En el corazón de General Madariaga, un rincón del sureste de la provincia de Buenos Aires, José Luzuriaga asesora a un gran grupo de siembra llamado Hórreos del Sudeste, que dirige el expresidente de la asociación de productores Argentrigo Miguel Cané.
Allí, el trigo es dueño de las extensiones rurales, puesto que la región es conocida como núcleo para la producción de este cereal de invierno.
Sin embargo, como la historia agrícola no es lineal, existió el momento en que hubo que diversificar el escenario productivo, y ahí entró la colza a jugar un papel importante y disputarle terreno al rey del sudeste.
Según explica Luzuriaga en diálogo con Bichos de Campo, corría el año 2005 y la agricultura en esta región estaba atravesada por el monotono de un cultivo. En aquellos días, el mercado del trigo se encontraba intervenido y las amenazas de cierre de exportaciones estaban en el aire.
Entonces, para evitar el cuello de botella logístico en épocas de cosecha, que según el agrónomo no “daba margen ni para respirar”, como una bocanada de aire fresco, la colza apareció en el horizonte.
“La colza nos ofrecía una alternativa para distribuir mejor las fechas de cosecha y siembra”, explica José a este medio en plena realización del 1° Simposio de Colza y otras Brasicáceas realizado por el INTA en Paraná.
La idea era simple: cultivar colza para cosecharla antes, y así poder implantar la soja de segunda con más tiempo y potencial. Y, efectivamente, la estrategia funcionó. La siembra de soja de segunda ganó en rendimiento y la cosecha se volvió más manejable.
Según explica Luzuriaga, apareció una empresa que le ofreció la colza como alternativa, lo que a él le facilitaba mucho las cosas, sobre todo agronómicamente. Ahí decidieron comenzar tibiamente a probar esta alternativa al trigo, y siguieron esta tendencia hasta 2012 y 2013, que fue el gran año de repunte de la colza en extensión en Argentina.
Producto de trabas a las exportaciones, y que el trigo no encontraba precio, muchos productores de Argentina se volcaron por la colza como alternativa productiva, lo que explica que en la campaña 2012/13 se haya llegado al record de superficie sembrada, con 92 mil hectáreas.
En ese entonces, y con unas 1.300 hectáreas en producción, la empresa se enfrentó a un episodio inesperado: una ola de calor implacable. Las altas temperaturas provocaron la apertura prematura de las chauchas, lo que resultó en una pérdida de rendimiento del 25 o 30%. La colza, que parecía prometedora, se desplomó en producción, y el año siguiente, la superficie de siembra pasó a ser cero para estos productores bonaerenses.
“Fue un golpe duro, pero nos dimos cuenta de que debíamos volver a intentarlo, pero con una planificación más cuidadosa”, comenta José.
El regreso a la colza no fue inmediato. La empresa tuvo que lidiar con problemas logísticos, como el secado deficiente del cultivo y descuentos comerciales importantes debido a la humedad. Sin embargo, la resiliencia y la necesidad de diversificar llevaron a José y su equipo a retomar el cultivo, pero esta vez con una estrategia más robusta.
La clave fue la elección de lotes más adecuados y la incorporación de híbridos de colza que ofrecían menos riesgo de incidencia. Con estas nuevas variedades y una mejor gestión de los recursos, la cosecha de colza volvió a ser una realidad exitosa. “Ahora estamos cosechando casi seco, como se debe”, afirma José con orgullo.
Mirá la entrevista completa con José Luzuriaga:
El panorama actual es prometedor. José aprendió de las lecciones pasadas y sigue apostando por la diversificación. “Estamos mirando nuevos cultivos como carinata y camelina. La diversificación es clave para mitigar riesgos y no caer preso de un solo cultivo”, explica.
El futuro parece brillante, con grandes empresas empezando a moler colza, carinata y camelina, lo que podría elevar la superficie de estos cultivos a nivel nacional. “La promesa de un buen precio puede mover al productor”, concluye José.
– ¿Por qué volver a la colza después de estas varias experiencias negativas?
– Bueno, porque la realidad es que queríamos seguir diversificando. Nosotros empezamos con cebada también, siempre tratando de buscar que no sea una puerta 12 el trigo. Fecha de cosecha, cantidad de cosechadoras, cantidad de camiones. La realidad era tratar de diversificar cosecha y fecha de siembra, con la promesa de que la soja de segunda iba a ser superadora. En general lo es, pero no es una fija. Otra cosa que nos ayudó mucho es levantar un poco los pisos de la colza y los cultivos en general con la agricultura por ambientes, asignando recursos de mejor manera o siendo más eficientes en la asignación de recursos. Y aparecieron híbridos de colza que presentan menos dehiscencia que los anteriores, con lo cual te da un poco más de seguridad.
– ¿Cuál es la radiografía actual y qué vas a hacer hacia adelante? ¿Vas a seguir con la colza? ¿Vas a incorporar nuevos elementos de diversificación?
– Hay que seguir aprendiendo. Este año tuvimos una dispersión de entre 15 y 38 quintales de rinde, y eso es enfermedades, es elección del lote, es momento de siembra. Yo creo que hay que seguir haciéndolo, hay que seguir aprendiendo, hay que seguir diversificando, está carinata, está camelina, hay un montón de opciones. Y me parece que ahí está lo bueno. No hay que meterse en un solo cultivo, porque caes siempre preso de algo, ¿no? Entonces, en la diversificación hay una atomización de riesgos también.
– ¿Y a eso vinieron estos dos cultivos nuevos como camelina y carinata, a rescatar un poco esa idea?
– Sí, bueno, con el tema del carbono y la huella de carbono, hay muchas empresas grandes que para mí van a traccionar realmente, y el crashing que están moliendo colza, carinata, camelina, con lo cual, para mí a nivel nacional y va a hacer subir la superficie de una manera muy importante y rápida. El productor se mueve por lo general por eso, por un precio esperado o prometido, digamos, y eso va a ser mover el cultivo también.