Suben los granos en el mercado internacional y sube la tentación de muchos funcionarios del gobierno a aplicar recetas viejas para “desacoplar” esos valores del mercado local y aliviar así el impacto sobre el proceso de formación de precios de los alimentos que pagan los argentinos. ¿Pero son los granos los únicos culpables de la inflación? La Bolsa de Cereales de Buenos Aires se propuso desmitificar esa relación y concluyó que, en el peor de los casos, la producción de pollos enteros, el impacto del maíz llega al 22% de los costos. Luego, en el resto de los productos, se reduce a 12 o 13%
En otro enfoque del mismo problema, este estudio reveló que ” la suba de los precios de los granos (que redondeó el 80% en 2020) representó solo el 1,57% de la inflación del 2020″.
Este cuadro es muy ilustrativo:
Los economistas de la Bolsa de Cereales, dispuestos a poner números fríos para demostrar que la incidencia del trigo y el maíz sobre distintos alimentos de la canasta básica es menos importante de lo que vulgarmente se cree, analizaron cuál es el peso real de esos dos granos en la estructura de costos de los productores de pollos, huevos, del pollo trozado, del pechito de cerdo, de la leche, del asado y del pan común.
Los resultados fueron que “en promedio, de los productos seleccionados para maíz este representa el 12% del precio final”.
El maíz representa el 21% del precio del pollo entero dentro del programa de Precios Cuidados, 13% de los huevos, 12% del pollo trozado, 10% del pechito de cerdo, 8% de la leche y 7% del asado”. Esto por la incidencia creciente del feedlot o engorde a corral en los esquemas productivos de bovinos.
En tanto, el trigo representa solamente el 13% del precio del pan.
Las conclusiones de la Bolsa de Buenos Aires es que “por lo tanto, en los productos estudiados más del 80% del precio al consumidor no depende del precio doméstico de los granos, sino que responde a otros costos, tales como salarios, energía, alquileres, utilidades, impuestos, fletes y otros costos de distribución, que acompañan la evolución del nivel general de precios de la economía”.
“Esto significa que, por cada reducción del 1% en el precio doméstico del maíz, se generaría una reducción potencial del 0,21% en el precio del pollo entero de precios cuidados, 0,13% de los huevos, 0,12% del pollo trozado, 0,10% del pechito de cerdo, 0,08% de la leche y 0,07% del asado”, se precisó.
En el mismo sentido, una reducción del 1% en el precio doméstico del trigo, provocaría una reducción potencial del 0,13% en el precio del pan.
Para intentar demostrar que los culpables de las subas internas de estos alimentos no han sido solamente los granos básicos, los economistas se ocuparon de cuantificar el impacto del aumento del precio del maíz y el trigo sobre el IPC (índice de precios al consumidor), que redondeó el 36% en 2020 a nivel nacional.
El resultado está en este gráfico:
En diciembre de 2020, los alimentos tomados para hacer este análisis registraban una ponderación de 5% en el IPC. “Es decir que un incremento del 1% del precio de estos alimentos tendría una incidencia de 0,05 puntos porcentuales en el índice de inflación”, se razonó.
“Siguiendo este razonamiento, si el precio del maíz y del trigo registrara un incremento del 30% y la participación de estos en los bienes de consumo básico estudiados es de 11,9%, la incidencia sobre el IPC sería de solo 0,163 puntos porcentuales”, se sugirió.
En base a estos cálculos, la Bolsa de Cereales porteña evaluó que si bien durante 2020 los precios del trigo y el maíz aumentaron un 80% y 91% respectivamente, este fortísimo aumento “explicó solo 0,48 puntos porcentuales de la suba del IPC de la Ciudad de Buenos Aires, que mostró un incremento del 30,5% interanual en el mes de diciembre”.
El cálculo, explicaron, surge de multiplicar la variación de los precios de los granos por su porcentaje de incidencia.
“De esta manera, a través de los productos analizados, la suba de los precios de los granos representó solo el 1,57% de la inflación del 2020. El restante 98,43% se debió a factores distintos al comportamiento del trigo y el maíz”, enfatizó el documento de la Bolsa.
Lógicamente, la idea de este trabajo es habilitar un debate maduro para evitar que se adopten medidas que perjudiquen los mercados de commodities agrícolas sin por eso beneficiar a los consumidores.
En los últimos meses “se adoptaron diversas medidas de política agropecuaria con el objetivo de desacoplar el precio doméstico del internacional. En este punto resulta importante destacar que muchas de las medidas ya han sido llevadas a la práctica en nuestro país en distintos períodos históricos, siendo el más reciente el comprendido entre los años 2002 y 2015, donde se implementaron: derechos de exportación, tipos de cambio diferenciales, restricciones cuantitativas a la exportación, límites máximos de precios internos y compensaciones. Contrariamente a los resultados esperados, las mismas no tuvieron efectos relevantes en el precio de los alimentos y el bienestar de los consumidores”, se recordó.