un trabajo, es una pasión que uno lleva adentro. Trabajar de lo que te gusta no tiene precio. No sé si me vería trabajando de otra cosa la verdad.