“Yo estaba acostumbrado al sueldo y los premios, ahora, que arriesgo la mía y tocan años malos digo ¿qué hago acá? Pero así es la vida del productor, necesitás coraje y un psicólogo al lado”, dice, entre risas, el (ahora) productor agropecuario Obdulio San Martín que después de tres décadas como empleado de una semillera hace tres años se lanzó como productor mixto.
Desde esa nueva experiencia, rubrica con otro título: “No me imaginaba que la ganadería era tan dinámica y de tener que resolver temas todos los días, es 100 a 1 comparado con la agricultura”.
Humilde, laburador, honesto, sencillo, un hombre de familia. Buen tipo. También intrépido, inquieto y encarador. Sí, es cierto, estuvo más de 30 años en la misma empresa, pero llegó un momento en el que sintió que iba por otro lado, que había sido bueno mientras duró, y se animó a dar el salto, probó en otro privado, en lo público y hoy se lo encuentra como productor agropecuario, descubriendo la magia de la ganadería y con su familia. “Es otra vida y otros desafíos, estoy feliz”, reconoce Obdulio en un mano a mano en el que habla desde su salida del Grupo Don Mario, cómo es su nueva vida de “chacarero” de a pie.
Muy joven fue convocado para entrar en Don Mario (hoy Grupo Don Mario o GDM) que lo vio crecer, desarrollarse, cumplir sus sueños y retirarse en diciembre de 2020. Pero ojo, no para jubilarse, sino, nomás, para reducir la velocidad, pero seguir conectado el mundo agropecuario.
Desde hace casi tres años, se animó a un proyecto familiar junto a Yoli (su mujer) y Ezequiel (su hijo) pero como productor en un campo alquilado en Chacabuco. “A full haciendo lo que me gusta, envuelto en los vaivenes de nuestra querida Argentina”, dice. Agradece poder manejar sus tiempos y trabajar en familia, soñando proyectos con los ojos abiertos pero también disfrutando el presente. Un hombre que se animó al cambio.
-Venís de 30 años en el segmento comercial, después Kumagro con las sojas no GMO, luego la invitación de Julián Domínguez de incorporarte al Inase, donde estuviste siete meses, ¿Por qué decidiste salir de GDM? ¿Qué sentiste que ya no tenías o que chispa se había ido apagando por ahí y se te abría siendo productor?
-Fue más simple. Soy una persona que creo en los ciclos, y el de Don Mario lo veía como que en algún momento iba a terminar desde lo personal. Siempre pensé en retirarme joven y cuando Gerardo (Bartolomé) empezó a hablar de su sucesión entendí que un ciclo se iba a cerrar y comenzaría otro. Y sentí que cuando él se fuera me iba a ir yo también. ¡Ojo que fueron 30 años! Y Don Mario ya era GDM.
-Después vino Kumagro y el paso por la función pública…
-Si, de GDM pasé a Kumagro, que estaba dándole impulso a la arveja, la cebada y las sojas no GMO en nuestro país y arrancando su negocio en Brasil. La soja era genética de GDM, seguía relacionado con la empresa, pero desde otro lado. ¡Y Brasil es Brasil! Me seducía la idea de ese mercado. Al año apareció Julián Domínguez por casa y lo que me atrajo era que él tenía en su cabeza que haya mayor reconocimiento a la genética/tecnología, que esto atraiga mayores inversiones y que si eso sucedía podríamos acortar brechas de productividad con Brasil. Lo otro que me movió era después de 30 años en lo privado poder aportar un granito de esa experiencia a lo público.
-¿Y qué sentís que pasó?
-Recuerdo que habíamos presentado el proyecto en la Comisión Nacional de Semillas (Conase), estábamos viendo algunas modificaciones a tomar en cuenta que nos acercaron. Eso fue un martes y el jueves renunció Domínguez (entró Massa y el Ministerio paso a rango Secretaria de Agricultura). Yo renuncié al día siguiente. Porque entendí que el Estado funciona con objetivos claros, dando un norte y, fundamentalmente, teniendo apoyo político para hacer que lo propuesto como política pública se haga realidad. No quería quedar manchado por la política. Tengo un recuerdo hermoso del Inase y de su gente, espectacular.
-¿Y por qué creés que no funciona?
-Porque el status quo que hay le termina conviniendo a los distintos jugadores. Cuando estábamos terminando la propuesta, por ejemplo, algunas empresas privadas, no estaban de acuerdo.
-Y por qué?
-Hablando solamente de soja, con este proyecto, pasabas de un mercado que podría pasar de 150 a 450 millones de dólares, y te daba unos 14 dólares por hectárea a pagar entre tecnología y genética. Calculamos que la semilla fiscalizada rápidamente iba al 50%, con todo lo que ello implica. El tema es que a ninguna empresa privada le gusta que le pongas el precio que tienen que cobrar por sus desarrollos. Entonces, no sale porque a todos los jugadores les conviene que siga así sin resignar lo que hoy tienen, y sin “amenaza” de algo que en el futuro pueda afectar algún interés comercial. Se estaba armando Sembrá Evolución desde el sector privado… (De la redacción: es un sistema de comercialización de semillas promovido por la industria semillera).
-Y después de todo eso, pasaste de tener un sueldo a fin de mes a arriesgar la tuya ¿Cómo fue ese cambio desde lo mental? ¿Te costó?
-A mí me gusta hacer cosas, soy inquieto. Cuando me fui me ofrecieron muchísimos trabajos. La mayoría era de asesoramiento, pero no me siento cómodo con eso. Entonces yo ya tenía unas vacas que había comprado estando en el Inase. En 2023 salió la oportunidad de un campo en donde tenía unas vacas capitalizadas. Se dio un negocio, de alquilar un campo y comprar las vacas que tenía adentro. En una semana había cerrado todo. ¡Pero me metí de caradura, corajudo! No sabía nada de vacas.
-¿Y qué compraste?
-¡Un rodeo de cría, plena seca! El que estaba se iba porque estaba podrido de perder plata. Jeje… Estaba mal yo o el (se ríe). se fue y me deseó suerte… Y gracias a gente que me asesoró pude ir saliendo. Formamos una sociedad con Ezequiel y Yoli, porque yo tenía la idea de hacer algo con ellos. Yoli agarró lo administrativo, facturas, cuentas, imputaciones de gastos, pagos; Ezequiel maneja lo financiero y yo lo técnico y el relacionamiento. ¡La pasamos bárbaro, tengo una felicidad! Eso sí, te agarra una adrenalina bárbara, porque vos pensá que uno está acostumbrado a los sueldos y a los premios y cuando la ponés vos, y te tocan años complicados decís ¿qué hago acá? Este año empezamos prendidos fuego de la sequía y en mayo cayeron 400 milímetros, inundados. Pero así es la vida del productor. Tenés que tener coraje y un psicólogo al lado.
-¿Dónde está el campo?
-Tengo un campo propio que se lo alquilo a Marcos Rodrigué. Ese es mi ingreso fijo. En este que arriesgo son 500 hectáreas en Chacabuco, a 22 kilómetros de mi casa. Es mitad ganadero, de cría-recría, y mitad agrícola, pero un agrícola que no es bueno para Chacabuco. Un campo 6-7 puntos. Está un poco destruido porque siempre ha estado alquilado y con sistemas muy extractivos. Cuando entramos hicimos análisis de suelo, faltaban nutrientes. Ojo que es una realidad de muchos lugares de Argentina. Por suerte, la dueña del campo, que es contadora, tiene una textil, pero entiende de campo y nos acompaña con algunas inversiones para mejorar esto: empezamos a poner dolomita y roca fosfórica en algunos lugares, haciendo cosas de base para ver si se lo podemos ir mejorando. Tenemos un contrato a largo plazo.
-¿Qué rodeo tienen?
-Empezamos con 400 vacas de cría y hoy estamos en 600. Y tuvimos suerte de que cuando entramos, el que se iba estaba perdiendo plata, la hacienda estaba barata, y después de eso pegó un salto. Compré y a los 6 meses, esa misma vaca valía el doble.
-¿Y cómo está el negocio hoy?
-Está firme, bueno, pero cuesta entrar. En este campo es mejor la ganadería que la agricultura. Gracias a dios que es mixto.
-¿Qué hacen de agricultura?
-Lo tradicional, trigo, soja y maíz. Y tratamos de llevar bien la rotación. Ahora toca maíz y soja de primera. Y después, la parte ganadera la estoy llevando de a poco al 100 por ciento con pasturas. La idea es ir haciendo, de a poco, algo de recría. Hoy en la ganadería si no sos eficiente sonaste. Tenes que bajar costos en donde se pueda, y darle mucha bola a la sanidad y a la genética. Nosotros hacemos inseminación y un repaso con toros. Una vez que le empezás a agarrar la mano te empieza a gustar la ganadería. Y lo otro fundamental es tener buena gente en el campo. Yo tengo a Daniel que tiene una experiencia de 30 años manejando hacienda. Tener buena gente es sacarte la lotería.
-No tenés para aburrirte…
-Yo me pongo más nervioso con las vacas, porque es un mundo que no sé, que cuando estaba en pleno despelote en Don Mario. Al principio había noches que me despertaba soñando que no tenía comida para los animales. Ahora, después de tres años, estoy más tranquilo.
-Qué encontraste que te haya sorprendido que no tenías ni idea y sentís ¡ah mirá que bien esto!
–No me imaginaba que la ganadería tenía la dinámica y de resolver temas todos los días. Es 100 a 1 con la agricultura. Y el animal vivo. Trabajar con un animal. Te esperan para que les des de comer, para abrirles para que salgan. Yo jamás le había dado bola a eso. Ver todo ese mundo a mí me sorprendió. Y lo otro, fue el poder manejar mis tiempos. Estar en familia, decidir ir con mi mujer o mi hijo. Yo antes me levantaba muy temprano, y trabajaba todos los días 10-12 horas. Ese cambio fue espectacular.
-¿Qué es lo que más te gusta de lo que hacés hoy?
-A mí me encanta cuando tenés que hacer las fertilizaciones o la siembra de una pastura, que empiezan a llegar las maquinas, el fertilizante o las semillas, y ves a la gente, charlas un rato, compartís. El campo en movimiento, todo eso que se genera alrededor de una hectárea de campo. Y ni hablar de una cosecha. Cosechás en un lado y sembrás en otro. Eso me genera mucha alegría. Me gusta ver y sentir todo lo que se genera alrededor de este negocio, que es chiquito, pero mueve mucho. Siempre lo pienso. Y lo otro que me encanta es poder charlar con gente que te llama, que estamos siempre hablando del negocio alrededor de las semillas y genética. Esa maña no la perdí, seguís siempre en contacto, con gente que querés y te quiere.
-¿Qué desafíos tenés por delante?
-A mí me gustaría poder agrandarnos, es un lindo desafío, me encanta que sea mixto. Yo siempre estuve del lado de la agricultura y tenía un prejuicio con la hacienda. Pero ahora que empecé a entenderla siento que Argentina puede crecer muchísimo en este modelo. Me encantaría poder crecer, pero no soy de los locos que se agrandan porque sí. Tiene que haber un negocio. Y también me gustaría poder seguir haciendo cosas con Ezequiel dentro del ámbito de la agricultura, pero pensando en algo agroindustrial, donde uno puede integrar lo que hacés en el campo y darle otro valor. Ezequiel está terminando la carrera de ingeniero industrial. Pensamos, por ejemplo, en integrar hacienda de terceros, traer gente de afuera del negocio. Y otras veces también nos imaginamos produciendo alimentos balanceados. Ir para el lado de los pequeños animales, tratando de agregarle valor a lo que producimos. Como verás, ideas estamos rumiando.