Unos pocos días antes del recambio de gobierno, un grupo de diez empresas productoras de proteínas vegetales, especializadas en agregarle muchísimo valor a los porotos de soja, presentaron en sociedad un “cluster” que fue muy elogiado incluso en una información oficial, ya que contaba con apoyo de la Secretaría de Agricultura de la Nación, el INTA, el INTI, Ciara (la cámara de la industria aceitera) y Acsoja (la cadena de la Soja Argentina).
Según decía el comunicado oficial de ese presentación, el objetivo de estas empresas al juntarse era “avanzar en la búsqueda de mercados externos para la comercialización de proteínas vegetales destinadas a consumo humano”, ya que entre 2012 y 2021 se registró un crecimiento fulminante de las ventas de proteínas de soja texturizada en todo el mundo, pero la Argentina, siendo el tercer productor mundial de la oleaginosa, participaba todavía poco del negocio, ya que se ubicaba en el puesto 23° entre los exportadores.
Bueno, hasta aquí todo muy lindo… El gran desafío nacional es exportar más y hacerlo con mayor valor agregado, para que ingresen más dólares por tonelada exportada. El mundo demanda ese tipo de novedosos ingredientes, y la Argentina los produce a partir de técnicas para el “texturizado de proteínas vegetales”, comenzando por la soja tan abundante y siguiendo por las legumbres.
Los productos logrados con estas tecnologías son todos de alto valor proteico (Harinas Micronizadas, Texturizados de Proteínas Vegetales, Concentrados y Aislados Proteicos). Y pueden utilizarse para elaborar hamburguesas y Nuggets vegetales y otros productos “Plant Based”. Deberían venderse como papas fritas.
Pero… Cambió el gobierno, alegó que “no hay plata”, y aunque efectuó de inmediato correcciones cambiarias que mejoran la competitividad de algunos sectores exportadores, también decidió imponer una retención del 15% a todos los productos agropecuarios. Solo decidió una pequeña lista de economías regionales exceptuadas, pero allí no están estas “delicatessen” elaboradas a partir del extrusado de la soja.
Todos los sueños exportadores de este cluster se vieron comprometidos de un plumazo. Según un comunicado que sus promotores enviaron a Bichos de Campo, “las retenciones al 15% resultan en una perdida absoluta de competitividad en el precio por tonelada de los texturizados de proteínas vegetales, en el contexto internacional, no pudiendo de esta manera seguir compitiendo con el valor FOB ofrecido por los restantes países productores y exportadores de los productos”.
La Argentina aplica retenciones del 33% a sus exportaciones de soja sin procesar. Pero si se aprueba el proyecto de ley que el gobierno de Javier Milei envió al Congreso, también los principales derivados de la molienda (que hasta ahora tributaban 31%) pasarán a ser penalizados con esa tasa más elevada. Las proteínas de soja, en tanto, permanecerían en 15%, porque no fueron incluidas entre las excepciones que la Secretaría de Agricultura elevó al Ministerio de Economía.
“Partiendo del valor promedio del precio FOB por tonelada de los productos, el aumento de las retenciones al 15% deja al Clúster y a cada una de las empresas que lo conforman, frente a una situación vulnerable, de perdida absoluta de rentabilidad para poder mantener el valor FOB del producto impuesto por el mercado internacional, sumado al alto costo de la materia prima (por encima del valor del mercado) a partir del cual se genera el valor agregado”, indicó el comunicado de los “texturizadores”, que obviamente reclaman al Congreso que no avale esta medida.
El Clúster de Proteínas Vegetales reúne a una decena de empresas especializadas, localizadas en las provincias de: Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Córdoba. Al grupo lo forman Valorasoy, América Pampa, El Talar Agroindustrial, Bionutrit, Galpro, Latam Agroservicios, Porta Hermanos, Laboratorios Farmesa, La Troja y Proteínas Argentinas. Hasta ahora exportan a más de 54 países y compiten con los mercados de Estados Unidos, China, India, Brasil, entre otros.