En febrero de 2022, mientras casi toda la provincia de Corrientes ardía bajo un fuego descontrolado que consumía esteros, pastizales y plantaciones forestales, el departamento de Gobernador Virasoro logró mantenerse en pie.
En una superficie donde predominan los pinares, los eucaliptos, los yerbatales y los tealeros, los incendios afectaron apenas el 1,8% del área protegida. Hoy, esa zona es considerada un ejemplo de gestión frente al fuego.
La diferencia estuvo en la organización. Desde hace casi tres décadas, Virasoro cuenta con un consorcio privado sin fines de lucro que se dedica exclusivamente a la prevención y al manejo integral del fuego. “El consorcio de manejo del fuego de Virasoro es una entidad privada sin fines de lucro que el año que viene va a cumplir treinta años de existencia”, explicó su coordinador, Carlos Pereyra. “Preferiría que digas que defendemos el patrimonio de nuestras empresas socias. En total protegemos 174 mil hectáreas forestadas en el noreste de Corrientes”, corrige el especialista en diálogo con Bichos de Campo.
El consorcio está integrado por 29 empresas de distinta escala, desde grandes forestadoras hasta pequeños productores. Todos aportan una cuota mensual que financia el presupuesto anual de funcionamiento. “Cada empresa es responsable de su propio predio, y debe tener una infraestructura mínima para el combate de incendios. Pero esos recursos —equipos pesados, livianos y humanos— se ponen a disposición de la organización”, explicó Pereyra.
Al recorrer la zona de Gobernador Virasoro, es habitual divisar grandes bosques de pinos. Allí florece la zona núcleo productiva de la forestoindustria, con grandes extensiones de árboles y las industrias más poderosas de la industria de la madera. Este es el combustible perfecto para la propagación del fuego. Sin embargo, en la zona se habla de plantaciones de 12 o 14 años, es decir, que no fueron afectadas por los incendios. Los forestales dicen que es gracias al trabajo de estos equipos que comanda Pereyra.
La eficacia del sistema quedó demostrada en 2022. Mientras el fuego arrasaba campos enteros y las imágenes aéreas mostraban a Corrientes teñida de negro, Virasoro se mantenía verde. “En términos porcentuales, nos quemamos apenas el 1,8% ese año. Yo sobrevolé la provincia varias veces y todo estaba negro. La única zona verde era la nuestra”, relató Pereyra. “Eso muestra que este tipo de gestiones tiene resultados concretos”, explica mientras muestra el mapa de Corrientes que tiene en su oficina y queda a sus espaldas durante la entrevista.

El modelo se sostiene en la idea de compartir conocimientos, no de guardarlos. “Nuestra política de gestión siempre fue no ser egoísta. Tenemos mucha experiencia y creemos que hay que compartirla. Aprendimos mucho a lo largo de estos 29 años, y muchas veces por nuestra propia espalda. Hoy no nos agarra desprevenidos. Estamos preparados e integrados, y bienvenido sea el que quiera sumarse, sin importar si es ganadero, forestal o industrial”, afirmó.
El trabajo del consorcio se apoya en un programa de protección forestal con varias columnas, aunque una de ellas se destaca por encima del resto. “La más importante es la prevención”, subrayó. “Después viene la presupresión, que son todas las acciones previas al combate, y por último la supresión, que es cuando efectivamente nos toca apagar el fuego. Pero nosotros no nos ocupamos sólo de la emergencia: hacemos gestión integral”.
Esa gestión empieza mucho antes de que aparezca una columna de humo. Incluye mantenimiento de cortafuegos, caminos perimetrales y podas en tiempo y forma para evitar que el fuego escale por los árboles. “La prevención es cumplir con la silvicultura preventiva: mantener los cortafuegos, podar bajo para evitar que el fuego corone, sacar combustible para minimizar el riesgo potencial”, detalló Pereyra.
El fuego, de hecho, también puede ser una herramienta a favor si se lo utiliza de forma controlada. “Hacemos quemas prescriptas o quemas preventivas que nos permiten bajar la carga de combustible”, explicó. “Si un incendio ocurre, que sea manejable. También usamos ganado cuando se puede, para que consuma el pasto natural y reduzca el riesgo. Y cuando no, usamos el fuego técnico con gente preparada”.
El origen de esta estructura se remonta a un episodio puntual. “El consorcio nació por una cuestión reactiva. Hace 29 años, sobre la ruta 94, se quemaron 1.700 hectáreas de bosque adulto justo cuando empezaba el boom de la forestación en Virasoro. Ese incendio fue un sopapo muy grande y un grupo de cinco visionarios se organizó. Algunas empresas con experiencia internacional trajeron principios de gestión y los adaptaron a nuestra realidad. Así empezó todo”, recordó Pereyra.
Desde entonces, la zona se transformó en un polo forestal que abastece a grandes industrias madereras, papeleras y energéticas. La protección del patrimonio productivo se volvió una necesidad económica además de ambiental. “Cuidar el patrimonio garantiza el abastecimiento de materia prima. Ese cuidado es lo que permite que la industria tenga continuidad”, explicó.
Mirá la entrevista completa con Carlos Pereyra:
La filosofía del consorcio está basada en la prevención y la educación. “Lo importante está en anticiparse. Después ya es tarde”, dice Pereyra. “Y hay que entender que el tema de incendios no puede verse como un gasto. Hay que hablar de inversión. Si lo considerás un gasto, no lo hacés. Nosotros lo asumimos así”.
En los últimos meses, el consorcio incorporó un sistema de detección mixto que combina las torres de observación con cámaras de alta definición. “Estamos migrando a detección por cámara. Empezamos con cinco y pronto tendremos entre diez y quince. Pero eso no implica que el torrero se quede sin trabajo: lo vamos a integrar al sistema”, contó.
El consorcio forma parte de la Red Nacional de Manejo del Fuego Rural, donde comparte experiencias y aprendizajes con otros grupos del país. “Nos nutrimos de los colegas, volcamos nuestras inquietudes, y así fortalecemos lo que llamamos gestión integral. La prevención es la parte más importante, y dentro de eso la formación del recurso humano, tanto interno como externo”, sostuvo.
En los últimos años, el perfil de los incendios cambió radicalmente. “Ya no son los de hace veinte años. Hoy son más severos y más intensos. Aparecen más rápido y el cambio climático está instalado”, advirtió Pereyra. “Ahora se están llevando puestos parajes enteros, barrios completos. Es lo que llamamos fuegos de interfaz, entre lo urbano y lo rural. A veces, por ignorancia, la gente usa fuego para quemar residuos y termina siendo la causa del incendio. Pero también son víctimas”.
Toda la información del consorcio se sistematiza y se analiza cada año. “Tenemos una base de datos con todos los registros: focos diarios, superficie afectada, tipo de combustible, pluviometría. Contamos con 18 pluviómetros distribuidos en el área y procesamos esa información para ajustar la gestión”, contó Pereyra. “En un país donde las estadísticas muchas veces brillan por su ausencia, nosotros tenemos casi treinta años de datos”.
Ese registro es parte del corazón del sistema. El otro, dice Pereyra, es la convicción de que prevenir es siempre más barato y más efectivo que apagar. Virasoro lo comprobó en carne propia: mientras buena parte de Corrientes ardía, la zona verde se sostuvo en pie gracias a una decisión colectiva de pensar el fuego antes de que ocurra.




