En la Argentina existe prácticamente un solo tema de conversación: el dólar. En un mundo inundado de billetes verdes –la inflación del 9,1% en EE.UU. es una señal alarmante de ese fenómeno–, el país gobernado por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, increíblemente, está a un paso de quedarse sin divisas.
Acaba de salir del horno el informe del intercambio comercial argentino del pasado mes de junio, publicado por el Indec, y lamentablemente viene con una muy mala noticia: el mes pasado Argentina registró un déficit comercial de 115 millones de dólares, es decir, perdió dinero al restar las importaciones de las exportaciones de bienes.
El dato más preocupante es que el déficit comercial con China en junio pasado fue nada menos que de 966 millones de dólares, mientras que en el primer semestre del año acumuló -5841 millones.
Argentina, que cuenta con todas las condiciones para tener un superávit comercial bestial con China, tiene en cambio un déficit significativo porque solamente puede venderle unos pocos productos a la nación asiática al no haber podido instrumentar una integración comercial exitosa.
De hecho, es perfectamente entendible que el gobierno chino no quiera profundizar vínculos con un país que, hasta comienzos de 2021, era su segundo proveedor de carne vacuna congelada y decidió, de un día para el otro, comenzar a restringir los embarques de ese producto al considerar que debía priorizar el abastecimiento interno ¡con un consumo de proteínas cárnicas superior a 110 kilogramos por habitante por año!, que es altísimo en el segmento de naciones periféricas del que forma parte la Argentina.
China es, junto a EE.UU., la nación que importa la mayor cantidad de alimentos del mundo. Y Argentina es una nación de base agroindustrial. En el Tinder del comercio global, ambos serían el “match” perfecto. Pero, debido a los desincentivos promovidos por la política económica del gobierno de Fernández-Fernández, la nación asiática, en lugar de ser una generadora de divisas, es una “aspiradora” de ese recurso crítico.
Por ese motivo, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, inició un proceso para firmar un Tratado de Libre Comercio (TLC) con China, de manera tal de integrar amas economías y favorecer las exportaciones agroindustriales uruguayas destinadas al gigantesco mercado de la nación asiática.