El próximo domingo 10, Diego “Vasco” Sallaberry asumirá como viceintendente de Colonia Barón, el pueblo que lo vio nacer y crecer, el que le transmitió el amor por el campo (que venía de sus abuelos), y al que decidió volver una vez recibido de ingeniero en telecomunicaciones para formar su familia.
Por qué, amando tanto el campo, estudió telecomunicaciones es un misterio que explica en el discurrir de esta charla. El “Vasco” es uno de los que se animó a dar el paso, a ser protagonista. En El podcast de tu vida (capítulo 29, en agosto de 2021), cuenta su historia, con abuelos protagonistas, padre camionero y mamá docente. Hoy, hace camino al andar con Micaela, su mujer, y sus dos peques: Juana y Teo, que ya andan entre surcos y animales.
Nació en Colonia Barón en un pueblito del departamento de Quemú Quemú (A 80 kilómetros de Santa Rosa y 580 de Buenos Aires), el 1 de febrero de 1982. Vivió allí su infancia junto a su mamá Susana, docente, hija de productores de vid y tomates de San Rafael, Mendoza. De esa rama vienen su abuelo Francisco “Nene”, que tiene 94 años y sigue trabajando una huerta hermosa que el “Vasco” muestra en redes; y Elena “La Ñata”).
Su padre, hijo de productores agropecuarios de Colonia Barón, que no quiso trabajar el campo y se hizo camionero. De esa rama viene Adhemar, el otro abuelo del Vasco, figura fuerte, importante en su vida, “un segundo padre” (fallecido en 2001) y la abuela Chela. “Adhemar, un vasco muy porfiado, siempre fue contratista rural, junto a su padre y con eso compraron una pequeña chacra, desde niño, mi amor por el campo vino por mi relación con Adhemar, a quien acompañaba todos los días al campo”, recordó Diego Sallaberry.
El Vasco llega a la vice intendencia junto con Mónica Stadler (de Juntos por el Cambio), quien ya ha sido intendenta dos veces (2007-2011 y 2011-2015). Las elecciones fueron el 14 de mayo de 2023 y desde entonces se están preparando para este momento. “Meterse, involucrarse, pasar de la queja a la acción”, eso fue lo que lo motivó a sumarse. El quería estar un poco más abajo en la lista; pero luego lo terminaron convenciendo de que se postule como vice intendente. Algo novedoso: El 100% del bloque del consejo deliberante conformado, es la primera vez que va a estar en la función pública.
Pasen y lean, la del Vasco, es otra linda historia de vida de gente de campo para contar.
-Quiero arrancar pidiéndote que me pases los secretos o me des un rato con tu abuelo, Francisco, más conocido como “Nene”, de más de 90 pirulos, que tiene esa huerta tan hermosa que siempre mostrás en redes. ¡Qué fenómeno!
-Francisco es el ejemplo de trabajo, de resiliencia. Es mi abuelo por parte de madre. Es mendocino, nació en el barco viniendo de España y los mandaron a Mendoza porque venían de una región de España que era similar geográficamente. Empezaron con su trabajo en fincas, produciendo vino, tomate, frutas. Y en el año 1975 al 78, tenía tomates, 10 hectáreas sembradas a mano, que habían hecho convenio con enlatadora de tomates. Tres años seguidos, a punto de cosechar se los llevó la piedra hasta que se ve que mi abuelo se cansó y se vino para La Pampa. Con mi vieja en edad de secundario. Y se hizo mayorista de frutas y verduras con los contactos mendocinos. Traían y abastecían en la zona. Como laburante, impresionante. Esos tipos que se levantan de noche y dejan de laburar de noche. Y hoy sigue haciendo más o menos lo mismo… que es lo que le da vida, a veces tenemos que frenarlo.
-¿Cuál es tu primer recuerdo del campo?
-Capaz que es medio de gordo lo que te digo, pero lo primero que me acuerdo son las carneadas. Es increíble. Se vivían con mucho entusiasmo. Y después el recuerdo permanente es ir con mi abuelo paterno, Adhemar, que fue casi como un segundo padre. Porque mi viejo era camionero y viajaba mucho. Yo acompañaba en mi infancia a mi abuelo todos los días al campo. De él tengo el recuerdo de la rutina que tenía. Llegaba al campo y hacía todos los días exactamente lo mismo. Me dejaba en un molino, me hacía limpiar el pozo porque no quería que haya ni una sola basurita. Tomábamos después unos mates y la mayoría de las veces ensillábamos y él hacía su tarea y yo salía a andar.
-¿Y el campo?
-Un campo familiar. Bastante chico. Son 300 hectáreas en la zona de Colonia Barón. Que mis abuelos compraron siendo laburantes. Eran contratistas y pudieron adquirir tierras.
-Con toda esta historia campera, uno podría pensar que ibas derecho para estudiar alguna carrera rural, pero no fue así… Optaste por Ingeniería en Telecomunicaciones
-La verdad es que lo automático hubiera sido estudiar agronomía. Pero terminé el secundario en 1999 y en esa época los chacareros estaban mal, mal. Tenían que tener actividades alternativas porque con un campo de 200-300 hectáreas no podían vivir dignamente. De hecho, en 2001 falleció mi abuelo Adhemar. La pasaron muy mal en esa época. Asique si yo le llegaba a decir a mi abuelo que te decía era como mi segundo padre que iba a estudiar agronomía me sacaba a los tiros.
-¿Y por qué telecomunicaciones?
-Y, porque era una ingeniería que no tenía química. Pero no mucho más. No tenía mucha idea de por qué.
-¿Y había otra carrera dando vueltas?
-Yo sabía que quería estudiar alguna ingeniería, siempre me gustaron las ciencias exactas, de chico participaba de las olimpíadas de matemáticas, no sé. Me parecía una carrera novedosa. Pero la verdad, no conocía ningún profesional que sea ingeniero en telecomunicaciones. Es muy difícil elegir a los 17-18 años una carrera para toda la vida.
-¿Ya entonces te imaginabas que algo ibas a hacer en el campo?
-Si, siempre supe que iba a volver y que iba a volver a vivir al pueblo, un pueblo de 2500 habitantes. El rompecabezas se fue armando. Uno va tomando decisiones que lo van llevando. No creo que sea azaroso. Con mi mujer nos conocemos de chiquitos, yo soy más grande que ella, soy de la edad de sus hermanos que me querían matar cuando les dije que me gustaba ella… jaja… Pero nos pusimos de novio, los dos teníamos intensión de volver.
-¿Ella estaba en Córdoba también?
-No. La carrera universitaria yo la cursé en Córdoba y me quedaron algunas materias para rendir. Fin de 2004. Y me vine al pueblo solamente para rendir las materias que me quedaban, porque no teníamos plata para mantener la vida en Córdoba. Estuve todo 2005 en el pueblo y ella estaba terminando el secundario. Yo tenía 23 y ella 17-18. En ese 2005 yo me tuve que venir y ese año hice de todo, hasta fui ayudante de pintura, di clases en el colegio secundario del pueblo, volví a jugar al fútbol y ahí nos reencontramos, y coincidió con que al año siguiente yo me volví a Córdoba a buscar laburo y ella se fue a estudiar y de ahí no nos separamos nunca más. De eso hace casi 20 años.
-¿Y el campo? ¿Cómo te reconectaste?
-El padre y el abuelo de ella también productores. Y el primer negocio con el campo, en 2007/08, una vaca valía menos que un par de zapatos, y en ese momento yo ya estaba laburando y las telecomunicaciones estaban en una expansión de la telefonía celular increíble, y me iba bien. Agarré justo ese momento de crecimiento que me ayudó no sólo en mi carrera profesional sino también a ir tratando de invertir lo que ganaba en el campo. En ese momento, un sueldo de un empleado en telecomunicaciones como yo me compraba 100 vacas. Imaginate lo que era. Era increíble. Y mis jefes de entonces fueron socios en mi inversión en el campo después.
-¿Esas primeras vacas que compraste eran con tu suegro?
-Sí, yo compré esas vacas y las empezó a trabajar él. Pudimos ir comprando vacas y él las trabajaba.
-¿Qué es lo que más te gusta del campo?
-Lo que más me gusta del campo es llevar a mis hijos. En esos momentos es cuando más feliz soy. Ver cómo ellos lo disfrutan y que eso se transforma en un disfrute familiar. Si bien vivo en el pueblo, en cinco minutos estamos en el campo. Tengo dos hijos, Juana (nació en 2016) y Teo (nació en 2020), y ellos tienen su rutina también. Juana con los animales, perros, gatos, conejos, los caballos, se fija si tienen agua y comida. Te pide que le ensilles el caballo. Y Teo con las máquinas, un perfil fierrero. Incluso desde que tenía un año, veía pasar un tractor o un camión y salía atrás.
-¿Qué reflexión tenés respecto de la relación campo-ciudad?
-Viviendo mucho en ciudad, Córdoba, Buenos Aires, y habiendo nacido en el pueblo, creo que hay una visión sesgada del campo. Porque hay muchos que en la ciudad se creen que el campo es ese productor que era hace 60-70 años, dueños de una porción de tierra gigante. Yo trato de mostrar todos los días que es algo más sencillo y cercano a una vida normal de una familia. El campo ahí tiene un déficit muy grande que es el comunicacional. Porque si se tiene ese concepto hoy es porque no ha sabido comunicar lo que es. Otra cosa es que hay un mensaje de algunos productores también es que el campo es lo que mueve a la Argentina. No creo que sea un buen recurso para lograr un acercamiento. En lugar de acercar, aleja. Creo que tenemos que hacer un mea culpa como sector y empezar a comunicar el campo de otra manera.
-¿Qué cosas crees que si los de la ciudad supiesen los haría comprender más al productor o no criticarlo tanto?
-Creo que lo más importante es que el campo pueda mostrar lo que cuesta producir el alimento que la gente consume todos los días. Lo difícil que es.
-¿Qué legado has recibido de tus padres?
-Sacrificio. Laburo. Como te decía, mi abuelo lo tenía como un segundo padre porque mi viejo, camionero, viajaba todo el tiempo. Y los camiones y las rutas de entonces no era lo mismo. Tardabas un día y medio de ida y un día y medio de vuelta a Buenos Aires, por ejemplo. Ese sacrificio de levantarse todos los días a laburar. Mi vieja maestra. Vos estabas durmiendo en pleno invierno y escuchabas de noche el camión en marcha calentando el motor. Y del lado de mi vieja, lo que me inculcó siempre es la importancia del estudio.
-¿Cómo te relajás después de una jornada larga de laburo?
Aprendo todos los días de mi mujer. Yo vengo de una familia en la que mis viejos nos enseñaron un montón de cosas y otras no. Mi mujer me lo enseña todos los días. Llegar del trabajo y desconectarse para conectarse con la familia y la casa. Eso es algo que al principio cuesta pero que después se transforma en algo muy lindo. La conexión con los hijos y la familia te recarga las pilas. Todavía aprendo y mi mujer, Micaela, que es psicóloga especialista en adicciones, es una genia en eso.
-Asado, parrilla, ¿Tenés alguna especialidad?
-Me gusta mucho hacer asados. Una o dos veces por semana hacemos. Y me gusta muchísimo cocinar… de todo, no sólo asados. Todo lo que es al disco, lomo, pollo, me encanta. Creo que me defiendo bastante bien.
-¿Y tenés alguna pasión más allá del campo?
-Que tenga pasión no quiere decir que sea bueno… jaja… al fútbol jugué toda la vida en el club del pueblo hasta que el físico me lo permitió. Soy un 4 al estilo Heber Ludueña, rústico, de lírico, cero (se ríe) Y hace unos años que juego al padel.
-Vasco, ¿qué tema musical elegís para cerrar esta charla?
-En la época de adolescencia me la pasaba escuchando rock nacional. Elijo “Todo lo demás”, de Andrés Calamaro, del disco “Alta Suciedad”.