El 7 de enero, Bichos de Campo utilizó una planilla de márgenes agrícolas en soja elaborada por Néstor Roulet, productor cordobés que además fue vicepresidente de CRA y funcionario del gobierno de Cambiemos, para mostrar por qué era tan fuerte la presión del campo para una baja de retenciones: En ese ejercicio, el chacarero que había obtenido unas 3,5 toneladas de soja por hectárea en un campo arrendado. Con las retenciones vigentes del 33% el tipo perdía cerca de 80 dólares mientras que el Estado se apropiaba de nada menos que 474 dólares y el dueño del campo se quedaba con 348 dólares.
Ahora el gobierno anunció una rebaja temporal de las retenciones con el supuesto fin de ayudar a ese chacarero a recomponer los márgenes, para evitar un quebranto generalizado, ya que el 70% de la agricultura extensiva se hace sobre campos alquilados. La retención a la soja bajaría (si efectivamente se traslada esa mejora a los precios al productor) del 33% al 26%, aunque hasta el 30 de junio. Habrá que ver la letra chica del decreto, que se promete para el lunes.
Ni lerdo ni perezoso, Roulet volvió a hacer sus números sobre la misma hectárea de soja que hace veinte días atrás.
“Antes de la baja de las retenciones del 33% al 26%, publiqué que el productor perdía 80 dólares por hectárea y el Estado se llevaba 473 dólares. ¿Y ahora? Algo cambia, el productor no pierde dinero, le quedan 27 dólares por hectárea de una inversión de 909 dólares por hectárea, mientras que el Estado recauda 414 dólares. Sabor a poco”, sentenció.
En el nuevo esquema, el cordobés no modificó ni los rindes ni los precios: se obtendrán 3,5 toneladas de soja que, vendidas a un precio de 386 dólares por tonelada, significarán un ingreso bruto de 1.351 dólares por hectárea. Antes, el 33% de esa suma iba para el Estado (446 dólares) y ahora con la retención del 26% ese descuento compulsivo al productor descendería a 351 dólares. La diferencia es de casi 95 dólares.
Con esta modificación en los derechos de exportación, el ingreso al productor pasaría de ser de 999 dólares. Pero de allí el hombre debe descontar 362 dólares de costos directos (siembra, cosecha, insumos), otros 199 dólares de costos indirectos y los 348 dólares destinados al alquiler de ese campo. En definitiva, le quedaría un saldo positivo (margen bruto) de 89 dólares, cuando antes era un quebranto de 51 dólares.
Pero Roulet suma otros impuestos que, por efecto de esta mejora en la rentabilidad esperada, deberían comenzar a pesar más, por ejemplo Ganancias. Sumando esas otras gabelas, la suma final que se llevaría el Estado sobre esa hectárea de soja caería en el nuevo escenario de 474 dólares a 414 dólares, mientras que al productor le quedarían limpios 26 dólares por hectárea.
Es decir que la modificación de alícuotas propuesta desde Economía -en este caso hipotético pero que se ajusta a los promedios de la producción de soja-, permitiría cambiar la pérdida por ganancia: antes se perdían casi 80 dólares y ahora se ganarían 26.
Pero no resuelve la sensación que tienen los productores, que se sienten los boludos más grandes del mundo, arriesgando mucho capital para que el Estado se lleva, sin el más mínimo esfuerzo, 414 dólares por hectárea de soja, una suma 16 veces más grande de la que les quedará a ellos.
Roulet está convencido de que su trabajo anterior fue tenido en cuenta por las autoridades de Economía al hacer los anuncios: “Vieron lo que publicamos, estos 7 puntos son 26 dólares a 3,5 toneladas por hectárea (si llueve y solo si llueve), lo que es igual a 90 dólares por hectárea. Habíamos calculado que un productor qué alquilaba el campo perdía 80 dólares. Justo. ¿Sabes lo lindo que es arriesgar y laburar para quedar hecho? Y bueno algo es algo”.