El primer trigo transgénico del mundo es argentino, como el dulce de leche y como la birome. Este logro enorgullecería a cualquier otra Nación pero aquí, como con casi todos los temas, hay ruido, idas y vueltas, demasiada bulla. Sucede que el trigo modificado mediante ingeniería genética todavía no puede ser utilizado por los chacareros por los temores del gobierno y de la propia cadena triguera a perder mercados. Sus desarrolladores, sin embargo, lo presentaron este jueves en Pergamino, con la secreta esperanza de que pueda comenzar a sembrarse desde la próxima campaña 2019/20.
De este tema no vamos a hablar demasiado, porque hace unos días Bichos de Campo publicó un artículo contando las tensiones que existen incluso dentro del Gobierno para aprobar este evento, que lleva el nombre de trigo HB4. Resumiremos diciendo que en Agroindustria, pero también dentro de la industria molinera y entre los exportadores, hay temores a salir a la cancha con el primer trigo modificado a escala global, porque se podrían perder mercados, especialmente Brasil.
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El trigo tiene ese no se qué, viste… Su imagen bucólica y el hecho de que sea de consumo masivo entre los seres humanos abre más de un interrogante. ¿Cómo reaccionarían la gente común ante la noticia de que el pan que consume fue hecho con un trigo transgénico? Ese es el eje del debate.
“Nosotros tenemos la seguridad de que el trigo es seguro y pensamos que este tema es netamente político”, decía Francisco Ayala , el jefe de desarollo de trigo en Bioceres. Detrás suyo, en un lote de un campo experimental en Pergamino, el trigo HB4 lucía rozagante, dispuesto a salir a la cancha. La exigente FDA estadounidense, según contó, ya le dio su aval. Y lo mismo hicieron acá las dos instancias técnicas regulatorias, que son la Conabia y el Senasa. Pero todo se trancó en la etapa de evaluación comercial. Es que no es ni soja ni maíz. ¿Es trigo, viste?
La sigla HB4 responde a un rasgo genético de mayor tolerancia al stress hídrico (la falta de agua, bah) que fue extraído hace mucho tiempo de la planta del girasol -que es un cultivo mucho más rustico y aguantador ante una sequía-, por la doctora Raquel Chan y su equipo de investigadores de la Universidad Nacional del Litoral y el Conicet. Eso fue en 2007. Luego, a partir de 2009, Bioceres tomó el avance y lo fue incorporando a la paleta de variedades comerciales de soja y trigo. En este último caso, se asoció con la francesa Florimond Desprez, líder mundial en el cereal, para integrar una nueva sociedad llamada Trigall Genetics, que manejará la fase comercial.
Lejos del pensamiento conservador de los funcionarios y de la prevención de la propia cadena triguera, unos 200 productores se dieron cita para este lanzamiento, ávidos de ver lo que les ofrecía la nueva tecnología. Por lógica, la barra brava de esta hinchada la conformaron los principales socios de la Asociación Argentina de Siembra Directa (Aapresid), cuya historia está muy ligada a la de Bioceres, ya que fueron 23 socios de esa entidad los que decidieron en 2001, de casualidad el mismo día en que Fernando de la Rúa dejaba el gobierno en helicóptero, fundar esta sociedad dedicada a promover la biotecnología vernácula.
Ayala contó que desde 2009 a la fecha mantuvieron en Bioceres unos 36 ensayos con el trigo HB4 y que el resultado fue que este primer trigo transgénico, en comparación con la misma variedad convencional, rendía cerca de 20% más en zonas de baja productividad (es decir, marginales y con poca agua), un 10% más en trigos de productividad media (de entre 3.000 y 5.000 kilos por hectárea), y solo un puchito más en planteos de alta productividad o más de 50 quintales.
Desde otro enfoque se hizo una proyección sobre el impacto de una sequía sobre una campaña triguera promedio en la Argentina, en la que teóricamente deberían cosecharse 14,8 millones de toneladas. Con las variedades convencionales, el país habría perdido 4,4 millones de toneladas y solo hubiera cosechado 10,4 millones. Si hubiera sembrado la semilla resistente a la falta de agua, la pérdida se hubiera reducido a 2,2 millones, y se hubieran obtenido 12,6 millones de toneladas. En plata, la diferencia sería de unos 380 millones de dólares.
A muchos productores se les caía la baba, sobre todo porque la existencia de este transgénico criollo les permitía ilusionarse con ganar área triguera en zonas marginales, especialmente en el norte, donde las lluvias son escasas y la baja productividad del cereal lo deja fuera de la paleta de opciones agrícolas.
“Solo resta la definición de la parte comercial, que es responsabilidad de la parte política”, dijo Ayala tratando de calmar la ansiedad de los productores de punta que se reunieron en Pergamino. Entre parte y reparte, el HB4 fue presentado en sociedad y la pelota quedó ahora en el terreno del gobierno.
Por si acaso, el investigador de Bioceres avisó: “Si hay que salir al mercado el año que viene tenemos producción suficiente” de semillas, como para hacer posible las primeras siembras del HB4 en la campaña triguera 2019/20, que se cosecharía recién a fines de 2019.
Solo y solo así la Argentina habría cultivado el primer trigo transgénico del mundo. Como la birome y el dulce de leche.