Roy Hora es uno de los pocos historiadores que se dedican a observar con detenimiento el ámbito agropecuario y sus actores. Publicado en 2018, su libro llamado “Cómo pensaron el campo los argentinos. Y cómo pensarlo hoy, cuando ese campo ya no existe”, explica el motivo de esta entrevista, que resulta muy ilustrativa en tiempos en que es tan fácil recurrir a la construcción de mitos a partir de prejuicios, que sirven casi siempre para descalificar a quien tenemos delante. Roy nos dio toda una lección de historia.
Si de prejuicios y mitos hablamos, el agro carga con varios, que prendieron mucho en una sociedad urbanizada que no suele conocer cómo se trabaja y se vive en el campo. Que los productores son oligarcas, que son envenenadores, que acaparan soja para conspirar contra el resto.
Sea cual sea el mito a analizar, para Hora “el campo es un buen punto de observación para pensar problemas más amplios de la sociedad argentina, porque está en un lugar central de esa sociedad”. Tras sus estudios, este investigador del Conicet sabe que no todo el campo era reflejo de latifundios, oligarquía, poder y familias patricias con grandes extensiones de tierra, sino que en la conformación del agro también hubo espacio y posibilidad para que crecieran otros sectores medios.
“El capitalismo agrario pampeano del Siglo XIX y parte del siglo XX tuvo una considerable capacidad integradora. Los recursos no se concentraban solo arriba”, sostuvo Hora. Y agregó: “No había solo grandes estancias, sino también empresas familiares, a veces campesinas, y a veces no tanto”.
Mirá la entrevista completa a Roy Hora:
El historiador, doctorado en la Universidad de Oxford y docente en la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), relató que “desde muy temprano la agricultura pampeana tuvo unidades productivas muy grandes, porque había muy bajo precio de la tierra, y una ganadería inicial muy primitiva. Había que trabajar en escala”, relató.
Para ejemplificar que este desarrollo también vino acompañado del chacarero y del trabajo familiar, Hora mencionó el caso de Martín Fierro, nuestro poema nacional. “Socialmente hablando, Fierro no era un peón, sino un propietario de ganado que tenía hijos, hacienda y mujer, con todo lo que eso significaba en un contexto de renta de sueldo bajo, donde había mucha tierra y faltaba mano de obra, la cual se importaba más bien. Así llegaron muchos inmigrantes y se dio espacio para que aparecieran empresas familiares. Esto acompañó el desarrollo ganadero y luego subió un escalón en la agricultura”, describió.
-¿Se puede tratar de establecer un paralelo entre aquel Martín Fierro emprendedor que tenía su pequeño capital y figuras de hoy como los contratistas o gente que hace agricultura sin ser dueña de la tierra, conviviendo con el gran latifundio?
-Fierro era parte de una clase popular. El agro de entonces les daba a sus clases populares o los que estaban más abajo, cierto espacio para dejar atrás la condición de trabajador o peón y pegar el salto para convertirse en un productor independiente en tierra que no era propia.
-Entonces, ¿el origen es de grandes latifundios pero con espacio para productores independientes en convivencia?
-Si, a veces, fuera de las grandes empresas, pero también adentro. Es decir, quizás una persona con recursos podía comprar 20 o 30 leguas de campo en 1850 o 1890. Ya el hecho de contarlos en leguas y no en hectáreas nos dice algo sobre el valor de la tierra de ese momento, y es que valía poco. Entonces era más fácil comprar la tierra que darle un uso productivo, porque para eso se requiere invertir en recursos que no son muy abundantes en una economía de frontera. Esto luego da lugar a que aparecieron en el mapa productivo los trabajadores cuyo principal aporte eran su saber y su energía productiva.
Pongo como ejemplo el caso de la familia Anchorena, que en 1850 o 1860 tenía muchísima tierra. Pero cuando uno pone la lupa sobre cómo funcionaban sus empresas, había muchos que cedían una parte de sus tierras para que otros iniciaran sus actividades y luego compartían los beneficios.
-De tan grande que era el latifundio, se hacía inmanejable para la centralidad del propietario…
-La palabra latifundio no me gusta porque evoca un uso irracional de los recursos, y yo creo que si ponemos la lupa en lo que pasaba en el siglo XIX, la tierra era muy abundante a punto tal que era libre en algunos lugares. Pero no es que estaba monopolizada por un grupo social que excluía a otros del acceso a ese recurso. Pasó en otros lugares de América Latina, pero no cuenta bien la historia de la pampa, en donde había grandes empresas que buscaban distintas maneras de combinar capital, de modo de poner en marcha el proceso productivo.
-La Sociedad Rural, en esta contexto, ¿sería algo así como un club de estancieros grandes que se juntan para intercambiar conocimientos y tecnologías, más allá del lobby y poder acumulado?
-Exacto. Y acá es muy importante para entender la era dorada y el crecimiento agroexportador. En la era del cuero y de la lana no hubo tanto cambio tecnológico, pero después sí. La ganadería vacuna se hizo toda con razas importadas y renovando completamente las pasturas. La pampa cambió radicalmente, incluso desde el punto de vista físico, y conquistó los mercados más demandantes de Europa, lo que requería inversión de tecnología y de un grupo empresario que viera un negocio en la inversión y una oportunidad allí de ganar invirtiendo, lo que efectivamente sucedió.
Pero este cambio tecnológico también se dio en la agricultura. Lo que se notó en la alta inversión en maquinaria. La pampa no podría haber sido una potencia exportadora si no hubiera crecido sobre la base de la inversión en maquinaria. Mientras que la agricultura europea de 1900 era de pequeñas parcelas de 5 a 20 hectáreas, muy intensivas, la agricultura pampeana no era así, como tampoco lo era la agricultura de grandes praderas de América del Norte. Por eso, para que pudieran explotarse millones de hectáreas se requirió de mecanización muy acelerada.
-¿El correlato de estas grandes extensiones o estancias es la oligarquía en la política?
-Ahí hay que empezar a hilar más fino. Cuando nos acercamos más al comienzo del siglo XX se empieza a ver un Estado más fuerte, con más recursos y capacidad de controlar los territorios, con políticas más ambiciosas. Había, por ejemplo, aunque no se conecte tanto con esto, un proyecto educativo muy ambicioso y muy caro. Sarmiento no era un propagandista de la educación. Montó un proyecto colectivo que hizo que Argentina tuviera el descenso más rápido en la tasa de analfabetismo de América, y eso no es gratis y no basta solo con discursos. Hubo que poner recursos. Por eso, a la hora de mirar el Estado argentino en la era oligárquica, hay que tener en cuenta que también fue un periodo de formación de burocracias públicas como de desarrollo y políticas públicas en planos que no están vinculados con los intereses de las clases propietarias más poderosas.
-O sea, era un Estado que construía autonomía respecto de la supuesta oligarquía…
-Claro. Acá vemos un fenómeno de complejización de las ambiciones de un Estado que no responde de modo inmediato a los intereses de los sectores económicamente predominantes. Es un Estado que en un contexto internacional favorable, promueve el desarrollo exportador, pero que a la vez es más autónomo al respecto de los intereses inmediatos de los grupos predominantes pampeanos.
Reparemos en esto: hubo crecimiento exportador muy veloz pero también crecimiento industrial muy rápido. De hecho, hasta los años ´30 de la gran depresión, la industria creció más rápido que el campo, y sin embargo partió de una base más baja que el campo. Hacia1930, la Argentina no era solo la principal potencia agrícola, sino que también era el país más industrializado. Brasil y México estaban abajo en PBI, y en la Argentina de ese entonces, el campo empujaba al crecimiento de la economía en su conjunto. Esto también se dio porque el país contó con una tasa de urbanización muy alta desde muy temprano.
-Bueno. Hoy hay demanda, y si el agro genera más exportaciones quizás pueda traccionar a la industria. Pero en el medio pasaron más de 100 años de historia. ¿Por qué decís en tu libro que el origen del campo fue ese y que algo cambió y que ya no es el mismo?
-Es que la Argentina no puede volver a soñar con esa Argentina del centenario como modelo de crecimiento, porque hoy es distinta a como era en 1910 o 1920. En ese período Argentina importaba trabajadores de Europa. La demanda era más grande que la oferta. Hoy no es así, mucha gente no encuentra trabajo y si puede se raja.
Algo pasó en el medio, y lo que yo creo que sucedió es que Argentina, que era de los países estrella de la primera globalización, se vio obligada a cambiar de golpe, porque el mundo cambió. Ese cambio se llamó gran depresión, es decir, el cierre del mercado mundial. Y el patrón de crecimiento que Argentina había adoptado y que permitía que hubiera ricos muy ricos, y que a su vez tenía capacidades para integrar y tener clases medias en expansión, con trabajadores con niveles salariales más altos que los del sur de Europa, se acabó. Lo que ocurre es que en 1930 el mercado mundial se achicó mucho, luego vino la segunda Guerra Mundial, otro golpe importante, y después el proteccionismo agrícola, que fue cuando Europa comenzó a recuperarse.
Entonces, la idea de que Argentina podía crecer como lo hizo hasta los años ´20 o ´30 es equivocada porque el mundo cambió. La Argentina reaccionó y tuvo que buscar un plan B en el momento que el mundo le dio la espalda. Ese plan B se llamó industrialización por sustitución de importaciones, o bien desarrollo sobre la base de la expansión del mercado interno, y ahí el balance es más gris porque Argentina ya no podía ser una estrella de la era industrial; porque no tenía una pampa para brillar, tenía poca energía, no tenía carbón ni petróleo ni minerales, tenía un mercado chico para lo que requería la era industrial, tenía países vecinos más pobres a los que no podía exportar y además tenía los salarios más altos de América Latina. Independientemente de la calidad de políticas públicas, para mi era muy claro que Brasil y México estaban mejor preparados para la era industrial que Argentina, así como antes Argentina estaba mejor preparada para la era agroexportadora.
-Ahora hay un regreso a una nueva globalización, ¿tenemos alguna chance frente a este escenario actual?
-Yo no digo que esa era industrial fue del todo mala (para la Argentina), fue más bien gris, porque hubo progreso social, mejora del bienestar y un mejor nivel de vida en sus clases populares, pero el avance fue hasta los ´70. De ahí en adelante Argentina se quedó. Desde los ´70 el ingreso per cápita no crece. Va y viene, sube y baja, pero no logra progresar.
Hoy tiene más sentido darle al país una oportunidad de estrategia exportadora, y avanzar por un camino que le otorgue a la Argentina una mayor solidez. Yo creo que es necesario que crezca sobre la base del incremento de sus exportaciones, con la salvedad de que no podemos ser la Argentina del centenario, porque nuestra sociedad es distinta y porque tenemos otros problemas. Por caso, mucha pobreza urbana. Por eso no podemos sacar a la mitad de nuestros compatriotas solo con exportaciones. Tenemos que combinarlo con otras cosas.
Conozco a Roy Hora y no es la primera vez que valoro sus ideas y contribuciones sobre el tema. A su visión inteligente el pasado de nuestro sector agropecuario, en los últimos tiempos ha agregado más de una observación aguda respecto del presente. Pero como también soy profesor de historia en la universidad, quisiera contar una breve anécdota, de esta misma semana. Tomando un parcial de multiple choice, le pregunté a mis alumnos a qué estrato social pertenecía Martín Fierro antes de desgraciarse con la justicia y marchar al fortín. Había cinco posibilidades, una de las cuales era “peones rurales” y otra era “arrendatarios”. La primera cosechó siete u ocho veces más respuestas que la segunda, pese a que ésta es la correcta. Creo que es ilustrativo de la pertinaz vigencia de algunos de los mitos sobre el campo a los que se refiere la nota.