Llegamos hasta acá. ¿Seguimos?
De un lado de la mesa estaba la plana mayor del equipo económico del gobierno. Los ministros Felipe Solá, Matías Kulfas y Luis Basterra; la vicejefa de Gabinete, Cecilia Todesca; la titular de la AFIP, Mercedes Marcó del Pont; los secretarios de Política Económica, Haroldo Montagú, y su par de Hacienda, Raúl Enrique Rigo, como enviados del ministro Martín Guzmán; y el secretario de Agricultura, Julián Echazarreta.
Del otro lado los representantes elegidos por el Consejo Agroindustrial. Argentino (CAA) como sus representantes, que siempre son cuatro de entre más de cincuenta entidades y cámaras del sector que se han reunido hace pocos meses para ver si se puede torcer el rumbo de desencuentro que marca la política sectorial en las últimas dos o tres décadas. Dos o tres nombres casi siempre se repiten: el del titular de la Bolsa de Cereales, José Martins; el del presidente de Ciara-CEC, Gustavo Idígoras; y el del coordinador de la Mesa de las Carnes, Dardo Chiesa. Esta vez estuvo además el representante de la Cámara de Legumbres, Sergio Rafaelli.
¿Por que resultan tan importantes los nombres? ¿Por qué ser tan puntilloso en mencionar a todos los que se sentaron?
Porque desde hace muchísimo tiempo que no se veía una foto semejante: el pleno de quienes definen actualmente el rumbo de la política económica sentados con quienes representan a la actividad agroexportadora, no solo la pampeana sino a muchas economías regionales, con toda su importancia para la salud económica del país a cuestas.
Sector público y sector privado, cara a cara. La foto de esta reunión, realizada en la Casa de Gobierno, tiene tanto valor simbólico como otra previa que habilitó esta posibilidad de negociación: la postal de los representantes del CAA sentados frente a la ex presidenta Cristina Kirchner en sus oficinas del Senado. Fue sin duda una instancia crucial para comenzar a pensar en que había chances de romper una historia de mierda. Desde el poder, Cristina se ocupó largos 15 años de boicotear al sector productivo. Y el sector productivo perdió esos 15 años resistiéndola y enfrentándola.
Llegamos hasta acá. El equipo económico recibió y le prestó atención a una propuesta agroexportadora durante el lapso de dos horas. Si nos hubieran querido despachar, razonó uno de los directivos del sector privado que asistió a la reunión, nos ponían delante a un solo ministro y liquidaban la conversación en media hora… “Pero sí, qué interesante”. Y chau.
No sucedió eso. ¿Qué pasó en la reunión? ¿Cuál fue la decisión que debería invitar a dar un paso más?
Las declaraciones de los ministros luego de la reunión estuvieron teñidas de optimismo. Solá, Basterra y Kulfas valorizaron este espacio y se ilusionaron con la posibilidad de diseñar un conjunto de políticas de fomento a la agroexportación que satisfaga algunas de las tantas necesidades que tiene este gobierno. La más urgente es la necesidad de divisas, de dólares. La más de fondo es la necesidad de crear trabajo para paliar los elevados índices de pobreza. Después hay una necesidad emocional y hasta ideológica: lo que se haga tiene también que colmar el discurso de crear valor y exportar alimentos para humanos y no para animales.
Pero está finalmente la necesidad crucial de hacer todo esto sin resignar caja ni demasiados recursos, porque el Estado está de nuevo casi quebrado.
El sector agroindustrial tiene un necesidad mucho más relevante que todas esas: Debe romper una lógica que se repitió por décadas y más allá de los gobiernos, para así poder dejar de ser exprimido. La política argentina se ha hecho especialista en esto: destruye valor en vez de construirlo. Por eso muchas veces le saca al sector privado hasta la última gota, sin reparar en que tanta presión amenaza dejarlo seco, sin torrente sanguíneo. Producir en la Argentina se ha hecho una tarea difícil, además, por la imprevisibilidad de las decisiones de la política. No solo te sacan todo el jugo sino en los momentos más impensados.
Este jueves por la tarde, más allá de la zaraza, se volvió a repetir lo que el CAA viene diciendo desde que comenzó su gira de presentación: que si hay una ley con una serie de incentivos se podría lograr buena parte de lo que necesita el sector político, pues las exportaciones podrían aumentar en 16 mil millones de dólares anuales, el movimiento económico en todo el país lo haría en 32 mil millones de dólares, y se podrían crear 210 mil empleos directos y cerca de 700 mil indirectos. Más divisas, menos pobreza. ¿Pero y el costo?
El equipo económico de la política, reunido en pleno, le hizo sentir al sector privado que esta vez sí hay chances serias de romper la lógica destructiva que ha guiado hasta ahora esta relación. Por supuesto, algunas declaraciones pusieron reparos respecto de la necesidad de que estos incentivos no agraven la precariedad de las cuentas públicas. Los representantes del CAA aseguraron que no, que entienden ese problema y que no es su objetivo empeorar un déficit fiscal a costa de otros sectores. Usaron la metáfora de la sábana corta.
Llegamos hasta acá. Estamos todos de acuerdo.¿Seguimos? ¿Cómo lo hacemos?
La única decisión de tan importante cónclave fue avanzar. Nadie sabe todavía bien hacia dónde, pero lo que todos tienen claro que hay que buscar una fórmula que contemple las necesidades de ambos actores: el público y el privado. Si sale bien, si acaso pudiera salir bien, sería un freno clave en el tobogán de decadencia de la Argentina. Un caso raro: un país muy productivo que lleva a cabo desde hace añares una política muy antiproductiva.
Hay que cuidar entonces la recaudación, pero al mismo tiempo idear una serie de incentivos (por supuesto que buena parte de ellos son de tipo fiscal) para que los productores contraten gente, inviertan, produzcan más, se le agregue valor a esa producción y así se puede exportar más y mejor.
Hasta aquí llegamos. ¿Será posible avanzar?
La semana que viene se reunirá esta mesa técnica, ya no política, que se ocupará de ir a los bifes y ver si es posible dar el siguiente paso. Tarea difícil, por cierto, que algunos consideran imposible.
Pero todo, como en cualquier negociación, se trata de ceder algo para ir acercando posiciones. El agro deberá ceder en sus apetencias inmediatas de una gran rebaja impositiva. La expectativa es poder demostrar que ante ciertos estímulos, la mayor producción esperada podrá compensar con crecer la recaudación fiscal que hay en la actualidad. Por eso el sector público debería ceder también y correr el riesgo. Lo que se necesitan son apuestas compartidas sostenidas en el tiempo.
En esa Mesa Técnica estarán, por el lado de la política pública, el secretario de Política Económica, el mentado Montagú, y el economista del INTA, Gabriel Delgado, que tienen muy buena sintonía con el presidente y ya estuvo diseñando algunas bocetos de proyecto de ley con ideas propias. También el secretario Echazarreta, aunque a éste habría que ubicarlo a mitad de camino, porque viene de trabajar años en el sector privado, y justamente dentro de una cooperativa agroexportadora. Entiende los padecimientos del sector privado.
Por el CAA, hay un tridente de economistas surgido de la cantera de las Bolsas de Cereales, la de Buenos Aires, la de Rosario y la de Córdoba. Ellos son los que reúnen y tratan de ordenar los aportes de todas las entidades agrupadas en el Consejo, incluidas tres históricas gremiales rurales de las cuatro que componen la Mesa de Enlace. La única que falta es la Sociedad Rural Argentina, que ha decidido excluirse. Nadie la extraña demasiado y hasta es funcional a todos esa ausencia, debido a la alta carga ideológica que carga consigo esa institución histórica.
Hasta acá llegamos. ¿Será posible avanzar? Por si acaso estemos frente a esa posibilidad, cuando los privados se fueron, el equipo económico que los recibió se sacó una foto, quizás pensando en que la imagen quede en la posteridad.
Si la mesa técnica habilitada por ellos logra conciliar posiciones y considera que sí, que es posible avanzar, hay un compromiso de repetir este cónclave antes de fin de septiembre. Para entonces ya se sabrá si era cierto que el agro y el gobierno están realmente convencidos de pegar este giro que sería histórico, sobre todo a la luz de tanto fracasos acumulados.
Sería una bocanada de aire fresco en una historia de desencuentros que francamente ha sido una mierda.