Esta semana la secretaria de Agricultura de EE.UU., Brooke Rollins, dijo en Washington que están en conversaciones con países de América del Sur para ver la posibilidad de enviarles soja estadounidense que no puede vender a China.
Rollins dijo a periodistas acreditados en la Casa Blanca que están conversando con dos países que están “interesados en comprar”, aunque no especificó a qué naciones se refería.
La realidad es que el mayor importador de soja sudamericano es la Argentina, que en el presente ciclo comercial 2024/25 debería comprar 6,50 millones de toneladas de poroto, según estimaciones oficiales de la Secretaría de Agricultura de la Argentina.
Pero existe un problema: para que la operación sea rentable, la soja originada en Golfo de México (EE.UU). debería tener un valor mucho más bajo que el FOB Rosario, de manera tal que no sólo absorba el costo del flete necesario para atravesar el océano Atlántico, sino que brinde el incentivo indispensable para generar la operación.
En la innovadora o alocada cabeza de los funcionarios que integran actualmente la Casa Blanca –como se prefiera denominarlos– no puede descartarse que EE.UU. otorgue subsidios oficiales para compensar ese costo y garantice así la salida de poroto estadounidense ante el bloqueo de la demanda china.
La noticia es que el diferencial del precio FOB Paranguá (referencia en Brasil) respecto del FOB Golfo de México es lo suficientemente amplio como para justificar la importación de poroto, aunque en este caso el obstáculo es de orden operativo, porque Brasil si hay algo que tiene es soja de sobra para procesar en su propio territorio. Por ese motivo, las importaciones brasileñas de soja son marginales.
Más allá de los subsidios que el gobierno de EE.UU. pueda destinar al sector agrícola para compensar pérdidas, lo cierto es que el país tiene al menos 15 millones de toneladas de soja que no tienen demanda cierta, lo que obligaría a los valores FOB de la oleaginosa a caer con fuerza para tornarse competitivo en destinos no tradicionales.
Funcionarios de los gobiernos tanto de la Argentina como de Brasil están en estos días negociando acuerdos comerciales con EE.UU. El primero en el marco de pedidos recurrentes de auxilios financieros, mientras que el segundo lo hace para intentar destrabar el arancel extraordinario del 50% aplicado este año por EE.UU. a determinados productos brasileños, entre los cuales se incluye la carne vacuna.