En la región de Liguria, en el norte de Italia, existe un extraño proyecto productivo dentro del mar a 50 metros de la costa de Noli, un pueblo de pescadores ubicado a una hora de Génova. Se llama Nemo’s Garden (el jardín de Nemo) y es “el primer y único jardín submarino del mundo”, según nos revela una crónica de la publicación especializada Modern Farmer.
La instalación está sumergida a una profundidad de 12 metros. Se trata de una red de seis domos, que se asienta sobre pilotes anclados en el fondo del océano.
El origen de esta extraña granja submarina sucedió hace una década, cuando una empresa fabricante de equipos de buceo de Liguria, Ocean Reef Group , estableció el proyecto, a raíz de una conversación informal entre el fundador de la empresa, Sergio Gamberini, y un amigo agricultor. Dice la web de esta iniciativa que en el verano de 2012 “Sergio estaba disfrutando de unas vacaciones junto al mar en la Riviera italiana. Descansando entre inmersiones, disfrutaba paseando por la orilla del mar charlando con amigos. Y un día, la conversación se desvió hacia su otra pasión: la jardinería”.
“¿Sería posible, se preguntó, crear las condiciones de crecimiento perfectas para la albahaca, la hierba local más popular y un ingrediente esencial para el pesto? Mirando al mar, a Gamberini se le ocurrió una idea inusual: ¿por qué no tratar de cultivar albahaca bajo el agua?” Con el correr de los meses, comenzó a hundir biosferas transparentes 20 pies debajo de la superficie del mar y llenándolas de aire.
Dentro de cada biosfera, como se llama a las cúpulas, hay aproximadamente 20.000 litros de aire atrapados sobre una masa de agua superficial. “La luz del sol viaja a través del agua fuera de las biosferas para alcanzar el aire de su interior y calentarlo”, explica Luca Gamberini, el hijo del creador de este experimento. En invierno, cuando hay menos luz natural, conectan LED mediante una línea eléctrica que permiten proporciona una fuente de luz adicional.
“Lo que estamos haciendo es muy básico”, dice Gamberini. “Solo lo estamos haciendo bajo el agua y con un poco más de dificultad”. El gran secreto parece ser que el agua exterior mantiene estable la temperatura interior día y noche, y la evaporación y condensación dentro de la cúpula aseguran un suministro de agua dulce para las plantas.
Y parece ser que las plantas crecen.
“El objetivo del proyecto era inicialmente una provocación, pero de repente se convirtió en algo más ambicioso: crear un sistema alternativo de agricultura, especialmente dedicado a aquellas zonas donde las condiciones ambientales, económicas o morfológicas hacen extremadamente difícil el crecimiento de las plantas”, explican en la página institucional.
La granja submarina se compone de 6 cápsulas de plástico transparente llenas de aire, ancladas al fondo del mar con cadenas y tornillos. Estas estructuras acrílicas, que se asemejan a grandes globos, contienen aproximadamente 2.000 litros de aire y flotan a diferentes profundidades, entre 15 y 36 pies por debajo de la superficie del agua.
¿Cómo se cosechan las plantas o se realizan otros menesteres? Pues cada biosfera tiene una rejilla escalonada donde los buzos pueden pararse para operar. Cuando un buzó ingresa en esa biosfera, la mitad de su cuerpo está fuera del agua.
“Dentro de las biosferas, el agua se condensa en las paredes internas, goteando hacia abajo para mantener las plantas regadas, mientras que la temperatura cálida y casi constante del mar entre el día y la noche crea las condiciones ideales para el crecimiento”, aseguran los innovadores.
En el centro hay una gran estructura de metal que los creadores del sistema bautizaron “el Árbol de la Vida. Más allá de los simbolismos que le adjudican, estructura “oculta los cables que van a cada biosfera y permite monitorear el área desde arriba, controlando los niveles de luz a través de una cámara en vivo.
Además, se ubican dos cámaras web en cada biosfera, mientras que una cámara web horizontal de gran angular se ubica en el fondo del mar”.
Cada biosfera está equipada además con sensores de carbono, oxígeno, humedad, temperatura del aire e iluminación.
Dentro de cada cápsula, las instalaciones se asemejan a las de un establecimiento hidropónico convencional. “Al principio usábamos tierra, pero rápidamente nos dimos cuenta de que había demasiadas complicaciones”, dice Luca. Además de la logística y los costos involucrados en su transporte a las biosferas, el suelo conlleva un mayor riesgo de introducir enfermedades, insectos o parásitos en los domos. El cambio se hizo a la hidroponía, y las semillas ahora se plantan dentro de un cono de plástico que contiene un sustrato (como fibra de coco o lana de roca).
Cuenta Modern Farmer que “hasta la fecha, más de 100 tipos de plantas han echado raíces en este jardín hundido: desde hierbas medicinales y aromáticas hasta alimentos como ensaladas verdes, porotos y frutillas. “Hemos tenido éxito con la mayoría, pero siempre hay limitaciones”, dice Gamberini. “No tendría sentido cultivar un árbol o un grano, así que eso es algo que hemos descartado desde el principio”.
Una de las enseñanzas es que estos cultivos bajo el mar mejoran el sabor de los vegetales. “Si tomas la albahaca como ejemplo, el sabor es mucho más concentrado”, dice Luca.
Gamberini declara que por ahora no tienen planes de agrandar el sitio submarino de Noli, pero ahora que el concepto ha demostrado ser exitoso han comenzado a exportar la tecnología a otros lugares como Bélgica y los Cayos de Florida. “Teóricamente el proyecto aumenta considerablemente el porcentaje de la superficie del mundo que podría utilizarse para el cultivo, especialmente en países donde las condiciones ambientales dificultan el cultivo de plantas”, asegura.