Hace unos días, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) decidió prohibir los insecticidas formulados a base de Clorpirifós etil y Clorpirifós metil a partir de la campaña 2022/23. Ahora le llegó el turno a otro producto cuestionado, el Fipronil, que tiene un uso bastante difundido tanto en las actividades agropecuarias como en otros usos hogareños. No se pudo demostrar que no sea dañino para las poblaciones de abejas.
“Los insecticidas de la familia neonicotinoides, así como también la sustancia activa Fipronil, han sido sujetos a procesos de reevaluación de sus usos agrícolas aprobados por diversas agencias regulatorias del mundo”, informó el Senasa en la Resolución 425/2021, que fue publicada en el Boletín Oficial y dispone un plazo de seis meses para prohibir la importación, la formulación y el fraccionamiento de productos fitosanitarios formulados a partir de este principio activo.
Luego, en un curioso plazo de 485 días (que nos aproxima a fines de 2022), se prohibirá “la comercialización y uso en todo el Territorio Nacional de los productos formulados a base de Fipronil como Suspensión Concentrada (SC) y Gránulos Dispersables (WG)”
“A partir de esa fecha, se producirá la baja automática de dichos productos en el Registro Nacional de Terapéutica Vegetal a cargo de la Dirección de Agroquímicos y Biológicos”, avisó Senasa, que así pone fin a un periodo de consulta pública sobre ese producto químico.
El Fipronil comenzó a ser revisado junto a otros insecticidas como Acetamiprid, Imidacloprid, Tiametoxam, Clotianidin, Dinotefuran y Tiacloprid, especialmente a partir de estudiar su impacto sobre la población de abejas en el medio rural. Existen varias empresas que lo utilizan para ofrecer a los productores para el tratamiento de semillas), en cebos o como “suspensión concentrada y gránulos dispersables para la pulverización sobre cultivos y pasturas”.
Según informó Senasa, en el periodo de consulta pública las empresas que lo utilizan para formular varios productos “no han aportado la información complementaria que permita concluir el análisis de riesgo para los usos agrícolas de protección de cultivos dependientes de la pulverización al suelo o al follaje de los cultivos en los que está autorizado su uso en Argentina”.
Por eso, el organismo admitió que “no resulta posible determinar que los usos de Fipronil en pulverizaciones de cobertura total sobre cultivos no representen un riesgo inaceptable para las abejas silvestres y melíferas, cuando se aplican las medidas adecuadas de mitigación de riesgo”.
A partir de noviembre de 2022 ya no podrá usarse más Clorpirifós en todo el territorio argentino
A nivel agrícola el Fipronil es un insecticida usado para combatir las pulgas, los piojos, las garrapatas, cucarachas y ácaros. Entre las numerosas plagas que controla se destacan Diabrótica, Gallina ciega del maíz, gallinas ciegas, Gusano alfilerillo del maíz, gusano de alambre, mayate rayado, picudo de la papa, picudo del algodón, picudo del tabaco, etcétera.
El Fipronil es un principio activo que actúa por contacto y por ingesta y que basa su efectividad en atacar el sistema nervioso central de los insectos. Su bloqueo desemboca en una hiperexcitación nerviosa que lleva al insecto hasta la muerte. Por eso también tiene usos muy cotidianos, como en las pipetas utilizadas para librar de pulgas las mascotas o para eliminar las cucarachas de una vivienda.
Desde hace un tiempo que este insecticida no debería aplicarse a animales destinados directamente a la alimentación humana, como las gallinas. En Europa, en 2017, estalló un escándalo que lo puso en la mirada de todos cuando debieron retirarse millones de huevos del mercado debido a que la Agencia Federal para la Seguridad de la Cadena Alimentaria (FASFC) de Bélgica determinó que una empresa holandesa ChickFriend había realizado un tratamiento basado en Fipronil sobre las gallinas ponedoras.
La resolución de Senasa dispone que las empresas que tienen productos agrícolas basados en esta sustancia podrán darlos de baja voluntariamente del Registro Nacional de Terapéutica Vegetal antes de que venzan los plazos, lo que debería suceder cerca de fines de 2022. Pero para empezar, deberán declarar sus existencias.
El Senasa estableció que “resulta conveniente dejar transcurrir un plazo razonable antes de que sea aplicable la reducción de los Límites Máximos de Residuos (LMR) establecidos a los efectos de inscripción de los usos foliares de la sustancia activa Fipronil, con el fin de que los productores agrícolas de Argentina o de los terceros países, tengan tiempo de prepararse para cumplir los nuevos requisitos”.
Esos límites máximos fueron fijados en 0,01 mg/kg (miligramos por kilogramo) de la sustancia Fipronil en todos los productos y subproductos agropecuarios que se importen o produzcan localmente para el consumo interno. El plazo para empezar a controlar eso y eventual,mente aplicar sanciones será generoso; de 605 días a partir de la entrada en vigencia de esta norma.