Acaba de salir el informe del índice de precios al consumidor publicado por el Indec y el mismo muestra –sin matices– el fracaso del “cepo cárnico” implementado por el gobierno de Alberto Fernández.
Entre enero de 2021 y enero de 2022 el indicador nacional correspondiente al rubro de alimentos y bebidas no alcohólicas experimentó un ajuste del 52,0%, mientras que el relativo a carnes aumentó un 52,8%. Es decir: la inflación de los valores de la carne acompañó al resto de los alimentos básicos.
Pero, debido al cepo exportador implementado en el segundo trimestre de 2021, durante un buen tiempo los precios minoristas de la carne vacuna permanecieron “planchados”, para luego, hacia fines del año, recuperar todo el terreno perdido.
En definitiva: el “cepo cárnico”, que perjudicó a trabajadores y empresarios del sector frigorífico y generó un papelón internacional, al introducir nuevamente a la Argentina es el salón de los “proveedores no confiables”, terminó teniendo un efecto nulo en los precios minoristas de la carne.
Tal como explicamos en Bichos de Campo en abril del año pasado, poco antes de que el presidente Alberto Fernández decidiera intervenir el mercado cárnico, gracias a la primera intervención kirchnerista el sector ganadero argentino se quedó sin stock de reserva de machos, lo que implica que sistema ganadero-cárnico viene trabajando, año tras año, al límite de su capacidad, con la “máquina” prendida recalentada, pero sin resto para recomponer existencias de manera sostenida.
En ese marco, cuando por algún motivo se produce un aumento de la demanda (por ejemplo: a través de las erogaciones realizadas en planes sociales) o una contracción de la oferta (preñeces bovinas fallidas por desastres climáticos), los ajustes de precios, que antes de la intervención kirchnerista eran suaves, pasaron a ser “salvajes”.
Ahora ese inconveniente, lejos de aminorarse, se potenció con la segunda intervención kirchnerista realizada el año pasado y, tal como se anticipó, el planchazo de precios impulsado por la intervención del mercado externo duró menos tiempo y el “efecto rebote” fue infernalmente más potente.
El desastre realizado se intentará disfrazar, por supuesto, con acuerdos y acuerditos que impliquen comercializar volúmenes limitados de algunos cortes populares con precios subsidiados para mantener las apariencias.
En la actual coyuntura, la principal barrera para el aumento de los precios de la carne vacuna ya no es la política intervencionista, sino la creciente pauperización social provocada por la inflación, es decir, por la gigantesca desvalorización del peso argentino, que semana tras semana pierde valor para escurrirse con preocupante facilidad entre las manos de la gran mayoría de los argentinos.